En el nivel nacional (o regional), ¿hay diferencia entre la ventaja competitiva y la comparativa? Por supuesto que la hay. La competitiva se fundamenta en la capacidad de un país de mantener sistemáticamente ventajas comparativas que le permitan sostener y mejorar una determinada posición en el entorno económico. En tanto que la ventaja comparativa es el resultado de un entorno favorable, dado como un don, la competitiva proviene del esfuerzo para competir.
La comparativa puede basarse en la dotación de materias primas que aventajan a muchas otras similares. Tal es el caso del cinturón maicero-sojero en la pampa húmeda que, además de la riqueza de sus tierras y del favorable clima, tiene una ubicación cercana a los puertos.
La competitiva puede apoyarse en una estructura de costos destacable por su bajo nivel, como consecuencia de la habilidad de los operadores involucrados y, también, en una imagen de alto reconocimiento. Está desarrollada mediante el conocimiento y el esfuerzo.
Pero el concepto central que hace a la ventaja competitiva es la productividad. Para que un país (o región) logre un elevado y creciente nivel de vida con altos ingresos para sus productores, éste debe aumentar la productividad de sus factores de producción, el de la naturaleza, el de su capital y el de su mano de obra. Pero, también: debe ocuparse muy especialmente de las otras dos formas del capital. Sí, es muy importante el capital humano y el social.
Respecto de estos dos últimos, hay que remarcar que se alcanza una mayor o menor competitividad según sea el comportamiento de sus agentes económicos a lo largo de las cadenas de valor. Y las cadenas alcanzarán mayor o menor nivel de competitividad según sean las instituciones públicas o privadas en donde se desenvuelven.
La observación de lo que pasa en el mundo muestra que algunas naciones son base de operaciones de empresas que compiten internacionalmente en tanto que otras quedan al margen. La base de operaciones de una empresa de envergadura mundial está en una determinada nación y no en otra. ¿Por qué razón?
La respuesta se centra en el papel de las instituciones. El entorno institucional determina la radicación de centros decisorios empresariales. Y, por ende, es parte fundamental de la competitividad nacional, permite que las organizaciones humanas de toda índole mejoren e innoven con mayor rapidez que las rivales de otras naciones.
Entorno estatal endeble
¿Qué pasa en nuestro país? El entorno institucional en el nivel estatal es endeble. En todo el país. Ahora bien, el entorno institucional en el nivel informal en el área agrícola es sobresaliente por hábitos desarrollados en la sociedad, que incentivan la competitividad. Este es el caso de la agricultura pampeana, donde los actores de la actividad han logrado niveles de competitividad semejantes (a veces superiores) a los de países como Estados Unidos y Australia.
La pampa húmeda, por ejemplo, es un espacio rural donde se articula una realidad social, institucional, económica y ambiental que determina un alto nivel de competitividad.
La agricultura se conforma de una gran gama de procesos y agentes, cuya interacción (e intercambios) permite la existencia, en el mercado, de alimentos y otros productos. El camino hacia el consumidor final está construido con eslabones que contienen una serie de empresas, de cuyas interacciones y desempeño dependerá la competitividad de la cadena agrícola. Una cadena podrá ser completa si todos sus eslabones se desarrollan en el país, como es el caso del vino argentino. Y, también, podrá ser incompleta, cuando sólo algunos eslabones están en el país. Tal es el caso de la soja. El desafío del país, hoy, es lograr que se completen las cadenas agrícolas.
El autor es profesor de la Ucema
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