LONDRES.– Su vida podría ser el argumento de un ballet dramático. Trabajo, sacrificio, pasión, glamour, política, armas, cárcel, engaños amorosos y un final de pobreza y enfermedad. En el escenario, comenzó a los 15 años y terminó a los 60, como prima ballerina assoluta en Londres. Margot Fonteyn fue una de las más grandes bailarinas del siglo XX. Marcó un camino para varias generaciones y le dio un rostro de éxito a una Gran Bretaña malherida por la Segunda Guerra, además de poner al Royal Ballet en el mapa del mundo.
Fonteyn cumpliría hoy 100 años. Las celebraciones por el aniversario van de ediciones de revistas dedicadas a ella, como Dancing Times, a un nuevo documental sobre su historia.
Margaret Evelyn Hookham nació en Reigate, Surrey, el 18 de mayo de 1919. Le decían Peggy. Creció en Shanghai, tomó clases desde los cuatro años y a los diez su madre, Hilda Hookham, la trajo a Inglaterra para probar su talento. El resultado ya se sabe.
Luego de estudiar con Serafina Astafieva, entró en la escuela de Ninette de Valois, quien la incorporó rápidamente a su compañía en 1933, cuando todavía era estudiante en el Vic-Wells Ballet en Sadler’s Wells (que se transformaría en el Royal Ballet, en Covent Garden). Allí, Frederick Ashton era coreógrafo, y Constant Lambert, compositor y director musical, sostuvo un largo y secreto affaire con una Fonteyn menor de edad (aunque él terminaría casándose con otra mujer). Mientras De Valois le daba roles principales en El lago de los cisnes, La bella durmiente, El cascanueces, Coppelia y Giselle, tras el retiro de Alicia Markova, en 1935, Ashton comenzaba a crear obras para ella, su musa, como Ondine, Margarita y Armando y Cenicienta. Consagrada estrella, se destacaba por su musicalidad y expresividad, líneas simétricas y cautivante presencia escénica.
Para su nombre artístico adoptó el apellido de soltera de su madre, Fontes, de origen brasileño; de ahí su look exótico y poco inglés: tez oliva, cabello negro, ojos oscuros y rasgados.
Sin duda lo más increíble fue que le dio a su carrera profesional una segunda vida, a los 42 años, cuando comenzó a bailar con el joven, impetuoso y sensual Rudolph Nureyev, con quien formó una de las parejas más emblemáticas del mundo de la danza. Cuando el bailarín ruso desertó en París y se presentó en Londres, pidiéndole a Fonteyn con desparpajo que bailara con él, ella aceptó en la famosa gala de 1961, para recaudar fondos para la Royal Academy of Dance (RAD), entidad que hasta hoy vela por las mejores prácticas en la enseñanza de la danza académica. Fonteyn era su presidenta desde 1954. Según su actual director, Gerard Charles, esa velada fue el disparador de la carrera de Nureyev en Londres. "Fonteyn trabajó activamente con la RAD, a pesar de sus compromisos artísticos, por 37 años. Aproximó el ballet profesional a la enseñanza. En su honor, coincidiendo con los 100 años de la RAD, renombraremos en 2020 nuestro prestigioso concurso anual; será central en nuestro libro del centenario y en nuestra exposición en el Museo Victoria y Albert, que durará un año", resumió el director de la organización, presente en 79 países.
Tras la invitación del Royal Ballet a Nureyev para hacer Giselle, que los vio salir a saludar 23 veces, Fonteyn y Nureyev bailaron juntos 18 años; en 1967 hicieron su inolvidable desembarco en el Teatro Colón de Buenos Aires.
Biografías y documentales dan cuenta del gran cambio que produjo el ambicioso Rudy en la carrera de Margot, también como mujer. Algunos dicen que ella descubrió una pasión interpretativa diferente originada en la sensualidad de un Nureyev 19 años más joven. Su complicidad iba más allá de todo. Ensayaban, se divertían, comían, pasaban horas juntos. Un gran contraste con su vida marital junto al diplomático panameño Roberto "Tito" Arias, con quien se había casado en París, en 1955. Un hombre difícil y violento, cuentan, que sin embargo no impidió su carrera. Tito, admirador de Fidel Castro, renunció como embajador en Gran Bretaña para organizar una revolución en Panamá, involucrando a Fonteyn en la compra y contrabando de armas, lo que le valió a la estrella un breve paso por la cárcel panameña y ser deportada, mientras Tito huyó a Miami. Fonteyn jamás perdió compostura, elegancia ni dignidad. Tal vez una extensión en la vida diaria de su prestancia escénica.
