Carina Lanaro y su esposo, Leandro Rodríguez, sufrieron la quema de un establecimiento de unas 3000 hectáreas de pino de 30 años de edad en Corrientes. “Me duele la indiferencia de los gobernantes que no escuchan y que no les importa la gente que da trabajo”, dijo la productora

“No quedó nada”. En tres palabras, la productora forestal Carina Lanaro, de 50 años, sintetizó su dolor. Desde hace tiempo, junto a su esposo Leandro Rodríguez tiene un emprendimiento familiar forestal, llamado Santa Rosa, en el paraje correntino de Galarza, al oeste de la Reserva Natural del Iberá, sobre la ruta provincial 41.
El martes pasado, un voraz y devastador incendio les quemó unas 3000 hectáreas de plantaciones de pinos de más de 30 años. La pérdida asciende a los US$30 millones. En el siniestro, que duró más de 12 horas no solo se incendió su plantación en la que estaban haciendo resina, sino que se quemaron otras forestaciones y campos vecinos y también parte del poblado de Galarza.
“Se terminó todo. Acá nos estamos quedando sin nada, sin tierra, sin árboles, sin animales y sin casas y sin producción. Con nosotros trabajaban 60 personas que se quedaron sin su sustento”, dijo a LA NACION Lanaro, con una gran tristeza.

Contó que en el campo muchas de las personas que trabajaban eran familia, algunas vivían en el paraje y otras en el mismo lugar. “Todos trabajaban, mientras los hombres se encargaban de algunas labores, las mujeres eran las encargadas de fabricar las bolsas que se les pone a los pinos para recolectar la resina”, relató.
En este contexto, recordó lo ocurrido en noviembre del 2020, cuando tuvieron otro gran incendio en una de las dos forestaciones que poseían en la zona hasta ese momento. “Esa vuelta, por negligencia de una empresa vecina que se puso a realizar una limpieza con quema controlada, perdimos más de 3000 hectáreas de plantaciones. Ahí pensé que era el infierno mismo, que nunca íbamos a volver a vivir algo semejante pero esta vez fue peor, porque nuestras vidas corrieron riesgo. No solo la plantación iba a perderse, nuestra vida corrió peligro”, indicó.

Según contó, desde hace casi hace dos meses venían cooperando y ayudando a distintos vecinos contra los focos que se iniciaban. Además, señaló que desde ese tiempo advirtieron a las autoridades provinciales y nacionales de la grave situación que se desencadenaría en cualquier momento si no se tomaban cartas en el asunto.
“Les decíamos que, si bien veníamos conteniendo y resistiendo los focos que aparecían en los campos de los vecinos, era imposible de controlarlos nosotros solos. Sabíamos que si el fuego llegaba a la reserva del Iberá, que está pegada al campo y que tenía un metro y medio de pajonal seco, esto se iba desmadrar e íbamos a necesitar su ayuda pero nunca apareció”, remarcó.
Lanaro consiguió los teléfonos del gobernador Gustavo Valdés a quien le dijo que, con carácter de urgente, necesitaba recursos para hacer frente a un fuego inminente en las plantaciones y le envió las coordenadas del lugar.
En tanto, en medio de la desesperación, el martes por la mañana un funcionario del gobierno nacional le comunicó que “lamentablemente no podían hacer nada porque los aviones hidrantes y los recursos estaban asignados a otras localidades”.
“Nadie vino. Éramos solo nosotros, mi marido, mis hijos, otros productores y el personal que hacíamos lo que podíamos. Recién a las 2 de la mañana, cuando el fuego nos había atravesado por completo la forestación, apareció una cuadrilla de bomberos y cuando les pregunté por qué no habían venido antes me dijo que tenían orden de cuidar que no se prenda fuego el country San Gara. Mientras tanto, nosotros prendidos fuegos. Ni un médico, ni una ambulancia, ni un bombero. Vaya casualidad, en ese lugar tiene su casa de fin de semana el gobernador de Corrientes. La impotencia y la bronca nos envolvió aun más”, subrayó.
Aunque ya pasó casi una semana, la productora siente impotencia y mucha bronca, sobre todo cuando cada vez que recuerda que la vida de su gente estuvo en peligro. “Hubo varias ocasiones muy difíciles. En un momento no aparecían y no sabíamos dónde estaban unos 10 empleados que partieron al malezal de la reserva de Tomkins a apagar unos focos. No sabíamos si los habíamos perdido y si murieron quemados. Gracias a Dios, luego de unas horas aparecieron”, contó.

Otra situación dura que vivió fue cuando a toda velocidad manejaba la camioneta porque iban a apagar un foco que se había iniciado. De repente, tuvo que hacer una maniobra y volverse para atrás en el camino. “Se empezaron a caer los postes de alta tensión incendiados encima nuestro. Fue una película de terror, sentíamos que nos moríamos”, relató.
Según contó, con 78 años su suegro está destrozado. “Él fue quien plantó el primer arbolito y ver que perdió todo es muy triste. Mi marido está en el campo instalado y no quiere que yo vaya porque todo es devastador. Desde que comenzaron los incendios, hace casi dos meses, por deshidratación ya bajó más de 10 kilos. Es todo una locura dolorosa que se podría haber evitado”, dijo.

La productora rescata a su gente, que tras los incendios y, sabiendo que no tendrían más trabajo en la forestación, le agradecieron. El paraje perdió todo, solo lograron salvar la escuela y la salita de primeros auxilios. “Le decían a mi marido ‘gracias señor por todo el tiempo que nos dio trabajo’. Nosotros seguro que nos vamos a arreglar, pero cómo podés quedarte tranquila si a más de 60 familias no les quedó nada y no tiene posibilidades de salir adelante. Son parajes olvidados por los gobiernos. Me duele la indiferencia de los gobernantes que no escuchan y que no les importa la gente que da trabajo”, concluyó.
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