El futuro de la inflación en el mundo, bajo un manto de incertidumbre
Cuando comienzan a aliviarse las trabas que afectan a las cadenas de producción, los salarios y las expectativas de las compañías y de la población respecto de los precios en alza son factores que indican la continuidad del problema
LONDRES.– Las malas noticias sobre la inflación no cesan. Con un índice interanual superior al 9% en todo el mundo rico, es un nivel récord desde la década de 1980, y nunca ha habido tantas “sorpresas inflacionarias”, con datos que resultan más elevados de lo que pronosticaban los economistas.
La situación golpea fuertemente a la economía y a los mercados financieros. Los bancos centrales están aumentando las tasas de interés y terminando con los planes de compra de bonos, aplastando así a las acciones. La confianza de los consumidores en muchos lugares ahora está aún más baja que en los primeros tiempos de la pandemia del Covid-19. Los indicadores económicos en “tiempo real” de todo, desde la actividad inmobiliaria hasta el producto manufacturero, sugieren que el crecimiento económico se desacelera fuertemente.
Lo que pase con los precios al consumidor es, por lo tanto, una de las cuestiones más importantes para la economía global. Muchos pronosticadores prevén que la inflación anual pronto retrocederá, en parte debido a que los fuertes incrementos de los precios de las commodities dejarán de tener fuerte impacto en la comparación año contra año. Según sus últimas proyecciones económicas, por ejemplo, la Reserva Federal espera que la inflación anual en Estados Unidos (medida por el índice de gasto en consumo personal) caiga del 5,2% al finalizar este año, a 2,6% para finales de 2023.
Se podría perdonar que uno no tome estos pronósticos muy seriamente. Al fin de cuentas, la mayoría de los economistas no vio venir el aumento inflacionario y luego predijeron equivocadamente que el problema desaparecería rápidamente. En un trabajo publicado en mayo último, Jeremy Rudd de la Fed, dijo algo provocativo: “Nuestra comprensión de cómo funciona la economía –así como nuestra capacidad de predecir los efectos de shocks y las acciones políticas– desde mi punto de vista no es mejor hoy de lo que era en la década de 1960″. El camino futuro de la inflación, en gran medida, está cubierto por un manto de incertidumbre.
Algunos indicadores apuntan a más presiones en el corto plazo sobre los precios. La consultora Alternative Macro Signals procesa millones de artículos informativos con un modelo para construir un “índice de noticias de presiones inflacionarias”. Los resultados, que se anticipan a las cifras oficiales de suba de precios, miden no solo con qué frecuencia se menciona las presiones sobre los precios, sino también si el flujo de las noticias sugiere que se acumulan las presiones. Tanto para Estados Unidos como para el área del euro, el índice sigue muy por encima de 50, lo que indica que las presiones siguen creciendo.
La caída de precios de las commodities podría ayudar a contener las llamas inflacionarias, pero hay suficientes indicadores de precios futuros que apuntan en el sentido contrario
Quienes se preocupan por la inflación pueden señalar otros tres indicadores que sugieren que es improbable que el mundo rico vuelva pronto a la norma previa a la pandemia de un crecimiento bajo y estable de los precios: el creciente aumento de los salarios y los incrementos en las expectativas inflacionarias, tanto de los consumidores como de las compañías. Si estos elementos se mantienen, podrían contribuir juntos a lo que el Banco de Conciliaciones Internacionales (BCI), el banco central para los bancos centrales, describe en un informe publicado el 26 de junio pasado como un “punto de inflexión”. Más allá de este punto, alerta el BCI, podría diseminarse y enraizarse “una psicología inflacionaria”.
Crecen las evidencias de que los trabajadores comienzan a negociar salarios más elevados. Esto podría crear otra ronda de incrementos de precios. Un estudio del banco de España sugiere que la mitad de los acuerdos de convenios colectivos firmados para 2023 contienen “cláusulas de indexación”, lo que significa que los salarios van atados automáticamente a la inflación, comparado con un quinto de los acuerdos que preveían tal cosa antes de la pandemia.
