Guerras del siglo XXI
PARIS.- La historia de la humanidad estuvo siempre marcada por las nuevas tecnologías que revolucionaron el arte de la guerra: la rueda, el acero, la pólvora, el avión, el radar o la fisión nuclear. Lo mismo sucede con Internet, que fue pensada, en realidad, para suplir los medios de comunicación tradicionales de Estados Unidos en caso de conflicto nuclear.
La cibernética transformó la economía, pero también dio a las fuerzas armadas occidentales la increíble posibilidad de enviar misiles o aviones sin piloto hasta sitios remotos, reunir información o lanzar ataques. Pero la tecnología digital también expuso a esos mismos ejércitos y a sus sociedades al peligro de apocalípticas agresiones digitales, capaces de diseminar virus y paralizar toda la infraestructura de un país.
Esa amenaza es seria porque las sociedades modernas dependen cada día más de los sistemas de computadoras conectados con Internet, y esto ofrece a los enemigos un sinnúmero de posibilidades de ataque. Centrales eléctricas, refinerías, bancos y sistemas de control aéreo pueden ser neutralizados en segundos. En ese caso, la vida de miles de personas estaría en riesgo.
El ciberespacio se ha transformado en el quinto terreno de la guerra, después de la tierra, el mar, el aire y el espacio. Algunos escenarios evocan un colapso instantáneo de los sistemas que permiten funcionar al mundo moderno. Según esa caótica hipótesis, los sistemas informáticos colapsarán; las fábricas y plantas químicas explotarán; los satélites se saldrán de sus órbitas, y las redes financieras y de poder quedarán paralizadas.
Esos son algunos de los escenarios catastróficos evocados por muchos responsables militares norteamericanos, que consideran que Estados Unidos está a merced de un Pearl Harbor digital.
Para el ex jefe de espías estadounidense, el vicealmirante retirado Mike McConnell, los efectos de una ciberguerra total son perfectamente similares a un ataque nuclear. "La ciberguerra ya comenzó -afirma-. Y Occidente la está perdiendo."
Para otros, esa convicción es demasiado alarmista. "La ciberguerra no existe", responde el gurú de la industria de la seguridad Bruce Schneider. "El ciberespacio seguramente formará parte de cualquier guerra futura, pero un ataque apocalíptico contra Estados Unidos es difícil y poco plausible de realizar fuera de un contexto bélico. Y, en ese caso, todos conocerán al culpable", explica.
Los detractores de la obsesión por la seguridad también señalan que se suele confundir ciberespionaje y ciberguerra. "Son dos cosas diferentes -precisa Schneider-. Lo que estamos acostumbrados a ver son grandes operaciones de espionaje cibernético internacional. Esas prácticas, ejecutadas por muchos países, no pueden ser consideradas una ciberguerra."
Sin embargo, los casos de agresiones digitales contra Estados son cada vez más numerosos. En junio último, los especialistas descubrieron un virus destructor denominado Stuxnet, que fue introducido en Irán en un pen drive. Sus inventores lo educaron para tomar el control de los motores Siemens que hacen funcionar las centrifugadoras de las centrales nucleares del régimen de los ayatollahs.
Ese minúsculo instrumento era tan sofisticado que casi no hay dudas de que había sido preparado por un Estado. Irán reconoció los efectos del ataque y los expertos quedaron asombrados por su eficacia.
"El efecto detectado en las computadoras de las instalaciones nucleares de Natanz y Bushehr tiene aterradoras implicaciones para todos los países", advierte Issac Porche en el Bulletin of the Atomic Scientists . "No hay que olvidar que los gasoductos, fábricas químicas y centrifugadoras nucleares de Estados Unidos también dependen de equipos similares", precisó.
La primera víctima
El concepto de ciberguerra apareció por primera vez en Estonia en 2007. La pequeña república báltica, independiente desde 1991, se oponía por entonces a Moscú por la suerte de un soldado de bronce que las autoridades querían desplazar. En medio de enfrentamientos entre nacionalistas estonios y militares rusohablantes, unos inusitados ataques informáticos paralizaron el país durante tres semanas.
"Existen cada vez menos conflictos en el planeta que no estén acompañados de ataques informáticos", explica el especialista francés Patrick Pailloux.
Pocas semanas antes de la guerra que libraron Moscú y Tiflis en agosto de 2008, Georgia padeció la parálisis de sus sitios web durante varios días. Eses mismo año, antes de los Juegos Olímpicos de Pekín, cuando las manifestaciones protibetanas perturbaban el viaje de la antorcha olímpica, la red internacional del Dalai Lama fue atacada. En 2009, las instituciones de Corea del Sur y de Estados Unidos, países considerados enemigos por Corea del Norte, padecieron asaltos que provocaron serias perturbaciones de sus sistemas informáticos? Y la lista se extiende.
El ciberespacio se ha transformado en un medio de acción, de protesta, de espionaje o de ataque. "Desde que aparece un conflicto, el escenario de conflictividad se desplaza instantáneamente a Internet", señala Pailloux. Y a medida que el tiempo pase, esos ataques serán más sofisticados y más graves.
LOS SOLDADOS DEL FUTURO
Los combatientes convencionales son, gradualmente, reemplazados por sistemas informáticos y por máquinas que cumplen funciones de guerra
- El objetivo: atacar las principales instalaciones nucleares
Shock cibernético coordinado en industrias clave: de plantas de agua y energía a fabricantes de automotores
- El sistema informático nacional, en la mira: organismos estatales, bancos, medios de comunicación y redes de telefonía móvil
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