Sobreocupados vs. subocupados
Comenzó a percibirse en algún momento de principios de los 90, aunque probablemente se haya iniciado antes. Los ocupados están sobreocupados y el resto, subocupado. La sobreocupación consiste en trabajar continua y habitualmente más de ocho horas por día. Abarca todo el espectro horario posible hasta llegar al trabajo a vida completa. Hay personas para quienes el trabajo -y no otra cosa- constituye su vida. Son los workaholics. Dejémoslos de lado y refirámonos a una mayoría que, siendo más normal, debe casi inevitablemente trabajar más de 10 o 12 horas diarias y adicionar muchos fines de semana para satisfacer los objetivos de la organización. Casi todos ellos son acosados por el peligroso estrés laboral.
Mientras tanto, una legión de subocupados espera. Llamamos subocupados al conjunto de quienes no tienen ocupación fija; pueden estar desocupados o realizar tareas de tiempo parcial con la expectativa de que su situación pronto cambie.
La crisis de 2001 / 2002 reforzó la tendencia, parcialmente corregida desde 2003. La crisis mundial de 2008, algo atenuada en la Argentina, empeoró la situación. La experiencia y la práctica cotidiana muestran ejemplos de todo tipo y en todos los niveles:
Profesionales y directivos de empresas no dejan de mencionar sus largas horas de trabajo, generalmente obligadas por recortes en la dotación o por temor a no ser considerados realmente "involucrados" en la organización.
La regionalización de las empresas lleva a viajar con muy alta frecuencia, aunque sin descuidar las obligaciones locales.
La organización matricial genera en el supervisado una inversión adicional de su tiempo para satisfacer las demandas de sus dos o más jefes.
Empresas cuyas plantas trabajan en tres turnos prefieren no tener un cuarto turno de relevo sino operar con horas extras durante los fines de semana.
Salvo honrosas excepciones, el concepto de "balance vida-trabajo" parece, por ahora, un buen título para un seminario.
Hay algunos elementos que no ayudan. El aumento de la edad jubilatoria motivado por la pésima administración fiscal de los gobiernos altera el equilibrio etario, envejece a las organizaciones y atrasa la renovación a través de los más jóvenes. El alto costo de desvinculación laboral induce a gran cautela en el aumento de las dotaciones. El modelo sindical vigente demanda condiciones y salarios importantes para sus representados ocupados, lo que deprime aún más nuevas incorporaciones.
Mientras tanto, hay una fila de subocupados que está sola y espera en este modelo de fragmentación laboral.
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