Pese a la urgencia, las divisiones siembran dudas sobre el acuerdo climático
Los informes son concluyentes, pero las posturas de los distintos países son un serio obstáculo a vencer
PARÍS.- Calentamiento de la atmósfera, desertificación, inundaciones, crecida y acidificación de los océanos... Uno tras otro, los informes del Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (GIEC) describen un amenazante paisaje sobre la evolución del clima terrestre. Los 195 países que asisten a la conferencia de Naciones Unidas que se realiza en París (COP21) son conscientes del peligro. Pero ¿serán capaces de alcanzar un acuerdo?
El canciller francés, Laurent Fabius, presidente de la conferencia, habla de "obligación absoluta de éxito".
Los delegados concluyeron su última reunión preparatoria el 23 de octubre en la ciudad alemana de Bonn con un documento de 55 páginas. Si bien el esfuerzo de síntesis fue remarcable, no se puede decir que el acuerdo fue total. Desde anteayer por la tarde, una vez concluidos los discursos protocolares, los delegados comenzaron a tratar los temas conflictivos.
El primero de esos puntos de litigio reside en la forma jurídica del eventual acuerdo. En la conferencia de Durban (2011), los países convinieron que en París era necesario obtener "un protocolo, otro instrumento legal o una solución concertada que tenga fuerza legal". Entre las opciones figura la de un tratado o protocolo, que debe ser firmado por todos los Estados y ratificado por sus respectivos parlamentos. Pero esa vía es impracticable para el gobierno de Estados Unidos, confrontado a la hostilidad del Congreso, dominado por republicanos y climatoescépticos. Una posición que no comparte el presidente Barack Obama, que ayer, antes de partir de París, causó la sorpresa al afirmar que una exitosa COP21 debería "incluir un mecanismo vinculante" que asegure que los Estados respeten sus compromisos de reducción de CO2.
La vía intermedia podría ser la de un "acuerdo híbrido" que contemple la obligación de control periódico de promesas formuladas por los países (calificadas de "contribución nacional" en lugar de compromiso con carácter vinculante), y no los objetivos cifrados de reducción de GES. Sobre ese punto, Francia -partidaria de un acuerdo jurídicamente vinculante- puede contar con el apoyo de China, primer contaminador mundial, que firmó una declaración común con el presidente François Hollande el 2 de noviembre en Pekín.
El sostén de China será por el contrario difícil de obtener sobre la otra cuestión sensible de la negociación: la financiación. En Copenhague, los países ricos se comprometieron a movilizar 100.000 millones de dólares por año hasta 2020 para ayudar a las naciones en desarrollo a luchar contra el calentamiento climático. Según un reciente informe de la OCDE, esa cifra alcanza actualmente 62.000 millones.
El documento calcula también que un esfuerzo suplementario por parte de bancos de desarrollo, contribuciones adicionales de ciertos países (Alemania, Francia o Reino Unido), así como el aumento considerable del llamado Fondo Verde, permitirán cubrir el déficit actual.
China, no obstante, no se siente concernida por esa promesa de los países ricos. Y las naciones más vulnerables consideran que las promesas actuales -incluso de 100.000 millones anuales- están muy lejos de ser suficientes para hacer frente a sus necesidades. La capacidad de esos países para financiar sus planes de reducción y, sobre todo, de adaptación es extremadamente limitada.
Un último desafío permitirá juzgar la ambición de un eventual acuerdo: el objetivo a largo plazo. ¿Privilegiarán los delegados una fecha precisa, 2050 por ejemplo? ¿O una dinámica sin etapa particular, como lo sugiere Laurent Fabius cuando evoca "una trayectoria de emisiones de carbono reducida y adaptada al clima"? ¿La conferencia escuchará la reivindicación de los Estados insulares amenazados por la crecida oceánica, que exigen que la línea amarilla sea fijada a 1,5°C y no a 2°C de calentamiento? ¿Cómo trata la cuestión de las energías fósiles y de las renovables en la futura transición energética?
El mundo conocerá la respuesta a todos esos interrogantes en diez días.