RAUCH.- A pesar de estar ubicada en el partido de Rauch, la estancia Loma Partida es parte de la historia tandilense, cuando esta región al sur del Salado pertenecía al partido de Chapaleofú y Felipe Vela era el amo y señor del territorio.
Paralelo al arroyo Chapaleofú, el arroyo Langueyú delimita los partidos de Rauch y Ayacucho. En el punto donde dicha corriente corta una loma, hay un vado natural que fue paso de los ejércitos de Martín Rodríguez y las tropas de carretas que llegaron en 1823 a fundar el Fuerte Independencia, hoy ciudad de Tandil. Desde entonces, ese paraje se identificó como Loma Partida, nombre que también tomó la estancia de Pedro y Felipe Vela, los estancieros más ricos del viejo Tandil. Este último fue, además, el juez de paz más famoso durante el largo período federal, y en esta estancia desempeñaba su cargo.
Esta construcción de estilo colonial, en cuya arquitectura tan bella como sencilla se mezclan líneas italianas y españolas, es la típica vivienda rural elegante que se estilaba entonces, y que se lograba empleando un diseño clásico, el buen oficio de un albañil italiano y los materiales disponibles.
Tiene varias habitaciones con paredes de adobe que se acomodan sobre una planta rectangular, dejando un patio en el centro y adelante una galería sostenida por grandes columnas. Arriba, una terraza y el lujo de una habitación alta que hacía de mirador conforman el típico diseño que le otorga ese aire de antigüedad pampeana.
Cuando la familia Rodríguez Pividal compró esta estancia a los Vela, el casco ya era viejo. La heredó Manuel Angel Rodríguez Pividal, un estanciero respetuoso de los valores históricos y estéticos de este lugar. Estaba casado con Otilia Alcorta, con la que tuvo tres hijas: Gloria, Martha y Susana. Estas continuaron preservando la vieja plantación y las características de la estancia original y se ocuparon de reciclar los interiores con gran encanto.
La estancia de los platos
Durante mucho tiempo, Loma Partida fue conocida como "la estancia de los platos", a causa de la colección de lozas y porcelanas que cubre todas las paredes de la sala. Estos platos, de distinta factura y procedencia, fueron reunidos por Manuel Rodríguez Pividal. Contaban sus hijas que éste había formado su colección pidiendo el plato donde comía en las mesas de quienes lo habían invitado, teniendo en cuenta que entonces los juegos de mesa venían con piezas repetidas. Por eso, muchos de estos platos tienen valor histórico, ya que pertenecían a familias como los Dorrego o los Roca.
Las hermanas Rodríguez Alcorta vendieron la propiedad en 1994 a una sobrina, de modo que hay continuidad en los sentimientos y en la titularidad de este preciado bien de familia.