
Montich, una autopartista que prospera
Productora de matrices y estampados, sobrevivió a la reconversión de la industria; desde 1991, multiplicó por 20 sus ventas
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CORDOBA.- Es una de las autopartistas que logró atravesar la correntada de la reconversión automotriz. La facturación que a duras penas alcanzó los 3 millones de pesos en 1991 fue multiplicada por veinte en 1997. Para este año proyecta seguir creciendo y cerrar balance por arriba de los 100 millones.
El grupo Montich, de la ciudad de Córdoba, es proveedor de casi todas las terminales de autos y camiones. Algo más: se ha convertido en socio de algunos pesos pesados en un par de emprendimientos que traerán innovadoras tecnologías a la Argentina. Además, se ha diversificado al sector eléctrico, ocupando posiciones de liderazgo.
El fundador y dueño de la mayor parte del paquete accionario, Antonio Montich, no disimula que lo llena de satisfacción haber logrado todo eso con "una empresa familiar que hoy es nacional e internacional". Y que, además, "no está en venta". Por el contrario, se encuentra en plena expansión.
Producción estancada
La posición que han alcanzado hace que los empresarios mediterráneos observen con serenidad el panorama automotor de 1998.
"La producción argentina va a ser prácticamente la misma de 1997, unas 450.000 unidades, y respecto de Brasil, los informes que nosotros tenemos nos hacen confiar que sus problemas van a ser pasajeros", pronostica Sergio Recchia, vicepresidente del grupo y yerno del "cacique" de la empresa.
Tienen fe en cuanto a que este año en el vecino país la fabricación de autos va a crecer a pesar de todos los temores.
"Va a ser a un ritmo inferior al 97, se recortará la tasa de aumento que se proyectaba, pero va a haber crecimiento", insiste fundándose en la visión que le han transmitido economistas y empresarios colegas.
Los entusiasmos iniciales del propio Montich en 1958 estuvieron lejos de imaginarse adónde llegaría. Comenzó con un "cepillo para hacer matrices" en un galponcito levantado en el patio de su casa.
Los primeros trabajos fueron para la antigua IKA -predecesora de la actual Renault- a la cual "entregábamos las piezas de estampado para el viejo Jeep".
"A lo sumo soñábamos con la moto Puma o una motoneta, eso era a lo que aspirabamos entonces", memora Antonio.
Una fabriquita que despega
Poco a poco la fabriquita fue despegando. En 1976 pudo organizar una planta en la que hizo chasis para camiones proveyendo a Iveco. 1989 es también un año importante, cuando obtiene la adjudicación de los tanques de combustible para Renault.
"Fuimos el primer proveedor de esa marca en acoplarnos al sistema just in time", informa: ese es el sistema de trabajo que impusieron las fábricas terminales y que obliga a todos sus proveedores a entregar las partes y componentes justo en el momento en que van a ser integrados en los productos finales.
Los saltos grandes de Montich fueron en 1991. Recchia cuenta que ese año, en plena crisis automotriz, dijeron que "así no se puede seguir" .
Contra la corriente imperante, se resolvieron a invertir y compraron la planta que hoy constituye el principal asentamiento de la empresa, en la intersección del Camino a 60 Cuadras y la Avenida de Circunvalación.
"Se producían entonces 80.000 autos en el país y muchos nos dijeron que estábamos locos arriesgando en medio de una situación adversa", comenta.
Reconoce que hicieron malabares para salir adelante. Pero justamente por eso estuvieron más o menos parados y preparados en el momento en que se inició la reactivación automotriz. Aprendieron, simultáneamente, que necesitaban "calidad, tecnología y precio", tres factores interrelacionados.
Socios internacionales
La historia reciente les sonríe. Montich se convirtió en el socio argentino de Solvay, un grupo de origen belga que es el mayor productor de polietileno de alta densidad para tanques de combustible, que tiene 452 plantas en 42 países y factura 9 mil millones de dólares al año.
Pusieron 8 millones para encarar un nuevo emprendimiento con tanques de combustible y tubos plásticos con tecnología de última generación.
Otra sociedad se hizo con el grupo italiano Stola, el más importante estampador de Fiat en Italia. Están instalando una planta en Córdoba con una inversión de 8 millones de dólares, que introducirá al país una tecnología innovadora.
Aparte, aplica más de 6 millones de dólares en la sede de Camino a 60 Cuadras para, entre otras cosas, montar una línea de cataforesis y pintura única en su tipo para una autopartista. Es fruto del contrato que le otorgó Scania para proveerle partes del nuevo camión que está lanzando en la Argentina, Brasil y México.
Montich no se ha quedado en autopartista y la diversificación que ensayó durante esta década fue uno de los factores que le posibilitó que pudiera zafar del efecto tequila.
En 1993 el grupo cordobés le adquirió a SADE-Pérez Companc la empresa Tubos Trans Electric, con la que es líder en la producción de transformadores eléctricos. En el 95 adquirió también a SADE el paquete de EMA, dedicada a la fabricación de diversos componentes de sistemas eléctricos.
El holding Montich -como gusta a sus directivos comenzar a designar al grupo-, ha dado además un paso hacia los correos privados, con EMA Postal. Y tienen igualmente el orgullo de haber formado la "primera autopartista binacional" del Mercosur al asociaciarse con una colega brasileña.
Recetas de una empresa familiar
CORDOBA.- Una de las claves para la supervivencia de una empresa familiar es que no se ejerza en ella un "patriarcado" paralizante.
Para que eso no suceda, entre otras cosas es preciso aprender a delegar responsabilidades.
Esta fue una de las fórmulas practicadas por Antonio Montich en el grupo de empresas que integran su holding.
El grupo está todavía hoy bajo control familiar, es decir, de Montich y su descendencia.
El sello familiar marca el estilo y el clima que se vive en las plantas de Montich, por más que seis plantas en Córdoba, una en Rosario y otra en Buenos Aires, con un total de 1450 empleados, hayan convertido en una suerte de postal distante al galponcito inaugural de 1958, con el que empezó el negocio.
Un hijo de Montich está a cargo de una de las plantas, la que posee en Buenos Aires, su yerno, de la fábrica de matricería y piezas estampadas, otra hija, de la auditoria de todo el grupo. "Y yo estoy dando vueltas por todas las fábricas", informa.
Por cierto, con la delegación no siempre alcanza.
"También hay que saber organizarse, aprender rápida y anticipadamente cómo van a venir las tendencias, practicar asociaciones estratégicas, pero manteniendo la madre en el grupo familiar y buscar socios tecnológicos que a uno lo mantengan al día", recomienda.
Aunque familiar, la firma también está expuesta a la presión del contexto, más aún hoy cuando sus negocios dependen en buena medida de la marcha de la relación con Brasil, no siempre lineal para el sector proveedor.
Cuestión de representación
"La política industrial argentina respecto es muy débil en comparación con la de Brasil", juzga Sergio Recchia, el vicepresidente del grupo Montich.
Recchia justifica la acidez de su impresión señalando que, por ejemplo, la representación argentina en las comisiones de trabajo entre los dos países no está en manos "verdaderamente industriales, sino que están dominadas por el componente político; y entonces los problemas no se palpan y se termina negociando cualquier cosa".
Recchia tiene opinión formada sobre el futuro régimen automotor que se está discutiendo para la región:
"La liberación del intercambio en el Mercosur no se va a dar totalmente en el 2000. Todavía no está todo nivelado, van a permanecer algunas cotas o frenos por tres o cuatro años más", estima.
En la Argentina, "el 60 por ciento por lo menos deben ser componentes nacionales" sobre la base "del costo del automóvil" y no del precio final.




