"Ser abanderado en la Argentina es un logro que vale la pena"
El rector de la Universidad de San Andrés presenta un plan de becas para estudiantes secundarios
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En días que reclamos estudiantiles y docentes –paros y escuelas tomadas mediante– ocupan titulares y se pierden tantos y tan valiosos días de clase, otras iniciativas buscan reconocer el mérito escolar para facilitar que alumnos secundarios con los mejores promedios y sin posibilidades económicas puedan acceder a una educación superior privada de calidad.
Así, el programa de la Universidad de San Andrés (Udesa), que desde el año último ofrece becas a los abanderados y escoltas que estén cursando el último año en escuelas públicas y privadas con subsidio estatal de todo el país para que cursen allí su carrera de grado.
"Buscamos darles una oportunidad a los chicos cuyas familias no pueden destinar recursos para su educación universitaria. Y al mismo tiempo ayudar a que se reconozca al abanderado de la escuela como un ícono nacional, que el país, los maestros, los chicos sepan que ser abanderado vale la pena, que el haber logrado un honor de esa naturaleza en algún lugar de la Argentina es tomado en cuenta", dice Carlos Rosenkrantz, rector de la Udesa.
El beneficio cubre la matrícula, los aranceles y los gastos de vivienda y manutención. El año pasado se beneficiaron más de 20 alumnos, y en 2011 se abrirán entre 25 y 30 vacantes. La inscripción se cerrará el 3 de septiembre y se puede hacer en www.udesa.edu.ar
Abanderados argentinos
Con una mirada futura y generalista sobre la educación superior, Rosenkrantz también destaca: "Más que profesiones, hay que desarrollar en los estudiantes sus habilidades, capacidades y sensibilidades básicas, que les van a servir para enfrentar cualquier desafío".
–¿Qué distingue al nuevo programa de becas?
–Es un programa muy ambicioso porque muchos chicos, a pesar de haber sido abanderados, tienen algunas deficiencias formativas, como en idioma extranjero, matemática, y eso requiere que la Universidad les ponga tutores para alcanzar el nivel requerido. Algunos provienen de hogares muy humildes y hacen un esfuerzo enorme por estudiar.
–Hace años que en el país se viene hablando de la degradación del sistema educativo, ¿cuál es su visión?
–La Argentina tiene que replantear algunas de sus convicciones educativas. En la educación superior, más importante que entrenar profesiones es desarrollar las capacidades, sensibilidades y habilidades de los estudiantes, porque en los desempeños profesionales más disímiles se usan siempre las mismas capacidades. Los chicos que inician su vida universitaria no saben muy bien en qué, cómo y dónde van a trabajar, porque la velocidad de cambio de los mercados y la incertidumbre son muy altas. Entonces, hay que robustecer aquellas capacidades y habilidades que les sirvan para cualquier mundo posible.
–Por eso ahora se hace tanto hincapié en la llamada empleabilidad.
–Absolutamente. Y creo que nosotros seguimos muy atados en la enseñanza profesional, cuando hay que entrenar a los chicos para que desarrollen sus capacidades analíticas, discursivas; sus sensibilidades, para que incrementen la visión lateral, la creatividad, su aptitud para empatizar, su capital social, que les van a servir para hacer cualquier cosa en la vida. Aquí las universidades todavía reproducen modelos educativos de hace 200 años. Estados Unidos funciona así desde hace muchísimos años, y el Convenio de Bolonia para la universidad europea, que reduce las carreras de grado a tres años, se basa en la misma idea: fortificar las capacidades básicas y lograr que la formación profesional sea un mix que se adquiere en los propios mercados.
–Tras las reformas en la enseñanza media, polimodal mediante, ¿con qué nivel llegan los chicos a la universidad?
–La Argentina es muy curiosa porque produce jóvenes de gran talento en lugares recónditos, pero no es una constante general. Yo enseñé bastante tiempo en Estados Unidos y a veces mis mejores alumnos argentinos son mejores que mis estudiantes en Estados Unidos. El problema es el promedio, una escuela secundaria americana es probablemente superior al promedio de una argentina.
–Mirando hacia el futuro, ¿qué tipo de carreras se van a necesitar más?
–Es probable que en el futuro no haya carreras. Sí podríamos hablar de las ocupaciones del futuro, que van a ser cada vez más de inteligencia intensiva, porque hoy la capacidad de almacenar y transmitir conocimiento es muy fácil de tecnificar. La habilidad escasa ahora es la capacidad de procesar conocimiento, y eso requiere un tipo de educación no escolástica ni enciclopédica, centrada en desarrollar capacidades básicas. Y es probable que la educación superior óptima requiera mucha más articulación entre universidades y mercados.
–¿Esa será la tendencia?
–No existe más alguien que pueda ser educado sólo en la universidad. Quizá la característica definitoria de una buena educación es cuán apto estoy para un proceso continuo y sin fin de aprendizaje. Los posgrados son el puente que facilita la migración de una ocupación a otra. La educación de grado principalmente tiene que enseñar a aprender porque los procesos de educación son cada vez más continuos y exigentes.
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