La Argentina de los precios subsidiados
Cada vez hay más productos y servicios que no reflejan en el mercado interno el verdadero valor; para este año, se estima que el Estado gastará más de 5000 millones de pesos para mantener quietos los precios, y todo hace presumir que cada vez será más difícil sincerar este aspecto de la economía
Es imposible que un ciudadano común no se tope a diario con los subsidios que cruzan la economía argentina, aun sin darse cuenta.
Juan, por ejemplo, se despierta a la mañana y enciende la luz, cuya generación está subsidiada. Prende una hornalla con gas subsidiado y luego se prepara un desayuno. Café con leche subsidiada, galletitas elaboradas con harina también subsidiada y manteca, cuya base es la leche también subsidiada, bien podría ser el menú. Todo, transportado a sus puntos de ventas mediante camiones que tienen el gasoil subsidiado y que no pagan peajes. Finalmente, para llegar a su trabajo, tomará un tren, un colectivo o un subterráneo, también subsidiado.
La escena no es más que una simulación de lo que sucede a diario con la economía argentina. Con la nueva generación de subsidios que el Gobierno otorgó a los productores de materias primas –la leche, el pollo, los porcinos, el aceite y el trigo–, la economía de la Argentina ha quedado definitivamente atravesada por dinero público que distorsiona cada vez más los precios internos de los bienes y servicios.
Si las tendencias se confirman, este año los subsidios directos al consumo sumarán algo así como cinco mil millones de pesos. Allí habrá dinero para el transporte y para la generación de energía, además de los flamantes montos que se llevan los productores de materias primas con el nombre de compensaciones.
Claro que ése es el piso de subsidios. Los cada vez más utilizados superpoderes deberán lubricar algunos rubros que ya se presume que resultarán insuficientes.
Los colectivos y los trenes no podrán hacer frente a las subas salariales con el dinero presupuestado y necesitarán reasignaciones. La generación de energía es un interrogante porque nadie sabe a ciencia cierta cuál será el monto que el Estado pagará para que las generadoras quemen un combustible más caro –fueloil– sin que puedan trasladarlo al precio que pagan los usuarios. Otro interrogante es el dinero que se destinará en 2007 para que no aumente la leche, el pan y las carnes de vacunos, cerdos y pollos. Y aunque esta estimación todavía es prematura, desde el 16 de marzo pasado, cuando se aprobó la primera compensación para el sector lácteo, el Gobierno autorizó 60 millones de pesos para frenar el precio en las góndolas, según datos difundidos por la Secretaría de Agricultura.
Estos subsidios al agro -que son toda una novedad en la Argentina y que ya hacen temer alguna reprimenda de la Organización Mundial del Comercio- comenzaron a otorgarse en forma dispar entre los distintos productores del sector.
Los productores avícolas son los más beneficiados con $ 40,3 millones en sólo dos meses de vigencia del régimen. Le siguen los tamberos, con 13,7 millones. Esto se debe a que son producciones que comercializan de forma pareja durante todo el año. En cambio, quienes producen trigo, que ya habían vendido gran parte de la cosecha cuando comenzaron las compensaciones, sólo captaron hasta ahora $ 193.514. Los engordadores en feed lot y los criadores de cerdos, en tanto, fueron compensados con $ 514.941 y $ 74.819, respectivamente.
"El pago de compensaciones debería incrementarse, porque todavía hay muchos productores que no se presentaron o que no se les aceptaron los papeles", señaló Guillermo Mac Loughlin Bréard, miembro del Comité de Impuestos de la Sociedad Rural Argentina.
El objetivo de estos pagos es diferenciar los precios internos de los de exportación. Sin embargo, se ha armado una maraña de compensaciones y distorsiones tal que se hace muy difícil pensar que el beneficio podrá ser aprovechado por la porción de la población que realmente lo necesita. Hasta la fórmula utilizada para calcular cada monto es confusa.
