En el mercado de granos los temas se vuelven reiterativos y las autoridades hacen oídos sordos a las críticas que se le hacen a su política de intervencionismo estatal y destrucción de mercados. Si bien es cierto que uno podría festejar el récord alcanzado en 2022 por el ingreso de divisas de la exportación de granos y subproductos, no debemos engañarnos, ello se debió a la suba de precios internacionales de los productos, fundamentalmente por la invasión de Rusia a Ucrania, así como por la anticipación de ingresos futuros lograda a través de métodos distorsivos como la instrumentación de los planes soja 1 y 2, así como el anticipo en el cobro de derechos de exportación de trigo y maíz de la presente cosecha debido a la regulación de los registros.
Hay que tener en cuenta que desde el récord de producción de granos alcanzado en la campaña 2018/19 de 146 millones de toneladas, en los últimos tres años la producción está estancada, llegando en la campaña 2021/22 a sólo 142 millones, según datos oficiales de la Secretaría de Agricultura Ganadería y Pesca (SAGyP).
Pero hagamos un repaso rápido de los principales temas vinculados a este mercado. Un “check list” que puede ser ampliado por los lectores y operadores.
Caída de la producción: según datos oficiales de la SAGyP se estima una producción de trigo para la campaña 2022/23 de 13,3 millones de toneladas, frente a 22,15 millones producidas en la campaña pasada (aunque las fuentes privadas hablan de mucho menos, incluso de 11,5 millones). Esta caída del 40% no es producto solamente de la sequía como se supone, sino de una disminución del área sembrada del 12,5%, en parte por el déficit en los perfiles de agua en el suelo al momento de decidir la siembra y en parte porque el productor aumentó la siembra de cebada (11,6%) y de avena, productos libres de la intervención estatal de las exportaciones.
Ayuda a los productores afectados por la sequía. Fue y es prácticamente nula.
Cupos a la exportación. El Gobierno mantuvo los nefastos “volúmenes de equilibrio” que permiten a los burócratas de turno decidir cuánto y cuándo se puede exportar trigo y maíz, regulando la apertura y el cierre del registro de Declaraciones Juradas de Ventas al Exterior (DJVE). Esto funciona directamente como el establecimiento de cupos. Hoy en día el registro de exportaciones de trigo está virtualmente cerrado. Además, el Gobierno se ocupó de bastardear el debido cumplimiento de las DJVE registradas, roleando posiciones de embarque para el futuro.
Precios. Los precios de mercado y la transparencia de los mismos, quedaron sensiblemente afectados por esta desgraciada política de intervención del Estado que operó sobre la oferta y la demanda.
Brecha cambiaria: La diferencia entre el tipo de cambio oficial y el libre (tomando como referencia el dólar bolsa o el contado con liquidación) se mantuvo durante todo el año en torno al 100%.
Derechos de exportación: Se mantuvo la tasa en el 12% que, sumada a la brecha cambiaria antes mencionada, hace que el productor reciba un 44% del valor real de la moneda de cambio.
Temor al desabastecimiento. Este es un temor absurdo de algunos políticos, que debe provenir de la segunda presidencia de Perón en que hubo que comer pan de centeno y mijo (aunque en 1952 se importó trigo). Lo que deberíamos hacer es, de ser necesario, importar y, además, contar con un esquema de financiamiento accesible para la industria molinera a través de certificados de depósito que le permita un mejor abastecimiento futuro.
¿Se puede importar? La respuesta para mí siempre ha sido la misma: claro que sí. Es lo que hacen nuestros grandes competidores en el comercio de granos en general, como Estados Unidos y Brasil. Si no les alcanza un producto o les conviene en determinado período del año, importan. Tenemos puertos con capacidad de descargar barcos que posean grúas propias o se pueden instalar en el puerto (nótese que hoy en día se descargan en la Argentina fertilizantes a granel).
Mesa de los argentinos. Pese a la instrumentación de los cupos de exportación mencionados, con la excusa de mantener el abastecimiento local y desacoplar los precios locales de los internacionales, no se logró controlar la inflación ni el encarecimiento de los productos derivados de la molienda. Un fracaso total. La mesa quedó con tres patas.
Fideicomisos. Con el mismo objetivo se instrumentaron dos ridículos fideicomisos. Uno llamado Fondo Estabilizador del Trigo Argentino (FETA) y el otro llamado Fondo Anticíclico Agroalimentario. Ambos fracasaron en su intento de contener la inflación y defender los llamados “precios cuidados”. Lo único que lograron fue el cuidado de ciertos grupos molineros y recibieron críticas de buena parte de la industria de dicho sector. Estos fideicomisos deberían ser auditados por el próximo Gobierno para revisar los pagos efectuados y el cumplimiento de las obligaciones de los beneficiarios (tarea, por cierto, que no va a ser sencilla).
Pérdida de mercados. Obviamente, la caída del volumen de exportación ocasionará pérdida de alguno de los mercados en manos de nuestros competidores y costará en algunos casos recuperarlos.
Resultados del HB4. Luego de la oscura aprobación hecha por el exministro Domínguez sobre la comercialización del trigo genéticamente modificado, que tuvo en vilo al mercado exportador por las posibilidades de contaminación del resto de la producción, no hemos tenido información alguna de la empresa sobre los rendimientos obtenidos con dicha semilla en un año justamente de sequía. ¿Será porque no se obtienen los resultados anunciados con bombos y platillos? No lo sabemos y el Inase (incumpliendo su misión) dejó de publicar el monitoreo de la siembra y producción de este trigo.
Toda la política granaria de este Gobierno es un fracaso que se ve en el estancamiento de la producción de granos y está en las antípodas del pensamiento de quienes defendemos la libertad y transparencia de los mercados. Por otra parte, la estrategia del “vamos viendo qué hacemos” y el “te saco por un lado para después darte en pequeños subsidios por el otro”, llevada a cabo por el Gobierno ha generado mayor incertidumbre y oscuridad en el manejo de la administración pública, tanto de acciones como de fondos. Lo triste es ver cómo algunos actores del mercado han sido complacientes o han callado, a cambio de beneficios circunstanciales, sentando lamentables antecedentes del abandono de los principios que son la base firme para el crecimiento productivo.
No tiene sentido este rápido chequeo de temas y las críticas realizadas si no proponemos medidas para el futuro. Para mí hay cinco medidas básicas que debería tomar el próximo Gobierno: quitar el cepo cambiario eliminando la brecha, eliminar los derechos de exportación, remover todas las trabas a la exportación, diseñar un sistema de certificados de depósito para el financiamiento agropecuario, e instrumentar un sistema global de cobertura de riesgos climáticos.
El autor fue subsecretario de Mercados Agropecuarios
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