Historias. Vivía en un pueblo rural ghanés, estudió en Harvard y está enamorado de la Argentina
La historia geolocalizada del ghanés Pascal Mensah incluye destinos tan disímiles como un pueblo en Ghana de 2000 habitantes, Surinam y Massachussetts, en Estados Unidos. Su derrotero empezó en un lugar que no le ofrecía más oportunidades que ser empleado doméstico o trabajador del campo, y siguió con acceso a una de las mejores universidades del mundo y, más adelante, en un organismo multilateral.
Su mundo lleno de oportunidades empezó a gestarse cuando él tenía cinco años. A esa edad acompañaba a su padre a trabajar como empleado doméstico en la casa de un estadounidense. "Lo chamuyaba para acompañarlo y ayudarlo, pero terminé jugando con los hijos adoptados de su jefe, y crecimos juntos", relató en perfecto "argentino".
Esa familia se mudó por trabajo y lo invitaron a Mensah a ir con ellos. "Mi viejo estudió hasta tercer grado, y una de las cosas que siempre quiso es que todos sus hijos tengan la oportunidad de estudiar", describió. Él tenía 10 años cuando se le abrió la oportunidad, así que no pudo involucrarse demasiado en la decisión. Se fue a Surinam junto con esa familia.
En Surinam, en ese momento Guayana Holandesa, vivió siete años, dos de ellos en medio de la selva. "El primer paso fue inscribirme en un colegio internacional con inglés y un sistema de educación analítica. En Ghana se trataba de memorizar y repetir lo que veías", dijo. Se dio cuenta rápido de que no tenía el nivel de inglés requerido.
"Me quedaba en el fondo de la clase rezándole a Dios para que me dé el poder de ser invisible. Nunca lo logré: éramos seis en el aula y yo era el único negro", se rió. Paso a paso fue entendiendo la oportunidad ante la que se encontraba, hasta que en un momento decidió hacerse responsable de su educación. Estudió horas y horas inglés en la biblioteca para ponerse al día con sus compañeros.
"En el pueblo con mis seis hermanos siempre soñábamos con ser empresarios, abogados o profesionales de fútbol, pero estábamos rodeados de empleados domésticos o de gente que trabajaba en el campo. Podíamos soñar, pero no teníamos ejemplos. Ahí me cayó la ficha de que de repente estaba rodeado de esa gente [en Surinam] y ahí hubo un click", explicó.
Relató que no sufría el desarraigo, porque estaba tan ocupado en descubrir un mundo nuevo que no tuvo tiempo de extrañar su hogar. "Salí de un pueblo agrícola donde vivía con chaucha y palito y llegué a un lugar que es una ciudad. En el viaje fue la primera vez que vi un avión, agua corriente y un inodoro. Había tanto para procesar que no tuve tiempo de sentir el desarraigo", apuntó.
Para comunicarse con su familia, tenía que llamar a la iglesia cercana los domingos y alguien tenía que acercarse a su hogar de la infancia para avisarle su madre que su hijo la estaba buscando. Hace unos años el diálogo se facilitó con ayuda de un celular que Mensah llevó en uno de sus viajes.
De Harvard a la crisis existencial
Más adelante, terminó el secundario en Estados Unidos y estudió Ciencias Políticas en Harvard. Cuando estaba por terminar la carrera, comenzó a sentir una crisis existencial. "Tenía una sensación muy fuerte de aprovechar esa oportunidad para solucionar todos los problemas que tiene la comunidad que me había apoyado durante tanto tiempo, pero me encontré con que no sabía qué podía hacer", describió.
Así relató su paso por la crisis personal: "Cuando uno se da cuenta de todos los privilegios que lo rodean y encima no encuentra la manera de aprovechar estas oportunidades, es una frustración gigante que se sufre bastante".
En ese momento tuvo otra oportunidad que lo ayudó a salir de su crisis. Obtuvo una beca de la familia Rockefeller para poder pasar un año sabático y explorarse durante esa crisis. "Fue tratar de encontrar qué tenía para aportar al mundo. Creo que los millennials estamos fascinados con la idea de cambiar el mundo ya. Ese punto de vista que tienen nuestros padres de que es 'paso a paso' no la tenemos muchos de nosotros, queremos hacer todo ya", dijo.
"El plan era venir acá por un año a trabajar en el campo y después volver a Estados Unidos, pero hace casi cinco años que estoy acá -cerró-. Me compraron con el chamuyo y me quedé, veremos cuánto dura ese chamuyo".
Hoy es consultor en la Corporación Financiera Internacional, una institución a cargo del Banco Mundial encargada de promover el desarrollo económico de los países a través del sector privado.
Un viaje lleno de oportunidades y esfuerzo
Con su viaje de superación personal que, por ahora, sigue en la Argentina, Pascal Mensah fue uno de los oradores del encuentro Millennial - Desafíos de la vida profesional que organiza la Asociación de Profesionales Coreanos en la Argentina (APCA) y la Embajada de la República de Corea en la República Argentina. Conmovió a la audiencia con su relato de cómo se sobrepuso a un contexto de falta de oportunidades con esfuerzo y valentía.
Mi Hee Kim es la presidenta de APCA y quien convocó a Mensah para que contara su historia frente a decenas de jóvenes en el encuentro.
"Es la primera vez que convocamos disertantes fuera de la comunidad coreana. La idea es abrirse como sociedad y así lo hicimos", explicó la líder de la comunidad coreana. Señaló que hay unos 70 compatriotas que integran APCA y que coinciden en que hay que construir "una esperanza hacia el futuro" para los jóvenes e incentivarlos a que busquen la formación educativa.