Guillermo Calvo: "La dolarización es algo que hay que pensar seriamente más adelante"
El economista y profesor de la Universidad de Columbia cree que de esta manera habría una política fiscal y monetaria más confiable; sus proyecciones
El economista Guillermo Calvo es especialista en temas que tienen que ver con la macroeconomía de los mercados emergentes. Específicamente, se ha ocupado de estudiar los flujos de capital y las crisis de balanza de pagos, y es conocido a nivel mundial por haber anticipado la crisis del Efecto Tequila de 1994. En una entrevista telefónica con LA NACION, el profesor de la Universidad de Columbia criticó la mala comunicación del Gobierno y dijo que "en una situación de tormenta, empeora las cosas". Además, indicó que es muy difícil que la Argentina pueda recuperar la confianza ya que ahora no depende solo del país.
-¿Cuánto de lo que ocurrió esta semana se corresponde a errores propios y cuánto a los desajustes macroeconómicos que tiene el país?
–La comunicación del Gobierno ha sido muy mala y hay bastante consenso en ello. He leído que el Presidente salió a hacer un anuncio sin haber consultado suficientemente con el FMI. Eso creó mucha incertidumbre y confusión en el mercado, que es lo último que uno le recomendaría a un Gobierno cuando se está pasando por una tormenta. Con respecto a cómo manejar la herencia, era un problema muy complicado y entonces creo que se justifica que hayan intentado ser gradualistas. Pero cuando uno es gradualista y tiene un déficit fiscal tan grande, necesita tener a los mercados muy dispuestos a financiarlo, para lo cual la claridad es fundamental.
-Y ahora la situación mundial se complicó...
–Sí. Turquía, que siempre se la compara con la Argentina, ha entrado en problemas bastante similares y simplemente el mercado ha empezado a pensar que tal vez estamos entrando en un parate en los mercados de capitales para los emergentes. Es lo que le llamamos sudden stop [freno repentino]. Esto ya pasó en 1998, en 2008 y durante el Efecto Tequila [1994]. Entonces los mercados saben que eso puede pasar y al ver estos dos países, que siempre han sido víctimas de este tipo de episodios, los miran y dicen: "puede ser que vuelva a ocurrir". Además, hay otra razón para que estén preocupados y es que Estados Unidos está subiendo las tasas de interés, lo que tiende a atraer fondos de los emergentes.
-Pero a mitad de año se creía que con el préstamo de US$50.000 millones del FMI la Argentina estaría blindada del exterior.
–Algunos economistas que miran estos números con cuidado me informan que con el adelanto que se está pidiendo al Fondo se garantizan los recursos necesarios hasta diciembre de 2019. Sin embargo, el elevado riesgo país sugiere que el mercado todavía no cree que el gobierno va a llevar a cabo el ajuste fiscal necesario. Además, para que los fondos sean suficientes, es necesario que el país pueda extender la madurez de la deuda preexistente. Eso lo está haciendo el gobierno con las Lebac, pero a tasas de interés elevadas y a bastante corto plazo lo que pone en tela de juicio la factibilidad de esta operación. Además, diciembre de 2019 no es el final de la historia. En agosto de 2019 nos estaremos preguntando sobre qué sucederá en 2020, lo que por el momento no está en el radar, dado que todavía no tenemos ni el presupuesto para 2019. Todo esto ayuda a explicar por qué el blindaje no se lo ve tan sólido desde el punto de vista de los inversores. Además, vale la pena notar, que uno escucha a varios economistas de mercado en programas periodísticas quejándose de la falta de claridad del Gobierno con respecto a estos números. Sospecho que parte del problema es que el Gobierno mismo no tiene una guía de ruta muy clara.
-¿Y cómo se revierte eso?
–Es importante la visita del ministro a Washington esta semana, pero vale la pena notar que el FMI no tiene fondos para ayudarnos si realmente hay un sudden stop que nos impide financiar el programa fiscal, porque, por lo que dije hace un momento, dada la elevada tasa de riesgo país, el programa podría hacer agua ahora o a mediados de 2019, por ejemplo. La situación fue muy diferente con España en 2012, cuando de repente el riesgo país se estaba yendo por las nubes y el Banco Central Europeo dijo: "Haré lo que sea necesario", y se compró toda la deuda española hasta que cayó el riesgo país a niveles muy bajos. Si tuviéramos alguien así, como la Reserva Federal, por ejemplo, que dijese "quédense tranquilos, yo me compro temporariamente toda la deuda argentina", se acabó el problema. Muy probablemente, esta movida bajaría la tasa de interés y la Argentina podría pagar y obtener nuevo financiamiento muy fácilmente. Además, la Reserva Federal terminaría haciendo un buen negocio, como sucedió con el salvataje que le hizo a México en 1995 y a los bancos localizados en Estados Unidos durante la crisis reciente. Lamentablemente, no tenemos un prestamista de última instancia así. El Fondo no hace esas cosas, no puede.
-¿Es lo que pasó con la Argentina en 2001?
