Bill Callahan perfecciona el viejo arte de la canción
Aun cuando su trayectoria es impecable y muy vasta, Bill Callahan sigue siendo un secreto para pocos. Nacido en Silver Spring, Maryland hace 54 años, este músico talentoso y muy perseverante empezó editando sus canciones en cassettes a fines de los años 80 y pronto logró llamar la atención de Drag City, sello independiente de Chicago que siempre ha tenido un catálogo exquisito. Callahan elaboró durante años un repertorio rústico y minimalista que reflejó sus recuerdos de la infancia, la tristeza por las relaciones fallidas y las esperanzas frustradas y el interés por algunos fetiches extraños. Gradualmente, su música se fue volviendo menos experimental y más amable, incorporando influencias claras del folk y el country, pero sin ceder nunca al lugar común, la imitación o el sonido rutinario.
Treinta años después de su sigilosa aparición en escena, Callahan -quien grabó hasta 2003 como Smog y recién a partir de ahí empezó a utilizar su nombre real- está en condiciones de hacer gala de un pulido notable de su propia fórmula: su capacidad para componer canciones simples y al mismo tiempo profundas y emotivas es a esta altura indiscutible, y su monótona voz de barítono, seca y confidente, un sello inconfundible.
Gold Record es el sucesor de Shepherd in a Sheepskin Vest (2019), uno de los discos más celebrados de su carrera, y luce completamente liberado de artificios: diez canciones en las que dominan la voz, los arpegios poco convencionales de su guitarra acústica y el roce de los dedos en los trastes, un clima de intimidad ideal para que Callahan revele algunos detalles de su vida cotidiana como padre de familia, los gajes de su oficio de cantautor independiente, sus visiones poéticas de la naturaleza y también dispare sutiles ironías sobre los compromisos muchas veces forzados de la canción de protesta.
El tono usual de este singular artista es a primera vista serio, casi al borde de la solemnidad. Pero Callahan tiene un sentido del humor refinado: haciéndose cargo de las ideas de la crítica sobre sus influencias más obvias, abre el álbum con un tema precioso en su monacal austeridad ("Pigeon") en el que se presenta como Johnny Cash y cierra con la firma que otro de sus modelos más evidentes usó para terminar "Famous Blue Raincoat": "Sincerely, L. Cohen".
También hay un homenaje explícito a Ry Cooder, una relectura de "Let's Move to the Country", un gran tema incluido originalmente en Knock Knock (álbum de Smog editado en 1999), en la que Callahan opta esta vez por un estilo más cercano al recitado, y la compañía moderada de una pequeña orquesta ad hoc -tambores, clarinete y fliscorno combinados con sintetizadores, bajo y alguna pincelada de guitarra eléctrica- que armó para sumar a las canciones matices impresionistas que sostienen a esa voz grave y cada vez más cálida para que termine levantando vuelo y nos impulse a acompañarla en su placentero viaje espacial.