Polémica en Italia: prohibido sentarse en la icónica escalinata de Piazza di Spagna
ROMA.- Cinco de la tarde, 37 grados de sensación térmica, sol radiante. Theresa Lamm, turista china de 23 años, gorro para protegerse del sol, botellita de agua en mano, decide hacer un alto y sentarse para admirar el paisaje y respirar esa ligera brisa que, afortunadamente, corre. Segundos después, un silbato la sacude. Un policía se le acerca y gesticulando le hace entender que no puede estar ahí sentada. "This is a monument, respect, respect", la reta en su mejor inglés el agente, que después saca su celular para traducirle eso que le dice.
Es una escena que se repite, una y otra vez, desde ayer, en uno de los lugares más emblemáticas de la ciudad eterna: la escalinata de Trinitá dei Monti, también llamada escalinata de Piazza de Spagna, ya que conecta esa famosa plaza con la Iglesia de Trinitá dei Monti, ubicada unos 50 metros más arriba. Se trata de un lugar maravilloso, famoso desde los tiempos de de Gregory Peck y Audry Hepburn en Vacanze romane.
Por una nuevo reglamento de policía urbana que comenzó a ser aplicado repentinamente ayer, ya nadie puede sentarse sobre ninguno de los 135 escalones de la escalinata, que son patrimonio de la Unesco. Ni siquiera para sacarse una foto. Aunque por ahora no ha habido sanciones –sólo silbatazos y retos-, el trasgresor corre el riesgo de pagar una multa de entre 140 a 400 euros.
La nueva norma cambió drásticamente el paisaje urbano. Ya desde lejos, llegando hasta allí desde la Vía Condotti, la calle del lujo, se nota que hay algo raro. La famosa escalinata, un milagro arquitectónico firmado por Francesco De Sanctis e inaugurado en el Jubileo de 1725 por Benedicto XIII, se ve blanca, semi-desierta. No más coloreada por manchones de gente allí sentada. Saltan a la vista varios policías, algunos con pecheras amarillas que, cada dos por tres, se ven obligados a acercarse a retar a quienes hacen lo que siempre salió natural hacer: sentarse en los escalones. Lo peor es que se oye, en forma intermitente, el sonido del silbato, como si uno estuviera en un partido de básquet.
"Si quieren sentarse, acá cerca hay un parque muy lindo, Villa Borghese", le explica una mujer policía, en inglés, a un canadiense sorprendido in fragranti. "Es muy raro, no hay ningún cartel que indique que está prohibido sentarse", comenta a LA NACION, descolocada, Theresa Lamm, turista china reprendida por su actitud, que tampoco se explica por qué sí la gente puede sentarse a la vera de la famosa fuente de La Barcaccia, de Bernini, que se levanta en la plaza...
Polémicas
La aplicación de la nueva norma –una noticia que fue tapa de todos los diarios-, provocó polémicas: unos protestaron por ser demasiado rígida, otros aplaudieron porque, en verdad, las hordas de turistas muchas veces transforman a la escalinata en un virtual e inmenso sillón. O es víctima de maleducados (tanto turistas, como locales) que se sientan allí a comer fast-food, ensuciando, dejando basura y manchas de café y otras bebidas.
"Es una medida excesiva de tufo fascista", protestó Vittorio Sgarbi, exministro de Cultura. "Es justo que prohíban comer en la escalinata, pero prohibir sentarse es otra cosa, totalmente inentendible", indicó Claudio Pica, titular de una asociación de comerciantes, con quien coincidió Giuseppe Roscioli, representante de hoteleros.
En la vereda de enfrente se manifestó Gianni Battistoni, presidente de la asociación Via Condotti, que consideró la entrada en vigor de la controvertida norma como "un día de fiesta para Roma". "La prohibición de sentarse es el único modo para proteger la escalinata. Y es una señal importante para tutelar el decoro de la ciudad. Sentarse sobre esos escalones del Setecientos es como entrar a un museo y recostarse sobre una escultura", agregó Battistoni.
La escalinata fue restaurada en 2016 gracias a Bulgari -la conocidísima maison de joyas de la via Condotti-, que pagó 1 millón y medio de euros para volver a hacer resplandecer sus mármoles de travertino, un trabajo de limpieza colosal que, durante un año, la mantuvo cerrada al público, impidiéndole a miles de turistas sentarse en sus famosos escalones. Cuando se reabrió, hubo un fuerte debate sobre qué hacer para mantenerla en buen estado, con algunos, como Paolo Bulgari, que propusieron cerrarla, aunque sea de noche y ponerle rejas. Algo que no prosperó.
Lo cierto es que la prohibición de ahora –que nadie sabe cuánto podrá durar-, para muchos es una "operación de verano" de la alcaldesa Virginia Raggi –del antisistema Movimiento Cinco Estrellas- para recuperar su imagen. En las últimas semanas, de hecho, estuvo bajo ataque por el estado desastroso de la ciudad debido a la basura que se acumula sin que nadie haga nada. Un tema irresuelto y vergonzoso.
"Con todos los problemas que tenemos en esta ciudad, que está sucia como nunca, no tiene autobuses y está degradada ¿ahora vamos a molestar a los turistas que se sientan en la escalinata de Piazza de Spagna? ¡Es absurdo!", dijo a La Nación Edoardo Romano, uno de los pocos romanos que no se fueron de vacaciones, que reside en la zona y que decidió ir a ver con sus propios ojos el gran cambio. "Personalmente, entiendo que hagan normas que protejan nuestro patrimonio cultural y artístico, pero me parece que se les fue totalmente la mano y no es la forma apropiada", agregó, indignado.
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