El consumo interno es ahora la nueva esperanza
El ministro de Economía, Roberto Lavagna, cree que el proceso de crecimiento no puede apoyarse sólo en las ventas externas, por eso el Gobierno subió los sueldos para incentivar la demanda interna
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Roberto Lavagna está convencido de que el proceso de crecimiento de la economía no puede estar atado únicamente a la suerte que corran las exportaciones. Ahora considera que el consumo también debe tener un papel relevante para lograr aquel objetivo.
Así se lo hizo saber días atrás a los empresarios reunidos en Rosario durante el segundo encuentro federal del Grupo Industriales (la línea opositora dentro de la Unión Industrial Argentina) cuando les dijo que si el papel de locomotora no incluía al consumo el país no podrá ser estable, sustentable ni asegurar la equidad social.
"Mi posición sobre cómo asegurar el crecimiento no es la que afirma que el proceso debe pivotear sobre las exportaciones, sino la que considera que debe ser un proceso integral. Por sí solas las exportaciones no tienen peso suficiente como para mover el aparato económico", sorprendió el ministro, el mismo que durante la gestión de Eduardo Duhalde alentó un tipo de cambio alto para favorecer al sector exportador.
En tierra santafecina, Lavagna les adelantó a los hombres de negocios que era inexorable una recomposición de los salarios, hecho que finalmente ocurrió seis días después: el Gobierno dispuso el aumento de las jubilaciones mínimas, del salario mínimo y una suba, por decreto, de $ 50 para los trabajadores del sector privado.
"Para que el consumo se expanda, globalmente hablando, es imprescindible que la masa de salarios crezca, y ello está directamente ligado a tres variables que componen la masa de ingresos: los salarios, el número de personas trabajando y las horas hombre trabajadas", dijo, en un discurso que los industriales aplaudieron a rabiar.
De ese modo, la política económica del Gobierno viró. De fomentar una economía basada en la exportación y la sustitución de importaciones, ahora la gestión kirchnerista habla de un proceso de crecimiento integral que le dé al consumo un rol protagónico, mientras permite que el peso se revalúe.
¿Es errada la decisión de Lavagna de buscar el incremento del consumo y para ello disponer aumentos salariales por decreto? Las opiniones de los economistas consultados están bien divididas. Todos coinciden en que el consumo es la madre del crecimiento: el 75% de la demanda total proviene del consumo interno. Pero hay notorias disidencias en lo que respecta al modo elegido para lograr un apalancamiento en la demanda de bienes y servicios.
"No está bien decidir aumentos por decreto; habría que dejar a las empresas y a los trabajadores que definieran ese tema entre ellos, porque se podría alterar la rentabilidad apropiada para cada compañía", alertó Nadín Argañaraz, presidente del Ieral de la Fundación Mediterránea. Consideró, además, que la medida no contribuye a lograr las reglas de juego claras que los privados reclaman.
Desde otro ángulo, Miguel Bein, que integró el equipo económico de José Luis Machinea, cree que quienes opinan que el Estado no debe intervenir lo hacen más por una posición ideológica que por una visión económica. "Está bien que el Estado se meta para inducir el restablecimiento de la normalidad macroeconómica, aunque es cierto que no es una medida aconsejable para hacer de forma periódica. Pero cuando la población perdió el 40% de su capacidad adquisitiva por un shock político y financiero, creo que es valedero que se ayude a recomponer los ingresos", dijo.
Si bien existen diferencias sobre el modo elegido, todos los analistas concluyeron que para que el consumo (público y privado) crezca los salarios deben mejorar y la tasa de desempleo, que hoy está en el 15,6%, debe bajar.
Un trabajo reciente de la Fundación Mediterránea muestra la importancia que el consumo interno tiene para la recuperación del PBI. El informe marca que para fines de este año el consumo privado crecería un 7,7% con relación a 2002. "De este modo el consumo privado estaría contribuyendo un 5,1% a la variación del producto bruto reemplazando el rol de locomotora que tuvo la sustitución de importaciones, que en 2002 evitó que la caída del PBI fuera mayor que el 10,9% verificado", expresa.
Así y todo, aunque Argañaraz consideró que incentivar el consumo es positivo porque ocasionará una mayor demanda de bienes, se preguntó de dónde saldrá la inversión cuando las industrias requieran mayor capacidad de producción y ya se haya utilizado la actual capacidad ociosa.
A juzgar de Lavagna, en la actualidad las inversiones están creciendo a un ritmo del 35% anual, aunque reconoció que la perspectiva de rentabilidad y el marco sociopolítico y jurídico son fundamentales para que los desembolsos se ejecuten.
