Antonio Birabent: en qué anda, por qué se considera “un lobo solitario” y qué proyecto es su revancha
El músico y actor de 56 años está con una agenda bastante intensa, a la publicación de su segundo libro, El filo, le suma varios shows en vivo en los próximos días, el unipersonal que está escribiendo y el futuro estreno de una serie en la que participó
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Antonio Birabent es un artista que se expresa en distintos formatos. Pero ya sea componiendo y tocando música, actuando en una película o una serie, o escribiendo prosa, el objetivo parece ser siempre el mismo: irse a otro lugar. De eso se trata su nuevo libro, El filo, publicado recientemente por Paripé Books. Claro que en el caso de la ficción, la fuga del protagonista es un movimiento literal, de la ciudad hacia la montaña. Mientras que lo que hace Birabent en las distintas disciplinas artísticas que aborda, es irse de una manera simbólica, perderse en su propia mente, en búsqueda de algo intangible.
La publicación de su segundo libro coincide con otros proyectos, que incluyen la creación de un unipersonal para teatro y el futuro estreno de una serie, Amor animal, que lo cuenta en su elenco. Y, como siempre, la música, con una serie de shows, que comenzará hoy, en Raíces, en Berisso; y continuará el jueves 18, en el Chili Street Club, de la ciudad de Córdoba; y el viernes 19, en Budhi Bar, en La Cumbre.
Con el entusiasmo de quien encara algo nuevo, Birabent compartió una charla con LA NACION, en la que reflexionó sobre sus distintas formas de expresión; la idea permanente de “irse”; su disgusto por el concepto de “series para maratonear”; y la negación a estar al tanto de todo lo nuevo (aunque, de vez en cuando, algo lo sorprenda).
-El libro es sobre un hombre que se va a un lugar solitario, se separa de todo, un poco para encontrar algo de sí mismo, pero también para hacer un proceso creativo, ¿eso es algo que alguna vez hiciste, tal vez no en ese extremo, o es una fantasía de una posible forma de creación?
-La aventura del protagonista es una mezcla de deseo mío y también de algo que efectivamente hago. Él lo hace de una manera muy extrema. Pero yo tengo mucho contacto con la montaña. No es casual que el libro trate sobre la montaña y se llame El filo. Porque yo tengo una costumbre, por forma de vida, que es que voy mucho por Altas Cumbres, en Córdoba. Y cada vez que voy por ahí, miro y digo, “¿Qué es el filo? Cuando se llega arriba, ¿qué hay? ¿Habrá algo? ¿Será chato?" Y de esa pequeña pregunta muy cotidiana y hasta infantil, empezó El filo. Y la idea de esconderme, de alejarme del mundo, es algo que está en lo que pienso, en las letras de las canciones, en lo que he escrito. Esa idea del ermitaño que dice, “Bueno, no doy más y me voy”, me seduce.
-Algo que llama la atención enseguida cuando ves el libro, es el formato que elegiste. Tiene algo de la poesía o de la canción, ¿eso lo pensaste antes de escribir? ¿Sentís que está conectado con tu forma de escribir canciones?
-No, nunca lo pensé. A mí la escritura de largo aliento me cuesta. No es mi fuerte. El primer libro, Tres, era de relatos breves y cuando pensé en el segundo y empecé a escribir, escribí relatos un poco más largos. El editor con el cual trabajé, Andrés Gallina, puso mucho foco en El filo. Me dijo, “Che, acá hay algo. ¿Por qué no avanzás a fondo con este cuento?” Empecé a escribirlo y, en 6 meses, pasó de 8 a 80 páginas. No fue buscado. Desde que el libro salió la palabra poética siempre aparece. Como que es una experiencia poética, una prosa poética. A mí me gusta esa devolución porque entiendo que el misterio de las palabras produce esa ambigüedad, ese encantamiento. Entiendo también que el hecho de que sean entradas breves, algunas muy breves, produce una idea que no necesariamente está acabada. Que a lo mejor una segunda lectura te lleva a otro lugar y, por otro lado, el cuento es muy simple, es alguien que se va. Se va con su memoria, con sus obsesiones. Pero, volviendo a tu primera pregunta, la idea de alguien que se va siempre me ronda y a mí me gusta irme también.
-Tal vez no de una forma literal, te vas en lo que creas.
-Me voy en lo que creo, está muy bien lo que decís. Hay un metadiscurso porque yo estoy escribiendo el libro de un tipo que trata de escribir y por otro lado también escribir es irte. Es desaparecer un rato. Leer también es irte. Y a mí son dos situaciones que me dan muchas vueltas en la cabeza, sobre todo por la invasión que tenemos de la antilectura, ¿no? Que es el aparatito. El aparatito celular es el anti irme, es estar. Siempre estar. La gente que lo promociona, las grandes empresas te dicen: “Con esto estás conectado todo el tiempo.” Y yo no quiero estar conectado todo el tiempo. En un momento del libro fue una decisión tomada, él dice: “Me felicito por no haber traído teléfono”. La decisión de decir: “Me pierdo”, hoy está vinculada a poder apagar la conexión y entender un lugar más propio. Creo que eso es lo que a mí más me interesa, en la música, cuando escribo, cuando actúo también, ¿cuál es mi pequeño lugar? Generalmente es muy pequeño, muy propio y, en algunos casos, puedo compartirlo con el público. Creo que esa es una función social interesante, a veces mucho más que las declaraciones partidarias y políticas que todo el tiempo, todo el mundo hace.
