El uso que cada persona hace del dinero con el que cuenta es absolutamente propio por cuestiones que pueden ir desde su organización hasta sus gustos. Y dada la enorme diferencia de ingresos y egresos que puede tener cada familia, el porcentaje de los salarios que se destina a cubrir cada necesidad puede también ser muy variable.
Más allá de las aclaraciones anteriores, los especialistas llegaron a un acuerdo relativamente estable con respecto a qué porcentaje de los ingresos debería destinarle una persona a cada una de sus principales necesidades para mantener una economía doméstica saludable.
Según estimaciones de distintos economistas consultados por LA NACIÓN, una persona debería derivar aproximadamente un 75% de su ingreso a pagar la vivienda, los alimentos y el transporte.
En términos desagregados, aproximadamente un 31% del ingreso debería destinarse a la vivienda, 25% a la compra de alimentos y 17% al pago de colectivos, trenes, subtes o la nafta del auto, por caso. Y al menos un 5% de los ingresos de un hogar tendrían que ir al entretenimiento.
Los trabajadores privados registrados en relación de dependencia reciben una remuneración bruta promedio de $29.173, según el Ministerio de Trabajo. Descontados distinto tipo de deducciones, un hogar debería destinar al alquiler poco menos de $9043, para alimentos, poco menos de $7293, casi $4959 a transporte y por debajo de $1458 para ocio.
Allí surge la primera evidencia: hacer un uso de los ingresos en línea con la recomendación de los especialistas puede ser una tarea casi imposible con el salario promedio.
En el caso del alquiler, la cifra mencionada alcanza para pagar un monoambiente en Palermo, o un dos ambientes en Villa Urquiza, siempre que se haya hecho una buena negociación. En promedio, según la Dirección de Estadísticas de la Ciudad, el alquiler en Capital Federal de un monoambiente costaba $7.607 para 30 m2 el mes pasado. Los departamentos de dos ambientes promedian en $ 10.279 para una unidad base de 43 m2 y los departamentos de tres ambientes cuestan $16.418 (para 70 m2), un presupuesto muy lejano para el salario promedio.
En la provincia de Buenos Aires - según datos de la consultora Reporte Inmobiliario -, el costo de un alquiler de un dos ambientes en Caballito es de $10.140 por mes, en promedio, mientras que el mismo departamento en Avellaneda cuesta $8390; en Vicente López, $11.380 y en Ramos Mejía, $8625.
El caso de los alimentos es más complejo para una persona con ese salario. Según el Indec, se necesitaron en julio $6515 para que un adulto no cayera en la pobreza. De manera que, en el cálculo del salario promedio, sólo le sobrarían apenas $778. Dicho de otra forma: deberá ajustar sus gastos en otros rubros para estar más holgado en la mesa.
La inflación, además, les juega en contra. Según el relevamiento de Scentia, en julio los precios de la canasta básica de alimentos registraron un aumento promedio del 4,8%, en lo que constituye la mayor suba del año, y de esta manera acumulan en los primeros siete meses de 2018 un alza del 19,1%, en coincidencia con el IPC (que tuvo un alza del 19,6% entre enero y julio, según el Indec).
En el caso del transporte, en tanto, son 165 litros de nafta súper en la Capital Federal (unos tres tanques). En términos de transporte público, $4959 equivalen a 450 boletos de la tarifa mínima de colectivos para el área Metropolitana o 396 viajes de subte.
Este sector también se vio golpeado por la suba de los precios, ya que desde el 15 de agosto empezó a regir el nuevo aumento para colectivos y trenes para el área Metropolitana, que será de $1 por mes escalonado entre agosto y octubre (10% cada mes) y el subte desde agosto tiene un costo de $12,50 .
El ahorro, en tanto, es algo también muy variable y personal. Los más optimistas recomiendan separar entre un 10% y un 20% de los ingresos para el futuro, pero es una tarea que parece casi imposible si el salario es bajo.
El porcentaje que se destina a cada rubro es un dato que varía en lo que cada persona o familia puede pagar. Depende del ingreso, el tipo de hogar y la variación de los precios relativos, entre otras cosas. Así, mientras el ingreso sea menor, más se destinará a cumplir con las necesidades básicas de vivienda y comida, y menos al ocio.
El sociólogo Daniel Schteingart explicó que el dinero que cada uno destina a cada cosa responde, en principio, a la entrada. "Los sectores más pobres dedican mayor porcentaje de sus ingresos a alimentos, mientras que los más ricos a educación o turismo. También varía según el hogar: los jubilados gastarán más en medicamentos y menos en educación", ejemplificó.
"Los hogares cambian sus pautas de consumo año a año. Ya sea por estacionalidad o porque aparecen o desaparecen productos en el mercado", agregó.
Federico Furiase, economista director del estudio EcoGo, sostuvo que –visto desde la macroeconomía- la devaluación aceleró la inflación en un contexto de suba del dólar y tarifas sobre un salario que no acompaña en la misma proporción.
"En los primeros siete meses del año la inflación acumulada giró en torno al 20% con salarios más cercanos al 15%, mientras el dólar subió 56% y aumentó 21,8% el índice de precios regulados. En este apretón del salario real tenes una caída del ingreso disponible destinada al ahorro", contó Furiase.
Consideró que este contexto trae aparejado un ajuste en los bienes de consumo durables, como los electrodomésticos, y un cambio en los patrones de consumo, como el desplazamiento hacia la cadena de compras mayorista y más cuidado a la hora de comprar.
Por otro lado, Osvaldo del Río, director de Scentia, dijo que más del 80% de los hogares tienen que destinar mayor proporción a cubrir necesidades básicas. "Esto genera un deterioro en el consumo, aunque es una de las cosas más importante en la ponderación del gasto en los hogares. Por otro lado, la movilidad – el transporte y algún gasto de comida- representa un 20% de una familia tipo", sostuvo.