El militarismo no es la clave para evitar otra Guerra Fría
Por Mikhail Gorbachov Para LA NACION
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MOSCU (New York Times Special Features).- Cuando hablo hoy de la posibilidad de que estalle una segunda Guerra Fría, no hablo de una Guerra Fría como la que se desarrolló entre las décadas de 1950 y 1980. No hay probabilidades de que ese enfrentamiento se repita, pero las tensiones de hoy son típicas de esa época, en la que el mundo se encaminaba hacia un conflicto nuclear.
Vemos la militarización de muchos países, con énfasis en la fuerza como principal instrumento de seguridad, presupuestos militares crecientes, una nueva carrera armamentista y el riesgo en aumento de que las armas nucleares se extiendan a un mayor número de países. El tráfico de armas está fuera de control. Es una política con consecuencias impredecibles.
El presidente ruso, Vladimir Putin, en un discurso pronunciado el mes pasado en Munich, dijo que muchas de las acciones de Estados Unidos -la nación que reclama el monopolio del liderazgo mundial- han estimulado esas peligrosas tendencias. Los críticos de Putin dicen que ese liderazgo es necesario en la actualidad, ya que la única manera de derrotar el terrorismo internacional es difundir la democracia en todo el mundo.
Sin embargo, el uso de la fuerza para extender el modelo estadounidense de democracia ya ha causado guerras. Con demasiada frecuencia ese modelo se impone a culturas que se resisten a él por razones culturales, históricas y religiosas.
La democracia no es como el café instantáneo, que puede enviarse en prolijos envases a cualquier rincón del mundo. Imponer la democracia en Irak con tanques y misiles ha sido un desastre. Siempre que se ha usado la fuerza, las tensiones latentes explotan en conflictos étnicos, religiosos y territoriales y causan miles de víctimas. Lejos de contribuir a derrotar el terrorismo, esas tácticas duras sólo lo provocan.
En otra regresión a la Guerra Fría, algunas coaliciones se disponen a actuar haciendo caso omiso de las instituciones internacionales. Por ejemplo, la OTAN parece abocada a cobrar un sesgo cada vez más militarista, lo que contradice su objetivo, proclamado en los 80, de evolucionar hasta convertirse en una organización política. Manteniendo una posición de vigilancia imperativa sobre el mundo, la OTAN procura suplantar al Consejo de Seguridad de la ONU.
La OTAN anunció recientemente un plan para lanzar acciones unilaterales siempre que se avecine una crisis en cualquier parte. Mientras tanto, ciertos países buscan, o inventan, enemigos externos. El peligro del terrorismo se ha convertido en un pretexto para justificar la propaganda antimusulmana, para estigmatizar los "ejes del mal". Como ruso, me perturba que las recurrentes campañas antirrusas estén envenenando la atmósfera internacional.
El secretario de Defensa estadounidense, Robert Gates, recientemente incluyó a Rusia en una lista de países impredecibles que podrían convertirse en enemigos de Washington. La inclusión de Rusia fue un lapsus freudiano, que revela un estado de ánimo que no ha cambiado a pesar del fin de la Guerra Fría. China fue mencionada en la misma oración. Es evidente que algunos políticos estadounidenses también toman en cuenta a China en términos de enfrentamiento más que de interacción constructiva.
Esos juegos geopolíticos y esas campañas de propaganda distraen la atención de las verdaderas amenazas que acechan al mundo, incluyendo el terrorismo. Por supuesto, debemos combatir el terrorismo, pero es un error reducir toda la agenda internacional a ese problema o ignorar sus causas raigales, entre las que se cuenta la profunda fractura que significa la extrema desigualdad global.
Actos y palabras
La pobreza, combinada con la falta de acceso a la atención médica, la educación y los recursos indispensables para el desarrollo normal, provoca sentimientos de humillación y frustración que engendran el extremismo. Gran parte de la culpa es atribuible a las políticas económicas egoístas de los países ricos, que ensanchan aún más la brecha entre ricos y pobres.
¿Es posible dar una respuesta militar a este problema? No. Lo que hace falta es un cambio de las prioridades. El abismo que se extiende entre las palabras y los actos de los líderes mundiales se ha vuelto verdaderamente escandaloso. Nada cambiará sin la presión de las instituciones de la sociedad civil. Necesitamos una estructura diferente de política mundial.
Los métodos políticos y diplomáticos pueden tener éxito. El ejemplo más reciente es el acuerdo de congelar el plan nuclear de Corea del Norte. Un enfoque similar podría funcionar con Irak y con Irán. Sin embargo, los que prefieren las soluciones militares se niegan a considerar esa posibilidad. La paciencia y el diálogo requeridos para encontrar una resolución pacífica no figuran en sus agendas.
Recientemente, Rusia y Estados Unidos parecieron estar al borde no sólo de una nueva Guerra Fría, sino incluso de otra carrera armamentista. En respuesta, políticos rusos han hablado de retirarse del tratado que prohíbe los misiles de fuerza nuclear de alcance intermedio. Las declaraciones de los presidentes Bush y Putin, en las que afirman que Rusia y Washington no son enemigos, fueron un paso en la dirección adecuada. Pero es necesario hacer mucho más.
Mejores relaciones entre Estados Unidos y una Rusia que resurge -si ambas naciones se comprometen a un mutuo desarme- podrían ser un buen ejemplo de la manera de superar las mutuas suspicacias.
Es alentador que los ex secretarios de Estado estadounidenses George Schultz y Henry Kissinger, junto con el ex senador Sam Nunn y el ex secretario de defensa William Perry, hayan abogado por esa iniciativa. Al apoyarlos, en mi columna de The Wall Street Journal del mes pasado, señalé tres prioridades para los Estados que poseen armas nucleares: reafirmar su compromiso con el objetivo último de eliminar las armas nucleares, ratificar el tratado que prohíbe las pruebas nucleares y desactivar sus armas nucleares del estado de alerta máximo. A cambio, otros países que desarrollan programas nucleares se comprometerán a excluir de esa tecnología cualquier aplicación militar. En vez de preparar guiones acerca de una posible nueva Guerra Fría, y de buscar el elenco para este peligroso drama, debemos hacer serios esfuerzos para impedirla.