Millones para el transporte
Pero, sin duda, es el transporte el que se lleva la mejor parte, puesto que además de tener una tarifa subsidiada, recibe otras ventajas indirectas, como un gasoil más barato. En el caso del transporte de cargas, a esto se suma la exención del pago de peaje.
Según datos de la Asociación Argentina de Presupuesto, en el primer trimestre de 2007, este sector recibió 881 millones de pesos, $ 631 millones más que lo otorgado un año atrás sólo para subsidiar el boleto. Pero esto no es todo. El año pasado, según pudo establecer LA NACION, el Gobierno resignó $ 850 millones de ingresos fiscales adicionales a este sector. El motivo: abastecer al transporte -que gasta alrededor del 10% del consumo total de ese combustible- con un gasoil diferencial que tiene alrededor de $ 0,70 centavos de subsidios por litro.
"Ese monto, que crecerá este año, no se puede ver en ningún lado. Es extrapresupuestario", confió, por lo bajo, una fuente que conoce la operatoria. Sucede que las petroleras tienen retenciones a las exportaciones de crudo y, cuando van a liquidarlas a la AFIP, presentan los certificados de venta de gasoil y sólo pagan la diferencia, si es que esa existe. El organismo administrador computa como ingresos el total de las retenciones, pero en realidad, este monto nunca ingresa.
Los cada vez mayores subsidios a trenes y colectivos son un caso aparte. Por ejemplo, la recaudación en las boleterías de los trenes representa poco más de la mitad de lo que se recibe por subsidios: es decir, por cada peso que se recauda, ingresan dos por subsidios. Pero claro: la mayoría del monto no va al servicio, sino a pagar los mayores costos laborales.
Más costos laborales
"Los mayores subsidios se los lleva el gremio, no la empresa ni los usuarios", se quejó un ejecutivo del sector. Recordó, además, que varios sindicatos están negociando rebajas de las jornada laboral para llegar a 2008 con seis horas diarias.
"Con esa medida, hay que aumentar la dotación de empleados. ¿Y a que no sabe de dónde va a salir el dinero para pagar a los nuevos trabajadores?", preguntó la fuente a LA NACION. "De los subsidios", contestó. "Mientras tanto, la inversión en el servicio espera", remató.
Ahora bien, ¿son efectivos estos subsidios? "En la medida en que no se reflejen los verdaderos costos de producción de cada una de las actividades que producen los bienes que después consumimos todos, estamos comprando un problema para el futuro", opinó Santiago Urbiztondo, director del Departamento de Estudios Regulatorios de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL).
Según el economista, en un contexto inflacionario hay mayor necesidad de fondos para evitar que se reflejen los mayores costos en los precios. "Pero de algún sitio tiene que salir la plata. Hoy tenemos superávit fiscal; entonces, hay margen, pero depende de cuánto se demoren los precios internos en reflejar los verdaderos costos y de cuánto tarde en agotarse ese superávit", dijo Urbiztondo.
Para él, parte de las tarifas bajas las está manteniendo el Estado con la plata de los impuestos. Y ese supuesto beneficio de hoy se terminará pagando en el futuro. Lo que sucede es que a la gente se le saca plata de un bolsillo y se le pone en el otro, pero sin solucionar el problema de fondo, según relata.
Los subsidios no son un invento argentino; sin embargo, los locales tienen alguna características: no son discutidos y no están diseñados sobre la base de situaciones presupuestarias. ¿Cómo se hace para salir de este esquema? Los especialistas opinan que se debe tomar la decisión de sincerar los precios, hacer un reajuste tarifario y aplicar la disciplina fiscal.
Mac Loughlin Bréard no se mostró optimista. "El Gobierno no lo va a hacer porque su lógica es electoralista. Esta política lleva a la destrucción de la producción. Ya pasó con la carne, pasará con los lácteos, y en algún momento afectará a los granos", afirmó.
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