El patrimonio histórico de varios siglos en España, bajo la amenaza de los cazatesoros
MADRID.– Con diez siglos de historia encaramada a una planicie desierta de la provincia de Soria, la pequeña iglesia de La Mercadera amaneció, días atrás, sin su pórtico de madera tallada, ni su arco ni sillares en piedra labrada. Un enorme boquete era todo lo que quedaba donde, días antes, estaban esas piezas de enorme valor arquitectónico y artístico.
Los ladrones contaron con dos días y maquinaria pesada para cometer el brutal robo con toda comodidad. Es más, nadie llegó para molestarlos.
Entre otras razones, porque la iglesia, que alguna vez concentró a un municipio de un centenar de personas, hoy se asienta en una de las zonas más despobladas de España, en el soriano Burgo de Osma, en Soria.
Los robos de ese tipo no son infrecuentes en España, un país catalogado como el tercero en el continente con mayor cantidad de bienes culturales y el segundo por piezas arqueológicas que atesora.
Aún así, no termina de dotarse con los recursos y las medidas punitivas para poner coto a los cazatesoros que, desde la crisis de 2008, pasan por un período de actividad intensa.
"El robo de piezas arquitectónicas o arqueológicas había descendido bastante hacia fines de siglo. Pero recrudeció alrededor de 2007, con los primeros síntomas de la crisis, como una posibilidad de tener dinero extra", admiten en la policía nacional.
Aunque hay intervenciones exitosas de las diferentes fuerzas y cuerpos de seguridad, son escasas las denuncias e incautaciones en comparación con el inmenso volumen de piezas que se mueve.
"Las autoridades suelen marchar a remolque. Generalmente se llega a un yacimiento o a un bien cuando este ya fue saqueado. Eso da enorme ventaja a los expoliadores", explicó Diego Moya, vocero de la fuerza en Jaén.
El caso de la ermita soriana abrió un lamento popular que evocó otros. Castillos, iglesias, conventos, monumentos civiles, ruinas romanas, murallas, puentes. Vestigios históricos del pasado milenario de la península fueron objeto de saqueo imparable.
Un robo muchas veces facilitado por un cóctel explosivo. De un lado, el aislamiento de la zona en la que se encuentran muchas de esas piezas. No es raro para el turista que se aleja de los circuitos frecuentes el dar con joyas arquitectónicas dejadas a la buena de Dios. Se suma a ello la incapacidad del Estado para mantener y proteger el patrimonio.
En la punta de la pirámide se encuentra la llegada de Internet, que facilita la colocación de las piezas, y la ausencia de una legislación rígida.
"Por ejemplo, en Italia, cualquier coleccionista está obligado a llevar un registro con el origen certificado de las piezas en su poder. En España eso se hace a voluntad de los anticuarios", dijo Moya.
El esfuerzo privado se sumó a la batalla por la protección. Tal el caso de Hispania Nostra, una entidad para la defensa del patrimonio, cuya página identifica los bienes en riesgo, ya sea por deterioro, abandono o expolio.
Su página web es un muestrario de la penuria que padecen piezas y construcciones extraordinarias. Hay castillos, palacios, torres, iglesias y fincas centenarias abandonadas.
"No somos los únicos. Muchas asociaciones de vecinos se suman día tras día a la ofensiva contra el deterioro y el saqueo", dijo a LA NACION el arquitecto Francisco Sanz Taja, uno de sus integrantes.
El frente arqueológico no se queda atrás. Las regiones de Andalucía –con más de 3000 yacimientos catalogados– seguida por Castilla-La Mancha, Castilla y León y zonas de la costa mediterránea encabezan la lista del expolio.
"No hace falta mucho para entrar en el tráfico de piezas arqueológicas", admite, cabizbajo, Efraín Lista Ramallo, catedrático de la Universidad de Granada, en diálogo con corresponsales extranjeros.
Muchas veces la rapiña empieza de modo casual. Vecinos que exponen en sus casas ánforas o monedas antiguas que hallaron de modo fortuito y sin saber el valor real de la pieza. "Hay miles de casos", dijo el académico.
Otros veces es mucho más estructurado. La pirámide se basa en lo que se denomina un "pitero", una persona que con un detector de metales recorre zonas aledañas a los yacimientos en busca de un tesoro.
Son cazadores fortuitos o "domingueros", que pueden llegar a ganar unos 1500 euros al mes con esa pesca. Sin freno ni filtro, la pieza llega a Internet, como paso intermedio al coleccionista, que pagará fortunas.
Contra todo eso luchan las autoridades españolas –la policía nacional cuenta con una brigada de patrimonio histórico– las asociaciones de vecinos e instituciones académicas. La guardia civil, a su vez, cuenta con un grupo especial.
La crónica policial se nutre de episodios como el de desvalijada iglesia rural de Soria.
Hace apenas unos meses, los Mossos d’Esquadra –la policía regional catalana– recuperó cerca de 20.000 piezas procedentes de 393 conjuntos arqueológicos. Fueron detenidos un grupo de jóvenes con formación en Historia y en Geología. Tanta, como para saber qué es lo que habían encontrado y cómo extraerlo.
Su botín superaba los 120.000 euros y era tal la dimensión y el desparpajo con que actuaron que fueron necesarias cuatro furgonetas y tres días de trabajo para trasladar todo con el debido cuidado.
Aunque el caso más notable de la historia reciente es el de dos jubilados que, durante 20 años, esquilmaron yacimientos celtíberos en un monumental saqueo por el que llegaron a acumular 6000 piezas. Entre ellos, valiosos cascos de guerreros celtas que terminaron en varios museos de Europa.
Uno de los jubilados, Ricardo Moncayo, se dedicó a explorar durante años los ricos yacimientos de la zona de Aragón, una tarea en la que mucho ayudó la despoblación de buen parte de la zona. Nadie -o casi nadie- se percataba de lo que sucedía.
Es de los pocos casos que llega a proceso. La Fiscalía ha pedido multa y pena de hasta cinco años para cada uno de los integrantes de la dupla.
En cuanto a la Iglesia de La Mercadera, poca esperanza hay de que se recuperen las piezas robadas. "Nadie puede creer que los ladrones hayan actuado con tanto desparpajo. Pero, claro, la realidad es que aquí nunca pasa nadie", admitió Lourdes Sinal, la vecina que alertó sobre el saqueo.
"Nos ha pasado otras veces. Es una pena", dijo Juan José Sevillano, alcalde de Rioseco. A esta hora, sumido en la resignación.
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