Coronavirus: el “dictador pandémico” de Australia impone una drástica cuarentena y suma popularidad
SIDNEY.- Sus detractores lo llaman "Dan el Dictador". En las redes sociales, sus partidarios le manifiestan su apoyo con el hashtag #IStandWithAndrews ("Yo estoy con Andrews"). Para los vecinos de Melbourne, segunda ciudad de Australia , él es Daniel Andrews, gobernador del estado de Victoria y el político responsable de someterlos a las medidas de control del coronavirus más restrictivas del mundo.
Melbourne, que durante los últimos años fue elegida como "la ciudad más vivible del mundo", está bajo cuarentena estricta desde el 9 de julio. Hace una semana, Andrews declaró que el toque de queda que rige en la ciudad recién sería levantado el 26 de octubre, y eso siempre y cuando para entonces la pandemia haya terminado casi por completo.
La medida mantendrá confinados en sus casas en cuarentena estricta a los 5 millones de residentes de Melbourne durante 115 días, más que los 92 días de Manila, los 76 días de Wuhan, los 58 días de Italia y los 33 días de Nueva Zelanda .
En Melbourne, la vida pública está básicamente paralizada: las escuelas permanecen cerradas, las calles están vacías, y los únicos comercios abiertos son las estaciones de servicio, los supermercados y las farmacias.
Quienes no trabajan en industrias esenciales tienen permitido salir de su casa apenas dos horas por día, para hacer ejercicio, comprar comida, ocuparse de algún familiar o ir al médico. Nada más. Los soldados van puerta por puerta para verificar que los contagiados estén aislados en su casa. La policía frena a los ciclistas para pedirles su identificación y asegurarse de que no estén rompiendo la regla que permite ejercitarse dentro de un radio de 5 kilómetros de su casa.
Los funcionarios nacionales, que están lidiando con la primera recesión económica que vive Australia en casi 30 años, le rogaron a Andrews que flexibilice un poco esas restricciones draconianas que están hundiendo la economía australiana. Desde el 26 de junio, el número de residentes de Melbourne que cobran el seguro de desempleo del gobierno amento un 7,2%, hasta alcanzar actualmente a 410.000 beneficiarios, y el gasto por habitante en el estado de Victoria se desplomó un 30% en el mismo periodo, según el Departamento del Tesoro de Australia.
Blanco de burlas de sus detractores, que lo consideran uno de los líderes políticos menos carismáticos de Australia y sin experiencia profesional fuera del Partido Laborista o del gobierno federal, Andrews argumenta que la pandemia debe ser contenida agresivamente ahora para evitar mayores daños de una futura cuarentena cuando llegue la nueva oleada de contagios.
"Tenemos que bajar las cifras de contagio y mantenerlas bajas", dijo Andrews el lunes. "Y es lo que vamos a lograr si trabajamos todos juntos."
Y con sus estoicas explicaciones y razonamientos en las conferencias de prensa que brinda diariamente y que baten récord de audiencia por televisión, Andrews parece haber convencido a los habitantes de Melbourne de que sus duras restricciones son necesarias.
Una encuesta de opinión de la semana pasada reveló que el 62% de los votantes de la ciudad no quieren el levantamiento del toque de queda y que más de dos tercios de los votantes del estado de Victoria aprueban la gestión de Andrews.
Pero los sanitaristas -incluso los que quieren erradicar por completo de Australia el nuevo coronavirus, algo que ningún país grande ha logrado-, advierten que Andrews tal vez haya ido demasiado lejos para intentar controlar una enfermedad en una ciudad con una tasa de mortalidad relativamente baja.
"Como epidemióloga, me parece raro llegar a esos extremos cuando el número de casos es manejable", dice Catherine Bennett, experta en enfermedades infectocontagiosas de la Universidad Deakin.
El departamento de salud que depende de Andrews registró hoy 42 nuevos contagios y ningún fallecido. Y si los casos siguen disminuyendo, el jueves se levantarían algunas restricciones, pero afuera de Melbourne.
Durante la cuarentena, el gobierno de Andrews respondió a los actos aislados de rebeldía y desafíos al confinamiento con despliegue de la fuerza pública. Las manifestaciones y la incitación para participar de las mismas fueron declaradas ilegales.
El 2 de septiembre, la policía provincial que responde a Andrews arrestó y esposó a una mujer embarazada en pijama, frente a su esposo e hijo, por intentar organizar una marcha anticuarentena a través de la Facebook.
Y el domingo siguiente, varios activistas, incluidos algunos que creen en teorías conspirativas sobre la aparición del virus, usaron una aplicación de mensajería encriptada para organizar una protesta en el mercado central de Melbourne, donde al parecer pretendían ir a comprar.
Cuando la convocatoria a la protesta fue publicada en las redes sociales, una hora antes del evento, la policía montada rodeó la zona, mientras otros agentes peinaban el lugar con porras, cascos y equipo antimotines.
Mientras los manifestantes gritaban "¡Libertad!", pero la policía arrestó a 74 de ellos y labró multas por más de 200.000 dólares. "Salir a protestar es estúpido, es egoísta y es peligroso", dijo Andrews luego del hecho.
Esa misma noche, pero en virtud de una decisión previa, algunas medidas se relajaron un poco: ahora, el toque de queda arranca una hora más tarde, a las 21, y la gente que vive sola puede designar a una segunda persona para que las visite, siempre brevemente.
Pero al menos hasta el 26 de octubre los chicos no volverán a las aulas ni los adultos podrán circular libremente. Y para poder hacerlo a partir de esa fecha, tendrá que haberse cumplido el objetivo de que no haya más de un promedio de cinco casos nuevos por día durante dos semanas, y menos de cinco casos por día que no estén conectados con un brote existente durante dos semanas, según la estrategia para derrotar el virus establecida por el gobierno del estado de Victoria.
The Washington Post
Traducción de Jaime Arrambide
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