–Exactamente. Si nos hubieran comprado la deuda en 2001 y nos hubieran dado un poquito de tiempo, la Argentina sería una campeona mundial, con la suba del precio de la soja que vino después. Eso es lo que le está faltando al mundo: tenemos una arquitectura financiera internacional que no tiene un banco central mundial.
-¿Qué alternativa hay entonces para recuperar la credibilidad?
–Esa pregunta es muy difícil de responder, porque no depende sólo de nosotros, sino del mercado. Al muchachito que está del otro lado del mostrador manejando un fondo no solo le interesa qué es lo que la Argentina planea hacer, sino qué harán los otros muchachitos que están en las diferentes mesas de dinero. Hay una situación de self-fulfilling prophecy (profecías autocumplidas). La Argentina no debería tener problema, pero si los muchachitos no están invirtiendo porque otros muchachitos no están invirtiendo, entonces sí tendrá un problema y la Argentina podría tener que entrar, tarde o temprano, en moratoria. Por eso que los prestamistas de última instancia mundiales serían tan útiles.
-¿Qué puede hacer la Argentina?
–Creo que hace bien en enviar a sus representantes a hablar con el Fondo. Pero me temo que lo único que podrá hacer es aumentar los impuestos o bajar el gasto. Esta es una política procíclica que se suma al aumento de los encajes —otra política procíclica— y que puede profundizar aún más la recesión. Por ejemplo, durante la crisis del Tequila en la que Argentina sufrió un sudden stop, el desempleo se fue de 13% hasta 20%, a pesar de que el banco central disminuyó los encajes de manera significativa. En consecuencia, me temo que en esta oportunidad la política procíclica nos puede ayudar a arreglar los problemas financieros, pero nos podemos encontrar con un problema de desempleo mayúsculo. Por eso es muy importante que estas medidas se consensen con una parte importante de la oposición. En su defecto, el tira-y-afloja de la política puede terminar paralizando el país.
-Este año ya entramos en recesión.
–Yo veo que al Gobierno cuando se le complican las cosas por ese lado afloja. Y si afloja, aumenta el riesgo de ir a una inflación muy alta y hasta podríamos llegar a una hiperinflación acompañada por una tasa de desempleo también alta, un escenario que debería ser evitable.
-¿Qué probabilidad hay de que haya una hiperinflación? ¿Volver al sistema de convertibilidad es una opción?
–En este momento, no, porque hay que arreglar el problema financiero. La dolarización es algo que hay que pensar más seriamente más adelante, porque eso nos puede llegar a ayudar a tener una política fiscal y monetaria más confiable. Mientras la Argentina no haga esto último, no podrá crecer. En este momento yo creo que es prematuro. No aliviaría el problema que es de deuda y déficit de cuenta corriente —y nos quitaría un instrumento, como es la tasa de cambio, que puede ayudar al ajuste—. Pero, hay que tener cautela, dado que corremos el riesgo de caer en una hiperinflación. Habría que recordar que la hiper que tuvimos en 1989 vino luego del plan Austral y el plan Primavera, el primero de los cuales fue muy exitoso en el corto plazo. Sin embargo, en un año y medio, las cosas se fueron de las manos, que terminó en el plan Bonex, una moratoria. La inflación se puede acelerar muy rápidamente. Por el momento está relativamente controlada, pero eso no garantiza que no se escape
-¿Qué opciones hay entonces?
–Lamento decir que todas son complicadas. Requieren ajustes mayores de los que hemos visto. Alguno de esos ajustes podrían forzar a la Argentina a romper contratos. La pueden forzar a un plan Bonex, si se dispara la tasa de inflación. Dujovne es muy buen economista. Ojalá se lo deje operar como economista y con libertad para hacerlo. Usando la tasa de interés temo que no funciona. Porque si la inflación para con esa tasa, nadie la puede pagar. Y si, por otro lado, la inflación no para, la inflación va a estar alrededor del 60%. La tasa de interés es un instrumento que funciona bajo condiciones normales y nosotros la estamos usando para solucionar problemas de fondo. Con ofrecer 60%, estoy pateando el problema para adelante. No aumenta la credibilidad, la puede reducir, que es lo que se está leyendo en los periódicos. El viernes un artículo en el Financial Times (FT) hizo un paralelo entre la Argentina de hoy y la crisis en Inglaterra de 1992, cuando George Soros apostó contra el banco central y ganó —ejemplo que el FT utiliza para ilustrar la posible poca efectividad de las escalofriantes tasas argentinas—.
-¿En conclusión?
–La situación es muy compleja. Sospecho que se optará por un ajuste fiscal, el que acompañado por aumento de encajes, puede profundizar aún más la recesión. Me duele decirlo, pero creo que en el corto plazo estas políticas van a traer aparejados más desempleo y caída del salario real. En ese caso, es muy importante que todas la fuerzas políticas se unan para hacer que el mal trago sea lo más corto posible. Pasado ese trecho y habiendo aprendido la lección, se reanudarán las perspectivas favorables y la Argentina podrá volver a soñar con un futuro mucho más promisorio y sustentable.
MINI BIO.
Cargo: profesor de la Universidad de Columbia, en Nueva York.
Profesión: Economista. Fue quien anticipó la crisis económica del Tequila.
Edad: 77 años.
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