Frijoles, oraciones y turnos para dormir en la embajada
Así viven Zelaya y unos 70 simpatizantes en la sede diplomática
1 minuto de lectura'
TEGUCIGALPA (De un enviado especial).- Jorge Ramírez duerme cuatro horas al día, se baña de madrugada, reza apenas se levanta y come frijoles todos los días desde que el lunes pasado decidió entrar en la embajada de Brasil para arropar al presidente derrocado de Honduras, Manuel Zelaya.
Jorge es una de las 70 personas que todavía quedan en el edificio diplomático cercado por el ejército hondureño. "Dormimos en el puro suelo y no hemos podido cambiarnos de ropa, pero vamos a resistir hasta que el presidente Zelaya sea restablecido en su cargo", comenta a LA NACION en un diálogo telefónico.
Periodista de profesión y zelayista por convicción, Jorge forma parte del Frente de Resistencia contra el Golpe de Estado. Cuando le toca despertarse por la mañana, lo primero que hace es compartir oraciones con el padre Tamayo, un sacerdote salvadoreño que protege "las almas" de los encerrados. Después vienen las tareas "domésticas": "Comenzamos a dividirnos los trabajos; unas brigadas se encargan de la limpieza mientras otros compañeros reemplazan a los vigilantes en la terracita de la embajada", cuenta.
El turno de guardia es de tres o cuatro horas, dependiendo de la resistencia física de cada uno. Y de lo que haya podido descansar. Como no hay espacio para que todos duerman al mismo tiempo, mientras unos duermen por la noche, otros lo hacen de día.
"La vigilancia es fundamental. Los militares se han apostado en las casas colindantes con la embajada y han querido introducir cámaras para grabarnos, y hay que estar muy atentos para que no asalten la embajada", denuncia el militante zelayista.
Jorge no ha podido cambiarse de ropa desde el lunes, pero afortunadamente el baño ya no es un problema, aunque a muchos les toca pasar por la ducha en plena madrugada, cuando unos duermen y otros vigilan.
El gobierno de facto cortó el suministro de agua corriente y de luz eléctrica los dos primeros días de encierro. Gracias a las presiones internacionales, los servicios básicos se han restablecido y los bomberos rellenan el tanque de agua siempre que se vacía. "Disponemos de dos baños para los miembros de la resistencia y hay otros dos más, uno para la familia del presidente y otro para el personal de la embajada", explica Jorge.
"Privilegios"
En su calidad de presidente, aunque sea derrocado, Zelaya goza de ciertos "privilegios" en el encierro. Cuenta con un dormitorio propio que comparte con su esposa, Xiomara Castro, y con su hijo José Manuel, y un baño privado. Pero ahí se acaban las prerrogativas presidenciales.
Cada día, funcionarios de las Naciones Unidas proveen algunos productos de primera necesidad a los encerrados. Las provisiones, compradas con el dinero del Frente de Resistencia, son reducidas: alimentos, artículos de limpieza e higiene personal y medicamentos. Eso es todo. Xiomara pidió un televisor para seguir las noticias, pero a Roberto Micheletti le pareció un exceso y la primera dama se quedó sin ver cumplido su deseo. Si quiere oír las noticias, debió de pensar el presidente de facto, que lo haga por las radios de los celulares.
La comida, según Jorge, es "bien hondureña": frijoles, huevos, tortillas y queso. Y punto. Un menú que aunque sea "bien hondureño" debe aburrir a los comensales tras cuatro días sin variación. Ayer, Zoe Zelaya, una de las hijas del mandatario, quiso llevarles algo más variado a los encerrados y se quedó con las provisiones en la puerta de la embajada.
Un generador eléctrico mantiene a los zelayistas con luz cada vez que al régimen se le da por cortar el suministro eléctrico. Sin radio ni televisión, su única conexión con el mundo exterior son los celulares y las computadoras con acceso a Internet inalámbrico de los pocos periodistas que lograron colarse en la embajada el lunes.
A los militantes del Frente de Resistencia les mantiene el ánimo alto poder ver y hablar con su presidente en todo momento. "Hablamos mucho con él y siempre nos dice que sigamos adelante hasta que vuelva la normalidad a Honduras."
Zelaya se pasa el día en reuniones internas, organizando su estrategia política, hablando por celular con periodistas y políticos, y, desde ayer, recibiendo a algunos representantes de diversos sectores sociales del país para abrir la vía del diálogo.
Para matar el tiempo, Jorge y sus compañeros mantienen reuniones constantemente: "Compartimos nuestras experiencias y nos contamos cómo nos sentimos cada uno, y eso es muy bonito", comenta.
El cansancio hace mella ya en los zelayistas tras cuatro días de encierro, pero es más psicológico que físico: "Es el temor a que en cualquier momento entren en la embajada y nos desalojen por la fuerza", precisa Jorge. Pero, a pesar de las carencias, el ánimo sigue alto: "Es la lucha del pueblo contra los poderosos, y sabemos que ganará el pueblo".