-Te quería preguntar sobre esta decisión de escribir como una especie de fluir de la conciencia. Esto que vos decís: va de un recuerdo, a distintas cosas, que van saliendo como las podrías pensar...
-Es que cuando el cuento era cortito ese desarrollo mental no estaba. Era más realista. Alguien se va a la montaña, trata de escribir un libro, piensa un poco. Cuando empecé a engrosar El filo, aparecieron las zonas oscuras y ambiguas. Entra en una zona más misteriosa. Y yo creo que gana muchísimo. Ganó muchísimo porque ese misterio yo tampoco lo tengo claro. Viste que está la idea de que el autor o el creador sabe lo que pasó. Si uno pudiera hablar con David Lynch, le diría: “A ver, en Terciopelo azul, ¿qué querías decir?” Y, para mí, no sería una decepción que él me diga: “No tengo muy claro lo que quería decir. Yo provoqué cosas”. ¿Cuál sería la gracia de que él te explique? Pero voy un poco más lejos, si él no pudiera explicártelo, para mí sería parte de su arte. Todos los días nos explican todo, en todos los diarios, en todos los portales, están explicando todo el tiempo las cosas. Creo que esto es más interesante cuando es un tanto inexplicado.
-Y ahora, en el arte popular, la música, el cine, las series, muchas veces parece que todo tiene que estar explicado.
-Sí, muy explícito. No sé, muchas de las canciones ahora hablan de las marcas que se quieren comprar. Hablan de Gucci. Digo, “Bueno, está bien. Hay formas”. Pero creo que hay algo explícito muy burdo. Toda la vida fue así, no es que es un invento de ahora, siempre hubo expresiones burdas y expresiones más originales o más misteriosas. A mí me interesan más esas expresiones. Llevo una vida actuando, componiendo y cantando, pero tengo dos libros apenas y todavía llamarme escritor me da un poco de pudor. Pero entiendo que es un lugar muy lindo para provocar ese mundo donde digo, “Che, me retiro un rato.”
“Pequeñas huidas"
-Tenés una carrera extensa en la actuación y en la música, ¿te divierte hacer algo en lo que sos nuevo?
-Sí, para mí ha sido una renovación. Ahora estoy escribiendo para el año que viene, una obra de teatro, un unipersonal donde voy a actuar. Nunca había escrito teatro. Si bien llevo una vida con el lápiz y el papel escribiendo, es una mecánica de una herramienta distinta. Me da una satisfacción poder, siendo ya un cincuentón, sentir que estoy probándome en algo nuevo. Es mi búsqueda. Toda la vida lo he hecho. Me he corrido de los lugares, me he ido. La primera experiencia que hice cuando hice música autogestionada, se llamaba Sitio Lateral. Todo el tiempo estoy provocando esas pequeñas huidas. Me siento más pleno ahí. Para mí hoy la música, por supuesto, sigue siendo un desafío. Me subo a cantar e igual tengo nervios, no es que lo hago de taquito. Nunca nada me resultó de taquito. Actuar sigue siendo algo difícil. Voy a hacer un concierto bastante extraño porque tengo dos discos que para mí fueron muy importantes, Azar y Anatomía, que son de fines de los 90 y 2000. Que fueron los primeros discos que hice de forma autogestionada en mi casa, los fabriqué yo. Los hice entre España y la Argentina, y fue un cambio para mí en la música. Pasé de hacer dos discos de rock and roll, por decirlo así, a una música mucho más experimental. Dos amigos me dijeron: “Che, hagamos esos dos discos en vivo, solamente esos dos discos.” ¿A qué me refiero con esto? Que sigue siendo algo que a mí me mueve el piso. Cuando digo, “Voy a ponerme a escribir una obra de teatro”, estoy arrancando casi de cero. Pero bueno, me gusta lo que desconozco.
-¿Y lo que tenés en mente es una ficción?
-Es gracioso porque tiene que ver con El filo. Porque es un hombre que se pierde en la ciudad, pero voluntariamente. A mí la ciudad me obsesiona desde siempre, está en mis letras, en lo que escribo, en mi cabeza. Lo que produce la ciudad en nosotros, como experiencia de vida. No en vano el protagonista de El filo se escapa de la ciudad también. Tuve dos experiencias teatrales y en ninguna de las dos me sentí pleno. Seguramente por culpa mía. Y me debo una revancha con el teatro. Me gusta mucho y siento que, volviendo a la idea de antes, también es un lugar donde podés irte, en el mejor sentido de la palabra. Irte de la realidad invasiva que nos rodea. Por lo tanto, confío en poder resolverlo y concretarlo el año que viene.
