Ni cepo oficial ni devaluación
Hace poco un candidato presidencial prometió eliminar el cepo cambiario el 11 de diciembre. Corresponde precisar el significado de sus palabras a efectos de que nadie se confunda. En buen romance, significa que está dispuesto a saquear el bolsillo popular con una maxidevaluación. En el marco de un conjunto de señalamientos mágicos donde el candidato sostuvo que con su sola presencia en la presidencia lloverán dólares de créditos e inversiones, lo que en la práctica hizo público fue su compromiso con la propuesta de más ajuste y endeudamiento para el futuro de la Argentina.
Es obvio que si faltan dólares y uno libera la posibilidad de comprarlos el resultado es uno solo: devaluación y caída de los salarios. Lo hemos vivido en más de una ocasión. No obstante, aprovechando la provocación del candidato presidencial, lo que los argentinos debiéramos pensar es por qué nos faltan dólares. Faltan dólares porque el sistema de regulaciones del gobierno nacional permitió en la última década una fuga de divisas cercana a los 100.000 millones de dólares, pagó deuda pública en términos netos por más de 60.000 millones de dólares (pese a lo cual la deuda total trepa por encima de los 200.000 millones), y les facilitó a las empresas de capital extranjero que remitieran el 72% de sus utilidades al exterior (más de 40.000 millones de dólares en la década).
Es en este marco que emerge la nueva regulación oficial denominada cepo. Una estrategia mala y tardía con la que el Gobierno cuida desesperadamente los pocos dólares que tiene, manteniendo la recesión y el estancamiento de la actividad económica con el único objetivo de cumplir con el pago de una deuda pública absolutamente ilegítima. El mismo Gobierno que habla del desendeudamiento y de que la deuda no importa paraliza la actividad económica (ajusta) para pagar deuda. Por otra parte, la razón que explica la opción oficial es que en estos doce años al mantenerse el perfil productivo heredado de los 90 y al crecer la extranjerización de la economía hacer funcionar la industria argentina a pleno requiere un uso exagerado de dólares.
Se requieren más de 36.000 millones de dólares para que la actividad fabril esté en marcha. La denominada "deuda en divisas" que el Gobierno tiene con los importadores grafica hoy de manera expresa el dilema oficial. El Gobierno frena dólares para importar (por lo tanto, limita actividad económica) mientras preserva divisas para el pago de deuda.
La opción de hierro que transforma cualquier expectativa o discurso sobre reactivación y crecimiento en una verdadera quimera se inscribe en 2015 donde las perspectivas sobre el saldo comercial son muy pobres (menos de 4000 millones de dólares) y los vencimientos por deuda no bajan de 12.000 millones de dólares y se acercan a los 16.000 millones computando la deuda de la provincia y la ciudad de Buenos Aires. Cifra ésta que además es equivalente a las reservas netas que hoy tiene el Banco Central.
Puede observarse entonces que la administración oficial nos propone el estancamiento, mientras el candidato presidencial que mencionábamos al comienzo plantea resolver el problema con ajuste y endeudamiento. Los argentinos deberíamos poder elegir otro rumbo.
En ese sentido, pensar soluciones exige dos líneas de trabajo. En primer lugar, hay que asumir que si faltan dólares y, por lo tanto, hay que administrar su uso, una pregunta que debiéramos hacernos y que el Gobierno elude es la siguiente. ¿Están entrando todos los dólares que tienen que entrar? ¿Están entrando en tiempo y forma? ¿No tenemos más dólares de lo que parece? Pensar esto implica decir que no sólo hay que ocuparse de cómo se usan las divisas que entren (la demanda), sino que hay que controlar la oferta de dólares. Preguntarse por esto (no lo hace el candidato ni el Gobierno) permitiría concluir que sólo 50 empresas obtienen anualmente un saldo comercial que triplica el obtenido por el Estado argentino.
La regulación y el control sobre la actividad de esas firmas (aceiteras, sojeras, petroleras, mineras, siderúrgicas) es la clave para que el Estado recupere control sobre cómo y cuántos son los dólares que ingresan en nuestro país.
La segunda línea de acción significa asumir que hay que cambiar el perfil productivo de manera tal de ahorrar dólares. Hay que reemplazar la armaduría industrial extranjerizada que tenemos hoy por un proyecto industrial serio, que sustituya importaciones y controle la operatoria del capital extranjero en nuestro país asociando las utilidades obtenidas con la reinversión.
Control sobre la oferta de divisas, reactivación de la actividad productiva sustituyendo importaciones y regulación nacional sobre el proceso de inversión es un camino alternativo para relanzar el desarrollo argentino frente a la falsa opción planteada entre el cepo oficial o la devaluación de Macri.
El autor es economista y diputado nacional?por Unidad Nacional