Mariposarios y pensamiento integrado: cómo aprovechar la complejidad en la segunda mitad de la vida
La ciencia de lo complejo implica ver la realidad como una serie de nodos conectados entre sí; una psicóloga cuenta cómo eso aplica a la propia vida en la etapa de la madurez
En el mundo corporativo, los desafíos de la complejidad suelen venir por el lado de las cadenas logísticas, de la integración de operaciones en distintos países o de la coordinación de la relación de miles de vendedores, clientes e ítems. Acostumbrada a lidiar con este tipo de cuestiones desde hace más de tres décadas, Azucena Gorbarán se propuso aplicar estas herramientas a un contexto más cercano e íntimo: a ella misma, durante la segunda mitad de la vida.
“El camino de la vejez es uno de belleza, de integración y de sabiduría”, dice esta psicóloga con posgrados y doctorados en sociología y complejidad en Inglaterra. Meses atrás, según sus palabras, entró en su “versión 7.0″ (cumplió 70 años). Es una forma positiva de hablar sobre la edad en una sociedad acostumbrada a ver la segunda mitad de la vida como un declive inexorable y determinista. En su charla con LA NACION dio consejos que vienen de la industria aerocomercial, habló sobre químicos rusos y recomendó, antes que leer cualquier libro, visitar un mariposario u otro entorno rebosante de vida (esto se cuenta recién al final de la nota).
Pero, primero lo primero: la denominada “ciencia de la complejidad” es una disciplina transversal que surgió a fines de los 60 (primero en física y matemática y luego en biología y ciencias sociales), que implica ver la realidad como una serie de nodos conectados entre sí. La sociedad, los mercados, el cuerpo humano: muchos campos de lo que nos rodea pueden representarse como sistemas complejos. No es un sinónimo de “complicado” (aunque a veces también vale ese calificativo), sino de redes y distintas densidades de operaciones.
El mundo de hoy es más complejo que el de hace una década en varios órdenes de magnitud, por distintas tecnologías que relacionan todo (Internet, blockchain y otras), con lo cual son más factibles los “cisnes negros” (los eventos que, a priori, parecen altamente improbables y son de impacto sistémico: un verano con calor récord por cambio climático, inflación y ovnis, por ejemplo). Como dice un futurólogo estadounidense: “Se amplió la varianza de la realidad, el genio salió de la lámpara y ya no hay vuelta atrás”.
“El punto más importante es que del desorden surge un orden y en la incertidumbre se genera lo nuevo: nos tenemos que amigar con la incertidumbre, porque es lo que mantiene en el sistema esta dinámica vital que nos permite la posibilidad de reinventarnos todo el tiempo a nosotros mismos”, afirma Gorbarán. Y agrega: “El determinismo nos deja en un lugar estático. Es determinista definir a la segunda mitad de la vida como la declinación. Ser viejo es no tener futuro, solo presente y pasado, pero eso es así para todos los seres mortales. En la segunda mitad de la vida hay más posibilidades de vivir en plenitud, producto de la experiencia y de los aprendizajes acumulados, de la madurez adquirida y de una mayor capacidad de reflexión al cambiar la relación con el tiempo y con el ciclo vital”.
Un intelectual y autor de moda, el filósofo surcoreano Han Byung Chul, habla de un tiempo “con aroma”, en el cual se integran el pasado, el presente y el futuro en un todo con sentido. En la actualidad no hay una aceleración, sostiene el profesor de la Universidad de Berlín, sino un “tiempo fragmentado, un saltar de un acontecimiento a otro sin conciencia de la duración y continuidad que le da al tiempo su aroma”. El filósofo, que vive en Alemania, escribió varios best sellers como La Sociedad del Cansancio, o Vida contemplativa.
El otro autor relevante para estas reflexiones sobre complejidad en la segunda mitad de la vida es, para la psicóloga y socióloga, el Premio Nobel de química ruso (nacionalizado belga) Ila Prigogine, quien desarrolló una teoría de termodinámica aplicable a procesos abiertos que ocurren lejos del equilibrio (conocida como termodinámica no lineal de procesos irreversibles).
Para Prigogine, “en un sistema abierto la disipación se transforma, de manera auto-organizada y emergente, en una fuente de innovación, en un nuevo orden a partir del desorden. La incertidumbre engendra creatividad”.
Esta interacción con el entorno convierte a la entropía en una posibilidad de evolución hacia un estado más rico y complejo, y no hacia una degradación inevitable. Traducido a los ciclos de vida, a medida que sumamos años entramos a lo que Gorbarán llama “rulos ascendentes”. “Pasamos primero del pensamiento concreto a uno abstracto, luego a lo sistémico y, finalmente, a lo integrado, que es lo que pasa en una orquesta cuando se integran todos los instrumentos y del conjunto emerge un significado”, cuenta a LA NACION.
En un ensayo de 2022 en The Atlantic, el periodista y divulgador Derek Thompson señaló otro territorio común entre la complejidad y la edad adulta: la creciente densidad de los sistemas complejos es lo que está haciendo que los logros en distintas disciplinas se consigan a edades cada vez más avanzadas: en las últimas dos décadas aumentó significativamente la edad promedio de CEO de empresas, de ganadores de Premios Nobel en ciencias, de presidentes de países y hasta de actores protagónicos de Hollywood.
En el campo científico, apunta Thompson, esto tiene que ver con la teoría de “la carga del conocimiento”: todo el tiempo estamos descubriendo cosas nuevas, y cuanto más sabemos sobre un determinado tema, más difícil es empujar la frontera del conocimiento. La maestría en una disciplina se logra a edades cada vez más avanzadas y el conocimiento es como una isla: cuando aumenta su superficie, también crece el perímetro que nos separa del océano de la ignorancia. Gorbarán dice que la pandemia fue un antes y un después en términos de aumento de complejidad, de la incertidumbre y de la sensación de “perder el control”. Aunque “el control siempre fue una fantasía. Dejar de tener la necesidad de controlar es muy liberador”.
La directora de la consultora AMG recuerda que una vez trabajó para una empresa aerocomercial y un piloto le contó que cuando se empieza a mover un avión hay que tratar de acompañarlo en el movimiento: si uno se pone rígido comienza a tener dolor de estómago. Los vuelos en avión son un campo fértil para las metáforas sobre complejidad: muchos líderes sienten hoy que están “arreglando el motor del avión en pleno vuelo”.
¿Qué libros conviene leer para seguir profundizando en estos temas?, consultó LA NACION a Gorbarán. Más allá de los autores citados párrafos atrás, la psicóloga y socióloga cree que hoy una diferencia mayor de descubrimiento puede lograrse conociendo lugares de la naturaleza muy ricos en vida e interacciones. Ella vive cerca del Jardín Botánico, en Palermo, y visita todas las veces que puede el mariposario que hay allí. De esa observación de la riqueza de la naturaleza y su poder de conjunto pueden llegar revelaciones de un nivel de profundidad inesperado.
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