
Buenos Aires y Montevideo fueron puertos negreros; amplio legado cultural
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Buenos Aires y Montevideo fueron puertos negreros hasta que en 1812 uno de los gobiernos patrios prohibió la actividad esclavista. Para entonces habían entrado por ellos varios miles de africanos, para ser trasladados a distintos puntos de la actual Argentina, el Perú y el Alto Perú. En las ciudades fueron mano de obra obligada en tareas domésticas o artesanales. Con el ocaso de la esclavitud, iniciado en 1813 por la libertad de vientres, los antiguos esclavos y sus hijos poblaron de manera abundante las orillas. El barrio del Tambor o del Mondongo fue famoso en la Buenos Aires de Juan Manuel de Rosas.
Se suele decir que la estancia ganadera no quiso esclavos, ya que prefería al gaucho, diestro en las actividades que se requerían y convocado en la oportunidad, sin que hubiera que mantenerlo todo el año. Sin embargo, sabemos de criollos con sangre africana de vida gaucha, entre los que debe haber habido algunos libertos y otros provenientes en fuga del Brasil. Cuando fue a entrevistarse con los jefes ranqueles, Lucio V. Mansilla encontró a uno en las tolderías, que era acordeonista y se definía "salvaje", es decir, unitario.
En el Martín Fierro aparecen tres. La pareja a la que el protagonista -ya convertido en matrero- provoca hasta la pelea en la que el varón es muerto, y el Moreno, hermano del caído, con quien paya en La Vuelta. El desdén y la burla racial de Fierro es elocuente en ambas oportunidades y muchos recordarán los versos A los blancos los hizo Dios, a los mulatos San Pedro, / a los negros hizo el diablo / para tizón del infierno.
Aunque las voces provenientes de África en nuestro idioma resultan más abundantes en la ciudad -especialmente en su lunfardo: cafúa, cayengue, changüí, marote, mina, quilombo-, son varias y significativas las de uso campero. Con ayuda del Diccionario de africanismos en el castellano del Río de la Plata, que nos dejó el eminente africanista Néstor Ortiz Oderigo, podremos señalar algunas.
En principio, no deja de ser singular que las más destacadas danzas y especies musicales argentinas tengan nombres de estirpe africana. Son, precisamente, zamba, malambo, milonga, candombe y tango. Las dos primeras llegaron desde el Perú -donde la negritud despliega una fuerte identidad-. Milonga, en cambio, provino en forma más tardía del Brasil. Candombe y tango andan por buena parte de América. La musicología destaca, además, las indudables raíces africanas que hay en sus ritmos.
El gaucho utilizó el término "matungo" para designar el caballo viejo e inservible. En la época colonial lo decían los negros de sí mismos, cuando sus aptitudes laborales menguaban por la edad. También la palabra "pangaré" es de origen africano, vía Brasil. El diablo, a su vez, fue llamado "mandinga" por el gaucho. El término corresponde a un pueblo guineo sudanés, caracterizado por su rebeldía y pendencia. "Tata" es voz cariñosa para designar al padre. Viene, dice Ortiz Oderigo, "en línea recta desde África", discutiendo que sea de origen quechua y aportando pruebas de su uso extendido en África como en Brasil y en Cuba, países con vasta influencia negra.
Para la yapa queda la palabra "bombero", con que se designó a los indios que realizaban tareas de observación y espionaje. Su origen también es polémico, pero Oderigo dice que en Brasil se llamó "pombeiros" a quienes colaboraban en la búsqueda de criminales por selvas y desiertos, y en Angola, "pumbelus" a los que ayudaban a atrapar a su propia gente para esclavizarla. No podemos dejar de mencionar que varios de nuestros más célebres payadores tuvieron sangre africana, entre ellos el de mayor fama: Gabino Ezeiza. Como cualquiera de las otras culturas la de los negros se acriolló y su pigmento se atenuó. Eso no quiere decir que no haya dejado nada en nosotros, o solo recuerdos. Estas breves referencias muestran cuán presente está.