-¿La conexión con el público te llama? Porque, además de tocar en vivo, en esto mezclás la actuación, en la que tenés más experiencia en series o películas, y lo llevás a esa conexión con el público, a eso que pasa en el teatro.
-Pasa otra cosa y las dos veces que hice teatro, por más que te digo que no me sentí con todo el potencial que podía dar, sentí ese mundo y cada vez que voy a ver teatro me pasa. Sobre todo estar solo arriba del escenario, que lo he hecho muchas veces tocando, pero nunca actuando. Me entusiasma muchísimo, me siento como un niño también. Voy a empezar otra cosa, donde también imagino que la música va a jugar, va a estar, pero de alguna forma es una variación de El filo, llevada al teatro.
Amor animal
-Hay una serie en la que actuaste, Amor animal, de Sebastián Ortega, que tiene estreno previsto para el año próximo en Amazon Prime Video. Vos estuviste en un momento en el que apareció en la televisión argentina una especie de serie distinta, como Verdad consecuencia, ¿cómo vivís ahora esta nueva era de las series para plataformas?
-Participé en tres programas que fueron pioneros, Verdad Consecuencia, y después Epitafios. Alguien que es un capo de la industria me dijo: “Epitafios es el origen de todo lo que está pasando ahora”, con la diferencia de que todavía era en un formato donde salía una vez por semana. Todo lo que hoy se produce en América Latina, el origen fue cuando HBO en Estados Unidos dijo: “Vamos a hacer una serie en castellano.” Y, después, también en un nivel más doméstico, El tiempo no para, que era una novela, pero con mucha calidad. Ojo, aclaro para que no suene soberbio, que también me ha tocado estar en programas que no eran pioneros en nada. Pero a mí lo que me pasa ahora es que siento que son comidas muy rápidas. Que la gente pueda maratonear, me parece una mala palabra. “Serie para maratonear”, no me gusta. Me gusta más poder comer con un poco de tiempo lo que voy a consumir. Voy a poner un ejemplo en el que yo no estoy, El Eternauta. ¡Lo que se ha trabajado para hacer eso! Se desvaneció en el aire. No hay recorrido. Está bien, alguien puede decir: “bueno, pero quedó ahí y lo podés volver a ver”. Hay algo de ese formato de la velocidad que no es lo que más me gusta. Por otro lado, también la oferta es tan grande, que siento que el infinito y el cero se tocan. En el medio de eso hay cosas buenísimas. O al menos eso me dicen.
-Sí, también te lo podés estar perdiendo porque justamente hay mucho para ver.
-Seguramente. Igual, siempre hablando esto del “cómo” ¿no? Porque con la música también me hacen mucho esta pregunta, “¿Cómo ves hoy la música en las nuevas plataformas, herramientas o canales?”. Siempre de alguna forma digo lo mismo y es que me interesa el “qué” más que el “cómo”. Vuelvo a Azar y Anatomía. Cuando yo decidí irme de una compañía discográfica, que era BMG, porque en esa época, en los 90, tenías que grabar para discográficas, no existía la independencia en el sentido que ahora existe. Y decidí, voy a armar en mi casa una forma de grabar, de ir a fabricar los discos, irlos a buscar, traerme las cajas a mi casa. Todo eso en sí, no cambiaba la música que yo quería hacer. Necesitaba esa manera para poder hacerla, pero no era mejor o peor por eso. Entonces, creo que hay en estos días una lupa muy grande en el “cómo”. Me interesa más el “qué”. Creo que a la larga lo que queda es eso, no sé. Creo que soy muy prejuicioso, la verdad. Me dicen, “¿Querés escuchar?” “No, no quiero escuchar nada nuevo”, digo. Un amigo, me dice: “Escuchá un tema de Milo J”. “No quiero.” “Escuchá.” Y me puso un tema que es medio un folclore. Dije: “La puta madre, esto es muy bueno”. Pero es como que digo, está bien, no tengo tiempo para abrir mucho esa puerta. Prefiero seguir con lo que pasa en mi mundo y cada tanto dejo entrar algo. Por ejemplo, a Milo J.
-Tenés un disco con temas de rock nacional y estuviste en Tango feroz, con la música de tu papá, Moris, y toda esa movida. ¿Cómo te ves en ese linaje, con la música que creaste y cómo te insertaste en esa historia?
-Me siento un poco un ermitaño, como el tipo de El filo. No pertenezco a una línea del rock argentino. El rock argentino es, en algún aspecto, muy conservador. Está la línea que imita a este; la línea que sigue esta forma de cantar; la línea de las canciones que suenan como... Nunca me pasó. Ni siquiera fue voluntario, nunca me salió eso y busco un camino de vuelta lo más propio posible. Ni siquiera la música que empecé a hacer era parecida a la de mi papá. Si bien tengo obsesiones comunes, como la ciudad, y algo de la nostalgia tanguera metida en el mundo del rock. Pero me gustan los lobos solitarios.
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