En Alemania, uno de los sindicatos pidió un aumento del 7%/8% para casi 4 millones de trabajadores del sector metalúrgico y de ingeniería, aunque probablemente obtenga la mitad de eso. En Gran Bretaña, los trabajadores ferroviarios fueron al paro reclamando un alza salarial del 7%, aunque no está claro si tendrán éxito.
Todo esto hará que la subida de los salarios se recaliente aún más. Un índice para el grupo de países del G10, compilado por el banco Goldman Sachs, está trepando casi verticalmente. Una medida de la presión salarial de Alternative Macro Signals se muestra similarmente animada. Y los pisos salariales también están subiendo. Los Países Bajos están adelantando un aumento del salario mínimo; este mes, Alemania aprobó una ley aumentando su mínimo en un quinto. El 15 de junio la agencia de relaciones industriales de Australia elevó el piso salarial 5,2%, más del doble del incremento que hubo en 2021.
El crecimiento más acelerado de los salarios refleja, en parte, las expectativas más elevadas del público respecto de la inflación futura, la segunda razón para preocuparse con respecto a la continuidad de la inflación. En Estados Unidos, las expectativas respecto de los incrementos promedio de los precios en el corto plazo están subiendo rápidamente. El ciudadano canadiense promedio dice que se prepara para una inflación del 7% en 2023, el nivel más elevado de cualquier país rico.
Incluso en Japón, donde los precios rara vez cambian, las opiniones están modificándose. Hace un año, un estudio del Banco Central encontró que solo el 8% de la gente creía que los precios subirían “significativamente” en el año por delante (por cierto, los precios al consumidor solo subieron 2,5% en los 12 meses hasta abril). Ahora, sin embargo, el 20% de los japoneses consideran que eso sucederá.
El tercer factor se relaciona con las expectativas de las compañías. Las expectativas inflacionarias de los minoristas están en un nivel récord en un tercio de los países de la Unión Europea. Un estudio del Banco de Inglaterra sugiere que los precios de la ropa de las colecciones de otoño e invierno en Gran Bretaña serán entre 7% y 10% más altos que hace un año.
Menor tolerancia
La Fed de Dallas encuentra evidencias tentativas de que los clientes están menos dispuestos a tolerar incrementos de precios que antes; un encuestado del sector de alquileres y arrendamientos se quejó de que “se está volviendo más difícil traspasar los incrementos de precios del 20% al 30% que hemos recibido de los fabricantes”. Pero eso, simplemente, apunta a un nivel más bajo de inflación elevada.
La gran esperanza de una inflación más baja se relaciona con el precio de los bienes. Rápidos incrementos en los precios de los autos, las heladeras y cosas similares, vinculados en parte a las trabas en las cadenas de producción, impulsaron el aumento inflacionario el año pasado. Ahora hay alguna evidencia de que eso se revierte.
El costo del transporte de productos de Shanghai a Los Ángeles ha caído un cuarto desde comienzos de marzo. En los últimos meses, muchos comercializadores minoristas gastaron grandes sumas para asegurarse de tener las estanterías cubiertas. Muchos están bajando los precios para reducir los stocks. En Estados Unidos, la producción de autos finalmente está aumentando, lo que podría hacer bajar algunos de los incrementos de precios escandalosos de unidades usadas que se vieron el año pasado.
En teoría, la caída de los precios de los bienes podría ayudar a contener las llamas inflacionarias en el mundo rico, aliviando la crisis del costo de vida, dando a los bancos centrales un respiro y apuntalando a los mercados financieros. Pero, dado que hay suficientes indicadores de precios futuros que apuntan en sentido contrario, es más improbable que ello suceda. No se sorprenda si la inflación sigue rugiendo todavía por un tiempo. © The Economist
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