La sequía castiga otra vez al sudoeste bonaerense

BAHIA BLANCA.- Los habitantes de esta ciudad, que producen a 100 kilómetros a la redonda, están convencidos de ser presas de una reedición de las siete plagas de Egipto. Acá arrasaron sucesivamente los campos productivos la convertibilidad de los años 90, el endeudamiento con los bancos Nación y Provincia, las retenciones a las exportaciones, alguna que otra helada, la escasez de gasoil y, desde hace cuatro años, la falta de lluvias.

"¿Y cuál es la séptima plaga?", quiso saber LA NACION. "Los Kirchner", dicen entre risas en la Asociación Agrícola Ganadera de Villalonga, uno de los tantos pueblos agrícolas ganaderos cercanos. Las risas son una forma de tomarse con humor una dura realidad que golpea a los partidos del Sudoeste bonaerense, como Bahía Blanca, Tornquist, Coronel Saavedra, Pringles, Villarino, Villalonga y Patagones. Un panorama desalentador si se tiene en cuenta que desde octubre llovió entre 45 y 60 milímetros, ya van tres cosechas de trigo fracasadas y la de este año no se va a hacer por la sequía.

"No se puede sembrar en estas condiciones", afirmó Héctor Pizarro, que tiene un campo de 200 hectáreas en las inmediaciones de Villarino. En años normales, Pizarro hace trigo candeal (que se paga 25% más que el común) y ganadería de cría. Este año no sabe qué va a hacer.

"De acuerdo con los relevamientos de la Confederación de Asociaciones Rurales de Buenos Aires y La Pampa (Carbap), desde que empezó la sequía se van de la zona cada año entre 20 y 30% del stock vacuno", enunció Pizarro, delegado de la entidad en la zona. Desde allí, lucha por obtener ayuda para los afectados por la seca, solicitando créditos o la homologación del estado de emergencia agropecuaria.

En términos agrícolas, los años de sequía significan que en la zona que rodea a Bahía Blanca no se hará siembra de trigo este año y que la poca avena que había nacido esté tapada por manchones de arena que arrastró el viento y que sofocan cualquier intento de agricultura.

Golpe a la ganadería

En términos ganaderos, la sequía implica, para los más endebles, desprenderse de los animales. "En estas condiciones y con la crisis ganadera, vender un animal no reporta más de 400 pesos. Y si se quiere volver a comprar ese animal, no se consigue por menos de 1200; así, hay muy pocas chances de que un productor recomponga el stock", explicó Raúl Haure, productor y presidente de la Asociación Agrícola Ganadera de Villalonga.

"Otros gastamos unos 300 pesos por animal para darle dos kilos y medio de alimento a diario, que es lo mínimo para que el animal viva", explicó Haure, cuarta generación de productores de origen vascofrancés que hacen trigo, avena, girasol, cebolla y ganadería de cría.

Haure es uno de los tantos en el lugar que se levantó una mañana y encontró una sorpresa en el campo: sobre los cultivos apenas nacidos aparecieron dunas de arena formadas por el viento y consecuencia de la sequía. "Nunca en mi vida había visto algo así", dijo.

Según el productor y senador provincial Roberto Molini, la sequía, agravada por las 120 heladas de 2007, hizo estragos en el Sudoeste, sobre todo en Villarino, Puan y Patagones, partidos que en conjunto aportan $ 70 millones en concepto de retenciones. "Sólo de Villarino se fueron 50.000 vacas en los últimos meses", analizó.

Según Molini, "es una verdadera paradoja que mientras las vacas de los productores de acá se mueren de hambre, de los escasos 800 kilos de promedio que les dio el trigo, el 30% de la ganancia se la lleva el Gobierno y 200 pesos por tonelada, los exportadores".

Un poco más allá de Bahía Blanca, en Tornquist o Coronel Pringles, el panorama es igualmente desalentador.

"Tuvimos lluvias en enero, logramos sacar 1200 kilos de soja y 1000 de girasol. Pero desde febrero no llueve, y, si sigue así, el trigo no se va a hacer", explicó Manuel Domínguez, presidente de la Sociedad Rural de Pringles.

"Si se llegara a sembrar, los rindes van a ser mucho menores", dijo. "Por la seca o por la crisis del sector, no se vislumbra un buen año", advirtió. En la zona, dicen, ya se perdió el 25% del stock vacuno de 2007.

Por Mercedes Colombres

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