Cadáveres corporativos: cómo hacer de la muerte profesional una oportunidad de crecimiento
La carrera en las empresas está llena de sorpresas y aún en los momentos más difíciles hay posibilidades de reinventarse
Muchos ejecutivos hablan de haber entrado, en algún momento de su vida profesional, en una recta final donde no veían la luz al final del túnel sino la muerte en esa organización.
¿Cómo reconocer cuando uno está en camino de convertirse en cadáver profesional? A continuación, una serie de tips para convertir la muerte corporativa en una oportunidad de crecimiento personal.
Las causas de defunción
Fusilamiento: Mauro trabajaba en un banco de inversión. Hace cuatro años le llegó la posibilidad de expatriarse. "Me ofrecen ir a instalarme en México para tomar la posición regional en el área de sistemas. Sin lugar a duda un reconocimiento a mi trayectoria ya mi performance. Sin embargo, declino la oferta ya que consideré que no era mi momento familiar para dar ese paso. A partir de ese momento mi carrera entró en una especie de congeladora que terminó, dos años después, con mi salida de la organización". Lo que puede parecer una posibilidad de desarrollo o ascenso se transforma en un boomerang si el directivo rechaza la oferta. El ser un alto potencial puede blindar a la persona de decir no una vez, pero la paciencia organizacional tiene un límite.
Enfermedad terminal: como en la medicina hay varias estrategias para evitar el contagio. La primera es la vacunación. Por ejemplo, cuando se sabe que en una empresa hubo varios muertos por resistir los arbitrios del gerente general, lo mejor es el bajo perfil apenas se haya ingresado en la compañía. Esta suele ser una buena manera de desarrollar anticuerpos suficientes para estar protegido frente a colegas enfermos más osados. Si el contagio se produjo en el trabajo anterior hay que tratarlo antes de ingresar en el nuevo o aplicar medicina paliativa para evitar los síntomas e impedir que los demás se den cuenta. Desde luego, alejarse de los enfermos corporativos desde el mismo momento en el que se declaró la enfermedad (o antes, si la vemos venir) es imprescindible. Los contagiados son fáciles de identificar porque nadie se acerca a ellos.
Suicidio: el suicidio profesional es un acto voluntario que requiere preparación y un temple especial. No es para cualquiera, pero es una forma digna de abandonar una organización. Un suicida exitoso no avisa (si falla en su primer intento genera el estigma de fracasado y pierde el respeto de sus colegas) y consigue estimular la culpa de los que quedan vivos. Trabajo nuevo es una nueva oportunidad para bajar los decibeles y el perfil de aquellos que, en un trabajo anterior, eran suicidas. En cuanto al método, un portazo a un director influyente, seducir a la secretaria del jefe en la oficina o rayar con la llave el nuevo auto alemán del presidente de la compañía mientras se sonríe a la cámara de seguridad son técnicas infalibles. Hay una forma de suicidio que tiene el valor agregado de cobrar cuentas pendientes. En lugar de dejar atrás la tradicional nota, se puede enviar un mail con copia a toda la empresa (una suerte de bomba corporativa) y dejar un tendal. Recordemos a whistleblowers como Mark Felt (caso Watergate), Linda Tripp (caso Monica Lewinsky) o al más reciente Julian Assange (Wikileaks) que pasaron -de manera literal- a la inmortalidad luego de su suicidio corporativo.
Vida después de la muerte
La morgue: como en los hospitales, la morgue organizacional es un lugar frío y lúgubre. Nadie quiere estar ahí. Sin embargo, para el cadáver organizacional puede ser una oportunidad. La morgue es un limbo ya no se pertenece al mundo de los vivos pero todavía no se llegó al cementerio. Como se puede ver en las películas policiales (asumimos que el lector no suele frecuentar estos sitios), hay personas que disfrutan investigando cadáveres. Los detectives y algunos médicos (vaya un homenaje CSI y a Dr. House) son expertos en conseguir que los cuerpos inertes les hablen. Ellos disfrutan descubriendo las causas (y los causantes) de su muerte. En las empresas estos personajes pueden adoptar la forma de coaches ejecutivos o de mentores que peinan canas y quieren dejar un legado en la organización (sí, algunos quedan). No hay que desaprovecharlos. Puede que sean capaces de acudir al rescate y de transformar un cuerpo sin vida en un zombi, la próxima categoría que analizaremos.
Los zombis: son seres creados por medio de alguna clase de magia a partir de los cuerpos de personas muertas. Aterrorizan a los mortales y los persiguen para transformarlos en uno más de su tribu. Una de sus versiones más espantosas es la de los zombis-vampiros que chupan la sangre de sus víctimas antes de conquistarlas. Las empresas están llenas de estos personajes.
Lejos de ser una maldición, ser un zombi tiene varias ventajas. En primer lugar, los mortales tienen terror de los zombis, lo que les da margen para actuar a su antojo. El zombi organizacional está jugado y además probó que es capaz de vencer a la muerte misma. Después de semejante logro, ¿quién se atrevería a desafiar a un personaje así? Si además de zombi es vampiro conviene hacerse amigo. Es casi seguro que llegará a lo más alto de la organización nutriéndose de la sangre de otros. Sólo hay que cuidarse de sus colmillos las noches de luna llena o ir a todas partes con una estaca de madera. No es necesario dar ejemplos de chupasangres ya que el lector conoce los suficientes.
El velorio: aunque tiene algunos puntos en común con la morgue, la diferencia principal es que no se puede esperar ayuda de otros: se debe salir del cajón con los propios medios, algo nada fácil. A pesar de eso hay esperanza, no son pocos los casos de cadáveres que se despertaron rodeados de velones y de coronas de flores. Son aquellos que, cuando nadie lo esperaba ya que los estaban velando, logran sorprender con resultados increíbles.
El entierro: haber llegado a esta instancia es una muestra de incompetencia. Aún así existen esperanzas, aunque en otra compañía en la que se tendrá la posibilidad de aplicar todos los aprendizajes adquiridos. Se podría decir que cadáver organizacional completo renace en la siguiente vida corporativa.
La cremación: es la única situación irreversible y se debe evitar a toda costa. La cremación deja al cadáver organizacional fuera de juego para siempre. Está liquidado, caput. Solo queda conseguir un retiro tranquilo en las sierras de Córdoba o en el cuarto de un asilo.
Como vimos, convertirse en un cadáver corporativo no siempre es el final del juego. Por el contrario, la situación puede acarrear una interesante serie de ventajas. Si se adquiere la habilidad suficiente como para aprovechar las distintas oportunidades, se podría decir -parafraseando a Nietzsche- que lo que no liquida, fortalece.
Los autores son profesores de la Universidad Torcuato Di Tella (UTDT)