El Gobierno debe ejemplificar con las jubilaciones y el empleo
El triunfo electoral de Cambiemos es un paso más, significativo, en el proceso de alejamiento del populismo y una nueva oportunidad histórica para el país. Pero consolidar este nuevo camino depende de cómo el Gobierno interprete el resultado. Un colega sugirió que creerá que "la gente votó a favor del cambio en lo político y el gradualismo en lo económico".
Parte del Gobierno debe estar tentada con la continuidad del gradualismo. Le rindió bien en las elecciones y no obstó para la recuperación de la economía. Además, el financiamiento estará más disponible que antes, luego de la derrota K y la crisis del peronismo tradicional, y porque serán lentos la Reserva Federal en subir las tasas y el Banco Central Europeo en desarmar los estímulos monetarios.
Ello implicaría convivir con el enorme e ineficiente gasto público, una altísima presión tributaria, un elevado déficit fiscal, un Banco Central que sigue endeudándose en Lebac para financiar al Tesoro, una fuerte necesidad de financiamiento en los mercados para pagar vencimientos y cubrir el desequilibrio, y más atraso cambiario.
Desde el regreso de la democracia hubo otras dos oportunidades. Una, con Raúl Alfonsín, que terminó en hiperinflación. Otra, con Menem, que vía Alianza terminó en la crisis de 2001. En ambos casos las razones fueron los desequilibrios fiscales, aun con niveles de gasto público y presión tributaria muy inferiores a los actuales. La economía solo ha entrado, por ahora, en el inicio de la fase expansiva del ciclo. Para continuar la recuperación y convertirla en crecimiento y transformación faltan muchas condiciones. La inacción puede, en algún momento, cobrar su precio, si no en crisis sí en mediocridad.
El discurso de Macri confirmó que el Presidente tiene el rumbo claro y correcto. Se centró en tres ejes que están, sin duda, en la base del fracaso de la Argentina. El gasto público, el déficit y la responsabilidad fiscal, la reforma laboral y la creación de empleo, y la calidad institucional. Generó optimismo y dio la impresión de que se salía del gradualismo para ir a un reformismo acelerado.
Pero las primeras medidas que trascendieron contradicen esa expectativa. Es notable que el Presidente haya sido tan lúcido y gráfico en señalar los excesos rocambolescos del empleo público y la corrupción que lo acompaña, y no haya trascendido una sola medida para corregirlos y reducir su peso. Así, el gasto público seguirá siendo rehén de la clase política, y ello explica la escasez de la reforma tributaria que anunció Nicolás Dujovne.
Más aún, el proyecto de ley de responsabilidad fiscal admite que el empleo público siga aumentando a la tasa de crecimiento demográfico en lugar de, para empezar, congelar las vacantes y dejar, al menos, que el empleo público caiga anualmente por los que se jubilan, los empleados que fallecen y aquellos que renuncian. Y, también, el Presidente podría haber comprado credibilidad haciendo una autocrítica, ya que desde su asunción se incrementó el empleo público, y también distintos analistas han hecho notar la incursión en los vicios de nepotismo y amiguismo en la cobertura de puestos públicos.
Del mismo modo, el proyecto de ley de responsabilidad fiscal prohíbe contratar nuevos empleados públicos durante los seis meses previos a un cambio de administración. Pero ¿qué puede limitar que las incorporaciones se hagan antes? Nada.
Por otra parte, trascendió que la principal medida individual de ahorro de gasto -aparte de la correcta disminución de los subsidios prevista en el Presupuesto- sería el cambio en la fórmula de ajuste de las jubilaciones. Es indudable que por múltiples razones el sistema previsional argentino tiene un fuerte desequilibrio y requiere reformas.
Cambio de fórmula
El cambio en la fórmula de ajuste debería comenzar cuando la inflación sea menor y haya mayor estabilidad en las variables nominales. De otro modo, el financiamiento del Tesoro con la demora que se vio en 2016 y 2017 del plan de Reparación Histórica, unido a un inmediato cambio de fórmula, hará que cualquier reforma razonable sea difícil de ser aprobada en el Congreso alimentando, además, a la oposición más ideologizada.
Además, el Gobierno tiene que comprar autoridad moral para ir adelante con este proyecto. Y lo debe hacer de dos formas. Debe formular un proyecto de ley para terminar de manera inmediata con todos los regímenes de jubilación de privilegio de la clase política. Y como punto de partida, todos los funcionarios del oficialismo que han accedido a posiciones en el sector público por la vía política, deben renunciar a sus jubilaciones de privilegio. Vidal y Ocaña ya han manifestado que están dispuestas a liderar el rumbo en este punto.
A diferencia del discurso del Presidente, no hay en las medidas señales de que cambie el gradualismo de los dos años previos. El gradualismo compró recuperación. No está claro que compre crecimiento y transformación.
El autor es economista y ex gerente general del Banco Central
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