La habilidad de intensificar los planteos agropecuarios es clave para emular a la naturaleza y así preservar la calidad de la materia orgánica
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Los suelos argentinos fueron reconocidos históricamente por ser de los “más fértiles” del planeta. En ellos se centró la atención de agricultores provenientes de diferentes partes del mundo, que los poblaron y desarrollaron la pujante matriz de producción agropecuaria con la que convivimos. La fertilidad de estos suelos es reconocida en su abundancia original en nutrientes y también por una balanceada riqueza natural de materia orgánica.
Es a partir de este complejo de compuestos naturales donde la vida, la actividad de los suelos, la fortaleza y la estabilidad de su organización que las plantas expresan su producción. La originación, en cantidad, calidad y oportunidad, de materiales orgánicos es el pilar sobre el que se construyen todas las propuestas agropecuarias sustentables.
Abundan los resultados de investigaciones y observaciones empíricas que muestran que preservar la materia orgánica de los suelos es el motor de los rendimientos. Dependiendo de la región, y de las condiciones hídricas del año, el rol de la materia orgánica que explica diferencias en los rendimientos se atribuye al logro de mejor porosidad para incorporar y proveer agua a los cultivos, a la liberación de nutrientes o a la sinergia entre ambos procesos.
Preservar la materia orgánica es clave para sostener la calidad de los suelos y su capacidad de producción. El punto de partida está en la actividad biológica continua de los suelos y la necesidad de alimentar este ciclo desde su origen produciendo materiales orgánicos.
Sí, produciéndola con raíces que crezcan activamente con tal de explorar y consolidar los sistemas porosos desde la superficie de los suelos y en profundidad. Además, cubriendo los suelos con cultivos para protegerlos de procesos erosivos y reducir pérdidas no productivas de agua.
Producir materia orgánica es simplemente procurar alcanzar altos rendimientos con cada cultivo para proteger los suelos, consolidar los poros y alimentar al ciclado de nutrientes. Un círculo sostenido que ocurre con naturalidad en la naturaleza y al que tendríamos que imitar al intervenir con los sistemas agropecuarios. Es así como al simplificar los planteos de manejo, el esfuerzo sobre el motor de los suelos, la materia orgánica, se incrementa y conduce a su deterioro con evidentes pérdidas en su productividad.
Simplificar es, por ejemplo, cuando se priorizan pocos cultivos y estos se realizan a intervalos anuales con extensos períodos sin producción o cuando las decisiones de manejo limitan alcanzar altos rendimientos.
La continua adaptación de los cultivos y pasturas a condiciones estresantes nos provee de plantas con mayor expresión de rendimientos. El progreso genético nos permite acceder a más y a mejores oportunidades de producir cultivos, alimentos, biomasa vegetal y en definitiva materia orgánica.
Sin embargo, parte de su expresión está amplia y crecientemente limitada por la oferta de nutrientes. Nuestros suelos no son lo que eran. Desde décadas hemos analizado, descripto, comunicado y tomado partida en interpretar y anticipar lo finito de la provisión de nutrientes y los riesgos de no atender e intentar corregir estos desbalances negativos. Recuerdo, durante la década del 90, comunicaciones, estudios del Dr. Néstor Darwich y otros colegas mostrando la expansión de las áreas con limitaciones de fósforo para la normal producción de cultivos en la región pampeana. En la misma época, en diversos encuentros con técnicos y productores, discutimos y analizamos los desbalances y pérdidas de fertilidad con fuertes evidencias regiones tanto en sistemas ganaderos como agrícolas.
Estos antecedentes, dispersos o aparentemente desarticulados, condujeron a instalar estudios de estrategias de fertilización de largo plazo en estaciones experimentales del INTA y con productores. En paralelo, para acompañar la creciente adopción de genotipos mejorados y tecnologías para la mayor adaptación y producción de cultivos, identificamos a la nutrición y en particular a las estrategias de fertilización como un pilar indiscutido para alcanzar alta producción.
Alta producción que en su reiteración en planteos diversificados de cultivos contribuyó a preservar la calidad de los suelos y su capacidad productiva. Sí. Rotaciones con productividad. Simple de describir, complejo de sostener. Complejo porque los suelos tienen capacidad limitada de abastecer nutrientes y, por lo tanto, crece la necesidad de atender externamente a la demanda de los cultivos y pasturas para que no decaigan sus rendimientos. Complejo porque el análisis de corto plazo sobre la relación de costo:beneficio requiere contemplar el valor de conservar materia orgánica y así la calidad de los suelos. Complejo porque el abastecimiento de nutrientes es responsabilidad de toda la cadena productiva y no solo de quien siembra.
La calidad de los granos lo muestra con claridad. Cuando producimos trigo, al decaer la adecuada provisión de nitrógeno decae la cantidad de proteínas y limita parte de sus propósitos productivos. Hoy la oferta de nutrientes de los suelos es insuficiente para sostener la producción de cultivos y pasturas. Hoy la habilidad de intensificar los planteos agropecuarios es clave para emular a la naturaleza y así preservar la calidad del motor de los suelos, la materia orgánica.
Atender a la adecuada provisión de nutrientes es una construcción colectiva que es responsabilidad de todos los que participamos del sector agropecuario argentino. Al integrar políticas que acompañen la implementación de adecuadas decisiones de manejo de la nutrición sustentadas en desarrollos actuales adaptados regionalmente, avanzamos en este camino.
Hoy, a modo disperso, pero creciente, nos encontramos con propuestas de desarrollo de implantación de pasturas que incluyen la promoción en el uso de nutrientes, de planes de manejo que acompañan la incorporación de cultivos anuales, contemplando prácticas de conservación de suelos. Es un camino de consensos que reconoce que mayores rendimientos se acompañan con mayores necesidades de nutrición y que en la medida que preservamos la calidad de los suelos e incorporemos modernas tecnologías de fertilización, el manejo nutricional será más eficiente y cuidadoso del ambiente.
El autor es docente de la Facultad de Agronomía de la Universidad Nacional de La Pampa y socio de DZD Agro
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