Producción en zonas extrapampeanas, maquinaria propia, riego y certificación caracterizan el sistema productivo de los Bottaro
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Altos rendimientos agrícolas en 12.000 hectáreas de zonas extrapampeanas, maquinaria propia, riego y certificación de la producción caracterizan el sistema productivo de la familia Bottaro, que comenzó su vinculación con el sector agropecuario en 1909. En ese momento, el bisabuelo de uno de los actuales directores de la firma -Gastón- compró un campo en Villa del Totoral, del que se extraía madera para el ferrocarril. Hoy el grupo familiar creció y gerencia 12.000 hectáreas entre propias y alquiladas en el norte de Córdoba y en el noreste de Santiago del Estero.
La historia de la empresa arranca en esa localidad a principios de siglo. “Mi abuelo compró un campo en Villa del Totoral, en el que se hacía un manejo extensivo. Lo fue mejorando hasta su fallecimiento, momento a partir del cual mi abuela vendió una parte y le quedaron 7000 hectáreas que se fueron dividiendo con las sucesivas generaciones”, recuerda Gastón Bottaro, uno de los directores de la sociedad familiar que hoy administra los campos del grupo.
Simultáneamente, los integrantes de la familia compraban fracciones cercanas desarrollando lo que era común en ese momento: planteos ganaderos extensivos. En 1990 los Bottaro emprendieron el desarrollo agrícola, apoyados en la siembra directa y paralelamente se creó un feedlot para aprovechar los granos y no abandonar la ganadería. Pero el emprendimiento no funcionó correctamente y se cerró.
En 2001, el padre de Gastón y dos primos herederos del campo de Villa del Totoral formaron una UTE, comprando 5000 hectáreas en el norte de Santiago del Estero. Luego, en 2004, se adquirió un campo en el Chaco, que quedó para uno de los primos de Gastón.
Con el correr del tiempo, la familia Bottaro quería seguir comprando campo en zonas marginales para desarrollarlos y crecer en facturación. En 2008 se armó un criadero de cerdos con una sociedad integrada por el padre de Gastón y los primos. Se arrancó con 500 madres pero luego se discontinuó por objetivos no compartidos entre los socios.
En 2013 empezaron a tallar fuerte las nuevas generaciones. Impulsados por ese ímpetu, y por el contexto, se procedió a la profesionalización de la empresa. “Entendimos que la producción era lo importante, pero que no era todo; había que ocuparse de otros temas ‘tranqueras afuera’ y desarrollar planteos sustentables desde el punto de vista económico, ambiental y social”, rememora el empresario.
Así, mudaron los escritorios a la ciudad de Córdoba y los socios se corrieron de “la diaria” para transformarse en directores y dejar espacio a profesionales en distintas áreas sin relación con la familia. En esa época entraron con fuerza los asesoramientos en varios frentes, porque la relación precio/beneficio era muy accesible.
“Desde aquel momento hasta hoy nos apoyamos en asesoramientos de todo tipo con especialistas, como en comercialización y estrategia, con AZ-Group, planeamiento impositivo y financiero, manejo de las relaciones con el equipo de trabajo, certificaciones, etc.”, se entusiasma el empresario.
Desde 2016 en adelante, con una estructura sólida y profesional, siguió el crecimiento en superficie propia y alquilada. Se compraron 750 hectáreas en Villa de Totoral y 1000 en Altos de Chipión. Actualmente la sociedad está integrada por Juan María Bottaro, su hermana y; Gastón y Valentina (ambos hijos de Juan María). “Corremos con ventaja por estar alineados los cuatro, con diálogo fluido y decisiones por consenso, que permiten establecer objetivos claros”, define.
En 2023 trabajarán 12.000 hectáreas entre superficie propia y alquilada, con maquinaria propia para cultivo de soja, maíz y trigo, en secano y bajo riego. Los campos están ubicados en Villa del Totoral, Sebastián Elcano, Jesús María y Altos de Chipión en Córdoba, y Otumpa en el noreste de Santiago del Estero. Toda la producción está certificada.
Sistema productivo
Producir en el norte de Córdoba y en Santiago del Estero no es sencillo. En Villa del Totoral llueve 700-750mm anuales con dominancia estival, lo que determina que sea poco frecuente el doble cultivo. La cosecha fina solo se puede implementar en años húmedos; son más frecuentes los cultivos de verano, principalmente soja y maíz.
Las temperaturas son cálidas en el norte de Córdoba y un poco más elevadas en el noreste de Santiago del Estero -llegan a 45° en verano- y pueden resultar negativas para los cultivos estivales en años con pocas lluvias. Los suelos de la zona son profundos -algunos pueden llegar hasta dos metros- y permiten lograr buenos rendimientos agrícolas. En el norte de Córdoba Bottaro alcanza los 33-37qq/ha de soja y 75-78 de maíz.
En el noreste de Santiago del Estero puede cosechar 28qq/ha de la oleaginosa y 70-75 del cereal. Por ejemplo, en las campañas 2019/20 obtuvieron 37qq/ha de soja como promedio del campo de Villa del Totoral; en la 2020/21, alcanzaron 35qq/ha; en la 2021/22, 35. En maíz, los rindes fueron 75qq/ha; 72 y 78, respectivamente. Los desarrollos agrícolas vinieron de la mano de la siembra directa en campos que eran para ganadería extensiva y se fueron transformando en agrícolas en los últimos años.