El gobierno de Kirchner apuesta fuertemente a acortar la brecha del 15% que existe entre el producto real (la capacidad de producción que se está usando) y el producto potencial (la capacidad de producción de la economía). Reducir esa diferencia usando la capacidad ociosa disponible que tiene el país es posible si se impulsa el consumo, repiten en Economía.
De ahí que el titular del Palacio de Hacienda opine que el consumo cumple una función económica porque acelera el crecimiento y el uso de recursos existentes, además de atender la situación social.
La desconfianza
Mientras en el Gobierno se las ingenian para promover la adquisición de bienes y servicios por parte de la población que tiene trabajo, el índice de confianza del consumidor (ICC) que elabora la Universidad Torcuato Di Tella (y que para Lavagna es el único marcador "serio") no está reportando buenas noticias.
El índice nacional terminó en noviembre con un descenso de 0,99 punto con respecto a octubre y registró la cuarta caída consecutiva, confirmando una tendencia negativa. Igual, el dato en sí es el brusco descenso del subindicador del Gran Buenos Aires (cayó 6% con respecto a octubre) y el incremento del 5% en el interior.
Luciana Monteverde, analista a cargo del indicador (creado sobre la base de la metodología del índice diseñado por la Universidad de Michigan), dijo que después de las importantes subas que registró el ICC se está ante un proceso de estabilización.
"Nunca los resultados son iguales porque las respuestas dependen mucho del estado de ánimo de la persona justo el día en que la consultan. El Gran Buenos Aires es una zona bastante volátil; cuando se instaló el tema de los secuestros daba mal. El marcador sirve para medir el clima que hay en la economía y muestra la percepción de decidirse o no a consumir, pero las respuestas que da la gente son influidas por distintos hechos", explicó a LA NACION.
Sin seguirle el pulso a ese indicador, el economista Ricardo Delgado, de Ecolatina (consultora creada por Lavagna), dijo que las expectativas de consumo son favorables y que así lo muestran los indicadores que miden el consumo de servicios, los despachos de cemento y las ventas de supermercados, entre otros.
"Hay que tener en cuenta que estamos comparando con 2002, que tuvo los peores índices de todas las décadas, pero hay un evidente efecto desahorro del colchón de los dólares. El tipo de cambio real sigue bajando y para muchos ya no es un refugio. Por eso, la gente se dispone a satisfacer el consumo que postergó durante cinco años y cambia el auto, la heladera, el microondas. Dice: éste el momento de hacerlo", consideró.
Pese a eso, dejó en claro que el crédito está apareciendo muy tibiamente y que siguen faltando mecanismos para financiar esa demanda. "Apostar al consumo es un proceso de largo aliento, jamás podría hablarse de que habrá un boom", subrayó.
En cambio, para Aldo Abram, de la consultora Exante, que una persona decida cambiar el auto, ir más seguido a la peluquería o no privarse de comer afuera no se logra tan sólo poniendo más plata en el bolsillo de los trabajadores, sino creando confianza.
"Creer que con un decreto se puede hacer subir el consumo es ser un ingenuo. Le sacan a uno para darle a otro; las cosas no son así. Para que la demanda total (inversión + consumo) crezca se debe generar mayor expectativa futura, dar confianza, certidumbre. Además se está beneficiando sólo al que tiene trabajo, eso hay que tenerlo en cuenta", opinó.
El analista resaltó que la medida puede perjudicar más de lo que ayudaría. "Se están aumentando los precios de producción, entonces un empresario puede pensar, ¿para qué voy a tomar más empleados? ¿Me producirá por los $ 50 que ahora me cuesta? Conclusión, no lo toma", dijo.
Delgado reconoció que la intervención estatal en los salarios privados puede incentivar el trabajo informal, pero opinó que ansía que no sea una política permanente. Para Abram, los dos aumentos que otorgó el Estado sobre los sueldos privados deja en el aire la sensación de que puede meterse otra vez, en cualquier momento.
En cambio, Miguel Bein fue tajante al decir que el impacto en las empresas no será fuerte. "No conozco a nadie que haya tenido que bajar su consumo familiar para darles aumento a sus empleados. Pueden ingresar capital, sacar la plata del "Colchon Bank" o tomar algún crédito. La situación no se recompondrá rápidamente, pero la reactivación debe venir de la mano del consumo", aseveró.
Además, dijo que el hecho de que las exportaciones de manufacturas de origen industrial sigan cayendo despertó una luz de alerta y le hizo tomar conciencia al Gobierno de la importancia de promover las ventas fronteras adentro.
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