En 1964, Tito Arias sufrió un atentado que lo dejó tetrapléjico y casi sin habla. Margot, que iba a divorciarse, decidió permanecer a su lado. Corría de Covent Garden a su hotel con dedicación absoluta hasta su muerte, en 1989.
El matrimonio, había comprado una finca en Panamá para criar ganado. Mientras Fonteyn seguía bailando por el mundo para mantenerse, una amante de Tito se instalaba en la finca hasta su regreso. Otro contraste con la vida de fiestas glamorosas y ropa alta costura a que acostumbraba en Europa y Estados Unidos.
Monica Mason, exdirectora del Royal Ballet, recuerda vívidamente y con gran admiración cuando a los 16 años se unió a la compañía. Margot ya era una estrella. "Extremadamente hermosa, muy proporcionada, siempre vestía impecable, de rosa, pero era su actitud hacia el trabajo, su compromiso, lo verdaderamente admirable en ella. Fue un gran modelo para nosotros y ella lo sabía. La veías bailar desde bambalinas y no podías sacarle los ojos de encima. Su figura fue tan poderosa que para las más jóvenes el desafío era intentar no copiarla, encontrar la identidad artística propia", dijo a LA NACION.
Cuando enfermó de cáncer jamás lo mencionó y, casi sin recursos, continuó activa en la danza. Nureyev se hizo cargo de sus tratamientos hasta el final. Fonteyn murió en Panamá el 21 de febrero de 1991. Recibió, entre otras, la condecoración Dama del Imperio Británico.
"El sábado habrá una ceremonia de reflexión en la Abadía de Westminster –anticipó Kevin O’Hare, director del Royal Ballet–. Se dejará una ofrenda floral junto a una placa que recuerda a los fundadores del Royal Ballet. Es que su influencia fue fundamental; ella resume lo que esta compañía es. Y el 8 de junio haremos una gala con el Pájaro de fuego y otras obras que remiten a Margot, interpretadas por primeras figuras como Marianela Núñez ".
La bailarina principal Lauren Cuthbertson aprendió esta semana su papel: "No puedo creer lo difícil y bello que es. Siento ahora más admiración por Fonteyn, cuya imagen guio mi carrera para cautivar a la audiencia como lo hacía ella".
Una exposición de vestuarios (el tutú de Pájaro de fuego en brillantes tonos rojos y oro, el de Cisne Negro, accesorios y joyería), fotos y tapas de revistas con su rostro apoya el homenaje en la Royal Opera House, que tiene programadas charlas con luminarias con las que compartió escena.
Entretanto, en Panamá, el Ballet Nacional la recordará con una misa en el Santuario Nacional, donde se encuentra enterrada junto a su esposo, según su deseo. La directora de la compañía, Gloria Barrios, fue la primera bailarina panameña que estudió en la escuela del Royal Ballet gracias a las becas conseguidas por Fonteyn. "Nuestra gala aniversario en agosto estará dedicada a Margot. Conocía nuestros problemas y bailó con nosotros para recaudar fondos, recomendó coreógrafos y creó la Asociación Amigos del Ballet Nacional de Panamá", recordó. "Al conocerla, con 16 años, no entendía la dimensión de su figura, hasta que llegué a Londres. En sus fiestas estaban Nureyev, Makarova, Baryshnikov. En Panamá era muy sencilla; decía que en su granja dejaba de ser Margot Fonteyn para ser la señora de Arias".
También para celebrar los 100 años, se encuentra en producción en ese país el documental Tito, Margot y yo, de las cineastas Delfina Vidal y Mercedes Arias (sobrina de Tito). Filmado además en Nueva York, París y Londres, el documental está contado desde un ángulo personal, dijo Vidal a LA NACION. "Mercedes recibió un día un sobre con una foto inédita de Margot y Tito que revelaremos en el film. Eso nos decidió a contar una historia de amor única entre ambos", anticiparon.
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