En el campo de Villa del Totoral se desarrolló un sistema de riego sobre 1420 hectáreas (el 30% de la superficie del campo), a través de varios pozos de agua, cuatro pivotes y un sistema de riego por superficie mediante acequias. El riego es complementario de las lluvias, para regularizar la provisión de agua durante el periodo crítico de los cultivos.
Los Bottaro desarrollan un sistema agrícola con planificación a largo plazo mediante el asesoramiento con ingenieros agrónomos que proponen el planteo para cada campaña, que luego es evaluado por el directorio. El sistema se desarrolla de manera muy profesional en todas sus etapas. Por ejemplo, para el abastecimiento de insumos y la comercialización de la producción gestionaron alianzas estratégicas con un número determinado de proveedores.
“Años atrás teníamos un abanico de abastecedores de insumos y de acopios que recibían la producción de cada campaña. Actualmente cerramos el abanico con tres-cuatro firmas para las compras y ventas, con los cuales tenemos una muy buena relación y buscamos reciprocidad. Entonces, si yo a una de ellas le compro un gran volumen, espero que me llame a mi primero si aparece un negocio muy conveniente”, expresa Bottaro.
“Nos reunimos con estas firmas una vez por año, evaluamos el trabajo y tratamos de corregir los puntos que hayan resultado flojos, lo que permite pulir las relaciones y generar un círculo virtuoso muy interesante”, añade.
La misma filosofía se aplica con los oferentes de tierras: “En cada campo proponemos algo más que un simple alquiler en determinada cantidad de quintales por hectárea. Ofrecemos un plus que es la certificación de la producción, que asegura buenas prácticas agrícolas y una producción amigable con el ambiente y con responsabilidad social con el entorno”.
Sustentabilidad ambiental y social
“En campos propios y alquilados, para desarrollar una producción en armonía con el ambiente el primer paso es contar con datos, por ejemplo de calidad de suelos. A partir de ese parámetro, es esencial la planificación de rotaciones de cultivos a largo plazo, más allá de los márgenes brutos puntuales que ofrece cada uno en determinada campaña. No miramos la foto agrícola sino la película”, ilustra el empresario.
La rotación soja/maíz prevalece en los campos donde no se puede hacer cosecha fina o un cultivo de servicio. Estos solo se incluyen en campañas con perspectivas de lluvias abundantes. La sustentabilidad social forma parte de la esencia del empresa y se ve reforzada con las exigencias de las certificaciones.
Estas plantean desafíos para la comunidad interna -empleados, y proveedores de servicios- para que trabajen a gusto en sus puestos, con transparencia por compartir información de la empresa y claridad en la fijación de objetivos por parte de sus responsables. También se trabaja con la comunidad externa, con el medio en el que se inserta la empresa, al tomar de allí proveedores y ofrecer charlas que muestran cómo se trabaja en los campos. Además, en Villa del Totoral funciona una escuela rural sobre tierras cedidas a la provincia a la que van hijos de empleados de la empresa y de vecinos.
Certificaciones
Los Bottaro trabajan con certificaciones de Buenas Prácticas Agrícolas de la provincia de Córdoba, de Agricultura Sustentable de Aapresid y de RTRS (Round Table Responsible Soy) en la producción de soja y maíz. Estos compromisos apuntan a desarrollar una producción responsable desde el punto de vista económico, ambiental y social, con buenas prácticas agrícolas y monitoreo permanente de las propiedades del suelo para evitar su degradación.
El cumplimiento de las normas también genera obligaciones desde lo formal, como estar totalmente dentro de la ley en la relación con los empleados y contratistas externos, y ofrecer capacitaciones anuales en lo referido a sus derechos y obligaciones, prevención de accidentes, etc. Más allá de estas formalidades, los Bottaro agregan otras capacitaciones, como cursos de educación financiera, prevención de ciberestafas, etc. al pensar que resultan útiles para el equipo de trabajo.
Los requerimientos de las certificadoras y la forma de trabajo que impulsa la empresa llevan implícita la voluntad de la mejora continua de todos los procesos y de las formas de trabajo de la organización para alcanzar nuevos niveles en su capacidad de gestión.
Por ahora, la certificación aporta pocos beneficios económicos a la empresa. La RTRS, por ejemplo, permite que un exportador compre soja y dé un plus de créditos por tonelada entregada que se puede comercializar, pero ese ingreso por ahora solo permite cubrir el costo de instrumentar la certificación en el campo.
Diversificación
Los Bottaro habían desarrollado, con socios, un emprendimiento porcino en 2008, que luego se discontinuó, pero que generó una rica experiencia y brindó el necesario know how para el negocio. En los últimos meses han vuelto a la idea de agregar valor en origen a la materia prima -los granos producidos- y transformarla en proteína animal, con un proyecto de 1000 madres porcinas.
Se busca generar una integración dentro de la organización, que evite tener que movilizar muchas camiones con grano hacia los puertos desde una distancia considerable. Además del agregado de valor a los granos, el negocio porcino permite entrar en la de economía circular utilizando los purines para fertilizar lotes agrícolas.
“Con las 1000 madres que se proyectan para la etapa inicial se consumirían 6500-7000 toneladas de maíz y 2500 de soja; esta nueva actividad tendría alto impacto en la facturación de la empresa y obligaría a duplicar el personal actual, que hoy suma 35 personas”, finaliza.
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