
El ejército chileno tiene una crisis de arrastre
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SANTIAGO, Chile.- La detención en Londres del senador y general retirado Augusto Pinochet parece haber sorprendido al ejército chileno en un momento de crisis interna.
Es que dos situaciones previas a esa detención ya habían empezado a recalentar los ánimos militares desde principios de mes. La primera había ocurrido cuando el comandante en jefe del ejército había ascendido a generales a diez brigadieres en detrimento de otros cuatro que estaban por encima en el escalafón, y la segunda había sido la separación del jefe de la Misión de Paz de las Naciones Unidas en Paquistán, un general chileno acusado de violaciones de los derechos humanos durante la dictadura.
Las dos cuestiones habían provocado un estado deliberativo dentro del ejército, y se habían transformado en la primera prueba que debía superar el sucesor de Pinochet, general Ricardo Izurieta. Con la detención en Londres del senador vitalicio, algunos temen aquí que las cosas puedan complicarse si no prospera pronto el recurso de las "razones humanitarias".
Premiados y relegados
Los ascensos de diez oficiales superiores, el 1º de octubre, habían sido el origen del primer conflicto. Los premiados habían sido brigadieres con fojas de servicio limpias, graduados en universidades chilenas y extranjeras, y que habían tenido destinos académicos dentro de la fuerza.
Los relegados, en cambio, parecían tener en común un pasado más turbio: o bien habían actuado en grupos como la DINA (la policía política del régimen de Pinochet, disuelta en 1977), o bien habían integrado el círculo áulico del ex comandante en jefe.
En Chile, donde todos miran a los cuarteles por un reflejo adquirido con los años, la decisión de Izurieta había traído un cierto desasosiego. Para complicar el cuadro, los cuatro oficiales que deberán pasar obligadamente a retiro conservarán mando de tropas hasta fines de noviembre.
Cuando se supo aquí que Pinochet había sido detenido, los analistas miraron hacia esos cuatro oficiales, y advirtieron un síntoma que no por conocido deja de ser preocupante: en las guarniciones que comandaban los brigadieres Luis Clavel Madsen, Germán García Arriagada, José García Ferliche y Jaime García Covarrubias surgieron rumores de autoacuartelamiento de grado 2, que consiste en cese de francos para los efectivos solteros y guardias pasivas en sus casas para los casados.
"Es el mismo tipo de medida precautoria -dijo una fuente militar- que se adopta ante situaciones extraordinarias como las vísperas de los 11 de septiembre", el día de 1973 en que Pinochet derrocó a Salvador Allende.
La segunda situación que había recalentado la temperatura del ejército había sido la separación -ordenada por los mandos superiores de la Misión de Paz de las Naciones Unidas- del brigadier general Sergio Espinoza Davies, jefe de esa fuerza en Paquistán.
Cuando las autoridades de la ONU se enteraron de que Espinoza había sido acusado de violar derechos humanos en Chile tras el golpe de 1973, lo llamaron desde Paquistán a Nueva York y le pidieron explicaciones sobre su participación en un consejo de guerra que ordenó el fusilamiento de seis militantes del Partido Socialista en Pisagua, al norte del país, cuyas tumbas fueron halladas hace cuatro meses.
Espinoza Davies regresó a Santiago con su futuro militar en peligro, y fuentes de la ONU hicieron saber: "Creemos que no va a volver a la Misión". Miguel Insulza, el canciller de la Concertación, fue más prudente: "El tema lo está manejando el Ministerio de Defensa", dijo.
Izurieta no es Pinochet
Durante las noches del miércoles y el jueves últimos, los diarios locales recibieron llamados que aludían a desplazamientos de tropas y ejercicios militares. Describían sobrevuelos de helicópteros, aprestos y movimientos en cuarteles del norte y el sur del país, y refuerzos de las guardias en regimientos de la Región Metropolitana. Nada de eso era cierto.
"Izurieta no es Pinochet", suelen decir por aquí, y la frase es más que una verdad de Perogrullo. La diferencia está en que el actual comandante en jefe es más paciente y menos temperamental, desbocado y verbalmente violento que su predecesor.
Sin embargo, tampoco es Pinochet en su poder de mando ni en la convicción sobre sus oficiales. Izurieta volvió ayer a pedir a sus hombres tranquilidad, y eso fue sorprendente: aún no habían transcurrido 48 horas desde una reunión con cientos de oficiales de la guarnición Región Metropolitana, a quienes había reclamado calma y confianza en el gobierno de Eduardo Frei.
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