
El estreno nacional abre nuevamente el debate sobre las diferencias entre películas gauchescas y de cowboys
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Una película con gauchos no es necesariamente una película gauchesca. Y para mejor muestra está Aballay, el hombre sin miedo, a quien la crítica bien ha calificado como western o filme de cowboys. Esto a pesar de que los gauchos están allí bien personificados en su rudeza y modos de hablar. Pero andan animadamente a los tiros (en la película no hay duelos a cuchillo) y participan de un hecho propio del género estadounidense: una gavilla ha tomado para sí una especie de puesto o esbozo de pueblito, y son un azote que necesita remedio.
De todos modos, la película es, como entretenimiento de acción, muy meritoria. Aunque la cuestión del gaucho "santón" que jamás se baja del caballo y que se ha convertido en una devoción local agrega un condimento propio del realismo mágico. Es la idea central en el cuento homónimo de Antonio Di Benedetto, que aquí termina importando menos.
Su estreno ha provocado la evocación del cine argentino del tema rural y hay quienes han entendido que tal género también tuvo su génesis y éxito por gravitación del western. Y esto sí que ya no es así.
Origen simultáneo
Es verdad que el cowboy fue un arquetipo privilegiado del cine estadounidense desde su origen, pero el western propiamente dicho nació en forma simultánea con nuestro cine "gauchesco", y alcanzó éxito internacional aún un poco después. Porque si bien John Ford, el más grande creador de películas del Oeste, filmó su primera producción (La diligencia) en 1939, el auge de este cine comenzó casi al llegar 1950. Veamos, por el contrario, la cronología argentina.
Las tres obras literarias que fueron fuente fundamental de la gauchesca, Martín Fierro, Santos Vega y Juan Moreira, tuvieron sus primeras versiones en el celuloide en 1923 la primera (como película muda), y en 1936 las otras dos. A su vez, las obras cumbre del género son de los años inmediatos: Viento norte, de 1937; Prisioneros de la tierra, de 1939; Huella, de 1940, y La guerra gaucha, de 1942. También de 1936 es la comedia tipo sainete Ya tiene comisario el pueblo.
En cuanto a las fuentes de estas producciones, recordemos que Viento norte se inspiró en un capítulo de Una excursión a los indios ranqueles; Prisioneros de la tierra, en cuentos de Horacio Quiroga; Huella, en un fragmento de Facundo, y La guerra gaucha, en el libro de Leopoldo Lugones.
Es que el cine "de la tierra" vino a sumar su arte a una tradición local de fuerte arraigo, que se expresó antes en el libro, el folletín periodístico, el teatro y la canción nativa. Y contemporáneamente con el cine, también en la historieta. Sus temas fueron el gaucho malamente tratado y perseguido, las guerras de la independencia y de la montonera, la vida de fortín.
El western, por su parte, abundó en el drama de los pueblos asolados por bandas de forajidos, como ya se ha dicho; la lucha de los colonos contra el ataque de los indios, y entronizó como héroe al sheriff (cosa que no tuvo símil aquí, sino todo lo contrario). Una de sus secuencias convencionales –la persecución y ataque a tiros de una diligencia por un grupo de malhechores– abre Aballay.
¿Qué vincula a ambos géneros? Que en buena medida sirvieron como épica para exaltar la identidad nacional y sus arquetipos y valores raigales. Pero al igual que el western, nuestro cine "gauchesco" inició su declinación después de 1960. Sus cantos del cisne fueron dos creaciones de Leonardo Favio: Juan Moreira, en 1973, y Nazareno Cruz y el Lobo, en 1975. Después, casi no hubo novedades, salvo Bairoletto, estrenada en 1985, sin fortuna en la taquilla.
Con Aballay regresan los gauchos al cine. ¿Y si para devolver la gentileza por el préstamo de género alguien filma una de cowboys que pelean con boleadoras?





