En búsqueda del eslabón perdido de la economía
El ingenio de algunas ramas emergentes de la economía y la explosión de tecnologías llevan a pensar en la unificación de los dos terrenos de estudio, que avanzaron de forma dispar
Quienes tienen más de 40 años tal vez recuerden una serie animada francesa (que tuvo su versión en 27 fascículos de cómics que se vendían en los quioscos de diarios), producida a fines de los 70, Érase una vez el hombre, que contaba la historia de la humanidad para una audiencia infantil. Allí, varios personajes (El Maestro, Pedro, El Gordo, Flor, Tiñoso) aparecían en distintos momentos históricos. La Edad de Piedra recorría una evolución lineal: el fascículo 2 se centraba en "El Hombre de Neanderthal"; el 3, en "El Hombre de Cromagnon", y transitando esta línea de tiempo finalmente llegaba, en la punta de la pirámide de la evolución, el actual Homo sapiens.
Este enfoque fue invalidado en las décadas siguientes (y en particular en los últimos años) por la antropología genética (o biológica), una de las disciplinas con mayores avances en lo que va del siglo. A partir de estudios de ADN se pudo determinar que la evolución humana tiene un mapa de un árbol con alta densidad de ramas, o de tipos de ancestros que coexistieron en el tiempo (los neandertales conocieron y se relacionaron con los sapiens y, a su vez, hubo otras ramas, como los floresiensis, denisovanos, etcétera).
Esta "crisis de identidad del Homo sapiens" está teniendo un recorrido en espejo en la teoría económica. "No hay un solo homo economicus, sino más bien un homo microeconomicus y un homo macroeconomicus que, desde la década del 80, divergieron -plantea el economista argentino Lucio Castro a LA NACION-; en la actualidad, gracias al ingenio de algunas ramas emergentes en la economía y a la explosión de datos y nuevas tecnologías, estamos más cerca de la unificación de ambos terrenos, y de encontrar a un hipotético 'eslabón perdido' entre la macroeconomía y la microeconomía".
Castro es director del BID por la silla de Argentina y Haití, con base en Washington. La micro y la macro, cuenta, evolucionaron de manera muy distinta desde hace ya más de 30 años. En la micro se produjo la denominada "revolución de la identificación", que mediante experimentos controlados aleatorios y nuevas herramientas estadísticas permitieron establecer relaciones causales y responder preguntas no siempre relevantes (por ejemplo, las que aparecen en la saga Freaknomics, comosi los torneos de sumo están arreglados, etcétera). Por otro camino, la macro se concentró en modelos estocásticos de equilibrio general, mapas muy elegantes a nivel matemático pero con serios problemas para explicar la realidad y formular predicciones.
Por separado, tanto el homo macroeconomicus como el homo microeconomicus vienen recibiendo un intenso fuego cruzado. La macro, especialmente por no haber previsto la crisis de 2008 y por haber fallado en morigerarla. Y a la micro se la acusa de irrelevancia. En un reciente tuit, Dany Rodrick sostuvo: "Creo que la 'revolución de credibilidad' mejoró mucho a la economía, no tengo problema con ello. Pero creo que muy a menudo nos hace parecer (a los economistas) como a esos borrachos que buscan a la noche las llaves perdidas de su casa solo en el lugar que está iluminado".
Estrella emergente
Quien mejor está estudiando y trabajando en este "puente" entre ambas avenidas, agrega Castro, es una estrella emergente de la teoría económica: Emi Nakamura, quien semanas atrás ganó la muy prestigiosa medalla Clark, que premia a economistas estadounidenses de menos de 40 años y está considerada una antesala del Nobel.
Fue un galardón muy particular y simbólico, por varios motivos. Nakamura es la cuarta mujer en obtenerla (anteriormente lo hicieron Susan Athey, Esther Dufflo y Amy Finkelstein), pero la primera macroeconomista en lograrlo: en este subcampo la gran mayoría son hombres. A su vez, hacía más de 20 años que la medalla Clark no se daba a alguien del terreno de la macro: el último fue Lawrence Summers en 1993, lo cual refleja de alguna forma el estancamiento de la teoría.
Nakamura investiga y da clases en la Universidad de California, en Berkeley, y obtuvo su doctorado en Harvard en 2008, el año de la gran crisis. "La macro es contracíclica", sostuvo en una entrevista: el campo se está regenerando justamente cuando las críticas se vuelven una lluvia torrencial. La medalla Clark es una señal de que en este territorio están sucediendo cosas interesantes.
Nakamura tiene un historial prolífico de investigaciones, pero sus estudios más conocidos tienen que ver con la rigidez en la fijación de precios, un elemento central de la teoría neo-keynesiana para explicar las grandes recesiones. Pero Nakamura, al contrario que la gran mayoría de sus colegas macroeconomistas, no se queda con la elegancia matemática de los modelos teóricos, sino que se "arremanga" en bases de datos originales y masivas, con herramientas estadísticas de frontera (en la mejor tradición de la micro empírica) para identificar efectos agregados que la teoría pura falló en explicar o anticipar.
Por ejemplo, trabajó con gastos militares en épocas de guerra a nivel muy localizado para determinar efectos multiplicadores en la demanda (un "experimento natural" muy típico en la revolución de identificación, pero aplicado a agregados macro); o con enormes bases de datos de precios y salarios públicas y privadas para medir fluctuaciones y grados de flexibilidad de estas variables que aportaron nueva evidencia de mucho valor, por ejemplo, para los bancos centrales. En una era en la que en los países más ricos la inflación parece un problema del pasado, "el premio a Nakamura tiene de alguna forma un sabor argentino", escribió en un artículo en El Economista el profesor de la UBA Pablo Mira.
"La macro y la meteorología son similares en dos aspectos: lidian con sistemas altamente complejos y tienen dificultades para realizar pronósticos certeros. Pero los avances recientes en la macro empírica abren espacio a la esperanza. Antes la gente les pedía (por el tiempo) a los dioses y ahora mira el pronóstico meteorológico", sostuvo Nakamura. En la macro, prosigue, los debates suelen estar basados en creencias como resultado de la ausencia de evidencia sólida sobre el impacto de las políticas económicas.
Para Castro, la economista ganadora de la medalla Clark, "es una macroeconomista obsesionada con utilizar datos para establecer relaciones causales que permitan responder preguntas cruciales tales como cuáles son los verdaderos impactos de la política monetaria y fiscal, o las causas de los ciclos económicos, entre otras".
El homo microeconomicus y el homo macroeconomicus aún recorren caminos separados y están lejos de haberse fusionado, pero se miran con menos desconfianza y complementan sus fortalezas. Hay una "mesa de consenso", apalancada en creatividad y nuevas tecnologías, de la mano de la ascendente y creciente macro empírica.
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