Un pueblo desolado en el corazón del Sahara
Por Narciso Binayán
1 minuto de lectura'
Se los ha llamado "los hombres del velo" y también "los hombres azules". Fueron temidos, temibles, orgullosos y valientes. Sus primos, los almorávides, vencieron a Alfonso VI en Zallaca. Desde antes, otros reinaban en Granada. Era en la época del Cid.
Hace seis siglos, el historiador tunecino Ibn Jaldún los retrató así: "Viven en la región estéril que se extiende al sur del desierto de arena (el Sahara). Desde tiempo inmemorial -muchos siglos antes del Islam- recorrían esa región y encontraban allí todo lo que necesitaban".
"Alejados de las tierras cultivadas -prosigue Jaldún-, reemplazaban sus productos por leche y carne de sus camellos; evitando los países civilizados, se habían acostumbrado al aislamiento y, valerosos, jamás se sometieron al yugo de una dominación extranjera. Ocuparon los lugares vecinos de Etiopía y la región que separa el país de los bereberes del de los negros. Se cubren la cara con el lithman (velo), prenda que los distingue de otras naciones".
Eso mismo se podía escribir de ellos en las primeras décadas del siglo. Hoy, su situación es tan miserable como trágica.
Para empezar, es dificilísimo conocer la cantidad de tuaregs existentes en el mundo. Se ha señalado a este respecto que "es tanto más difícil responder a esta pregunta desde que no han sido censados ni en la misma época ni según los mismos métodos". Además, la definición de tuareg varía de un censo a otro; en numerosos casos se incluye a los grupos otrora siervos y transformados en tuareg por asimilación. En otros casos, se los censó separadamente, lo que puede ser aceptable para los que adoptaron las lenguas de otros pueblos.
Existe, además, una variación estadística que distingue a veces entre los grupos llamados "verdaderos tuareg" de otros llamados "falsos tuareg". Se trata de grupos nómadas, distribuidos al azar en un territorio vacío y de difícil acceso.
Una superficie de quizá dos millones de kilómetros cuadrados como mínimo con arenales, llanuras y cordilleras rocosas con habitantes errantes en la inmensidad entre oasis y oasis.
Survie Touaregue, organización con sede en Francia, habla de un total de tres millones de personas. En el otro extremo, el Centro para los Estudios Indígenas Mundiales habla, en cantidades "deflacionarias", de 100.000 a 300.000. Con más realismo, el investigador francés Edmond Bernus habla de alrededor de un millón en 1987.
Tal como muchos otros pueblos, ellos no se llaman a sí mismos como los conocen los extranjeros. Son los Imaziguen y hablan el tamashek. Usan un alfabeto propio, el tifinagh, que, como los dos grandes alfabetos semitas, el árabe y el hebreo, no tiene vocales. Sin embargo, los tuareg no son semitas sino bereberes, camitas -como los antiguos egipcios-. Son musulmanes. Son blancos, aunque hay tuareg negros, descendientes de esclavos o mezclados.
Otra partición absurda
Como la mayoría de los pueblos de Africa del Sahara al sur, sus problemas derivan de las fronteras heredadas de la partición colonial. En su momento, eso no se vio ya que continuaron con su vida errante y prácticamente todos se encontraban bajo la autoridad de París.
El problema, rápidamente transformado en drama y hoy en tragedia, surgió, paradójicamente, con la independencia. De pronto los tuareg se encontraron divididos por fronteras políticas totalmente invisibles en medio del desierto y ciudadanos de países diferentes. Retomando la cifra de un millón, la mitad estaba en Níger; otros, en Mali, en Burkina Fasso, en Argelia y cantidades muy pequeñas en Libia y Nigeria. Salvo Libia y Argelia todos los otros son países negros y ellos eran blancos. Salvo una franja al sur donde conviven con otros pueblos, eran los únicos habitantes de su inmensa tierra.
Se barajó la idea de crear algo parecido a una "Turaeguia", más o menos independiente, pero no pasó de un pensamiento administrativo que jamás salió de los papeles de la burocracia. Queda la duda de si era económicamente viable. Los tuareg protestaron en su momento, pero nadie los tomó en serio.
La cosa empezó en Mali, donde la decisión del gobierno de no respetar las tradiciones de este pueblo blanco llevó a la rebelión de 1963-1964. Prudentemente, el gobierno, una vez reprimida duramente la rebelión, dio marcha atrás, nombró ministros tuareg y oficializó su idioma. Lo mismo, sin rebelión, se produjo en Níger donde se dio el caso de un primer ministro tuareg.
Tremendas sequías (1973-74 y 1984-85) provocaron la muerte de casi todo el ganado. En masa, los tuareg cruzaron las fronteras o se instalaron en villas miseria de las ciudades. La indiferencia con que los dos gobiernos encararon las situación llevó a los tuareg a la exasperación y un primer choque se produjo en Chin Tabaraden. Primero, la ciudad fue bombardeada y siguieron ejecuciones públicas que dejaron alrededor de 1500 muertos. Esto fue en Níger (mayo de 1990). Poco después, un episodio parecido ocurrió en Mali (600 muertos, agosto de 1990). Y luego en otro punto fueron ejecutados sin cargos ni juicio todos los jefes y dignatarios religiosos.
Se inició así una seguidilla de movimientos de resistencia, atentados, represiones. Hay cientos de miles de refugiados en países muy pobres, sin salida. Los tuareg vieron la independencia, y no sin razón, como la continuación, peor, de la colonia y se hacen esta terrible pregunta: "¿Cuándo va a terminar la independencia?".
Vecinos
Separados de sus "vecinos", los tubu, por los 800 kilómetros del Teneré,"el desierto en el desierto", se las arreglaron para cruzarlo con un oasis como base. Así se saquearon mutuamente. Hacia 1892, los tubu atacaron la gran caravana anual tuareg, robaron 7000 camellos y mataron o hirieron a cien hombres. Sin embargo, cuando la situación era conveniente, se unían para atacar a los ricos reinos del sur.
Caras cubiertas y monogamia
El uso del velo por parte de los hombres que es -o era- tan absoluto que hasta comían y bebían pasando la mano por abajo, siempre los ha singularizado. Y el nombre de "hombres azules" deriva del tinte que con frecuencia les tenía también la cara. Es signo de nobleza.
Entre ellos, la mujer gozó siempre de gran libertad. Uno de sus personajes más recordados -el más antiguo en todo caso- es el de la reina Tin Hinar, muy reclamada en la leyenda como antepasada nacional. Su tumba se ha encontrado, con pulseras de oro, plata, joyas y una moneda del emperador Constantino (siglo IV).
Se hallan entre ellos algunas curiosidades entre musulmanes como la monogamia, el uso de cruces en la empuñadura de sus espadas y en sus sellos, palabras como Mesi -Dios- y Andjelus -ángel- y nombres como Samuel, David y Saúl. Se piensa que quizá pueda haber un remoto origen en cristianos que huyeron de las persecuciones de los vándalos cuando reinaban en el norte de Africa.Otra: la nobleza se hereda por la mujeres.Así se transmitía la realeza entre sus sultanes.


