Protestas sociales, la contracara del "cassette" oficial
En la última semana, la CTA opositora impulsó una jornada de paro y movilización nacional reclamando un bono solidario para trabajadores y jubilados. Esta demanda es sostenida también por el resto de las centrales de trabajadores y es una evidencia manifiesta del modo en que la conflictividad social ha cobrado protagonismo en la vida política actual. A veces no se percibe que la "década kirchnerista" en sus primeros ocho años no enfrentó jornadas de lucha y movilización importantes. Sin embargo, los últimos dos años fueron escenario de tres paros nacionales y la movilización del jueves es indicativa de que se acumulan condiciones para una nueva protesta nacional.
Más allá del "cassette" que siguen recitando los funcionarios hablando de una historia de recomposición social que ya no existe, es posible situar 2012 como un punto de inflexión en el cual se aceleran y profundizan los rasgos de una etapa signada por el estancamiento económico y el deterioro social. Durante 2013, la ligera recuperación que tuvo la economía no impidió que se siguiera afirmando un panorama de debilitamiento de las condiciones de vida de la población.
El hecho objetivo era la continuidad de una industria manufacturera con serias dificultades para levantarse de su fase recesiva por lo cual el empleo en el sector privado se mantuvo estancado. Una industria que cabe decir, si bien ha logrado recuperarse de los flacos niveles de la última parte de la convertibilidad y su colapso, no pudo lograr en ningún año del período de la posconvertibilidad recomponer los niveles de empleo anterior. Concretamente en 2013 la planta de obreros era un 15% inferior a la habida en 1991. El primer semestre de 2014 demostró, según datos oficiales del PBI, el más pleno estancamiento. El PBI a precios de 2004 pasa de $ 887.532,7 millones en el 2° trimestre de 2013 a $ 887.315,5 millones un año después, es decir que prácticamente ni se movió.
Por su parte, el Estimador Nacional de Actividad Económica (ENAE) refleja una retracción de la actividad en cinco de los primeros ocho meses del año en curso. El ajuste devaluacionista perpetrado por el Gobierno y reclamado por la oposición conservadora de Massa, Macri y buena parte del Faunen produjo el único efecto que podía producir: profundizar el estancamiento y la recesión.
En este contexto se cumplen quince meses consecutivos de destrucción de puestos de trabajo. La Argentina registra, desde junio de 2013, 485.000 empleos menos, de los cuales el 84% de esa destrucción (407.000) se concentran en los nueve meses del presente año. En el mismo período se acumula un deterioro en los ingresos de quienes trabajan que en promedio se ubica en torno al 7,7%, que se agrava llegando al 11% en los trabajadores no registrados y que sube al 14% para aquel sector de los asalariados que se ve afectado por el impuesto a las ganancias.
En este proceso de deterioro social, en lugar de discutirse alternativas, vuelven a emerger las estrategias oficiales de manipulación de las estadísticas públicas. Extrañamente el Indec ha logrado que la destrucción sistemática de los puestos de trabajo de los últimos meses influya poco y nada sobre la tasa de desocupación. De manera insólita, los trabajadores argentinos según las estadísticas oficiales, estarían tan satisfechos que ni bien pierden su empleo se refugian en sus casas a mirar televisión dejando de buscar trabajo ya que no precisan ingresos para sobrevivir.
De esa manera, el Indec ha logrado que la tasa de empleo (porcentaje de población empleada, que es la más baja desde 2006) coexista con una tasa de actividad (porcentaje de población que busca empleo) que es la más baja desde 2003. Haciendo una cuenta rápida, si la cantidad de gente que busca trabajo se mantuviera en los niveles que tenía a mediados de 2013, la desocupación en la Argentina sería de un 11% y no del 7,5. Los desocupados serían entonces 700.000 personas más.
Es evidente que el "militante de las estadísticas truchas", el director del Indec, Norberto Itzcovich, va "manipulando hacia la baja" la tasa de actividad a medida que cae el empleo para que la Presidenta no se asuste con el aumento de los desocupados.
Pero es imposible tapar el sol con las manos y negar la realidad del ajuste en curso sobre la sociedad argentina. Mídasela como se la mida, en el curso de 2014, los resultados del gobierno nacional y popular a consecuencia de la caída en el empleo y el deterioro en los ingresos son medio millón de indigentes más y un millón y medio de pobres más. Un cuadro social grave por cierto y que el Gobierno se niega a reconocer bajo el simple expediente de no publicar dato alguno sobre la pobreza en el país.
El malestar crece en la Argentina y "la cubierta del Titanic" es un mal lugar para que la dirigencia política se siente a esperar la llegada del próximo gobierno.
Discutir un piso de ingresos y garantías para el conjunto de los hogares y asociar la recuperación del consumo popular a una reactivación ahorradora de divisas resultan clave para una nueva propuesta política.