Cesaria Evora, hacia la inocencia del canto
Recital de la cantante de Cabo Verde Cesaria Evora, junto a Aderito Gonçalves Ponter y João José Pina Alves (guitarras), Julián Corrales Subida y Leonel Eusebio Bermúdez Hernández (violines), Daniel Rodríguez Rodríguez (cello), Antonio Pina Alves (cavaquinho), Virgilio Julio Duarte (bajo), Antonio Domingo Gomes Fernandes (saxo y percusión), Fernando José Andrade (piano) y Carlos Monteiro (batería). Producción general:Daniel González. En La Trastienda. Nuestra opinión: Bueno.
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Con esa carita de gnomo negro, aparecía Cesaria Evora en aquel disco, "Cabo Verde", que movilizó a todos quienes andan a la pesca de novedades y que despertó la curiosidad normal de los demás mortales.
En ese registro anticipaba Cesaria la música gestada en el archipiélago de la otra punta del Atlántico (punta de Senegal, a pasos de Dakar, en el Africa occidental). Y nos traía muchos aires de las cadencias que nos anticipó, años ha, la cantante portuguesa Amalia Rodrigues, mezclados con cadencias del Brasil y de Cuba.
"Cabo Verde" nos acercaba una voz pastosa que cantaba en coro con sus compañeros de ruta, y unas resonancias de atractivo colorido instrumental, no gastadas por las consabidas fórmulas del mercado.
Muchos morochos se han dado cita en este galpón. Ellos formarán la simpática claque de Cesaria. También hay mucha gente joven, muy ansiosa y expectante, como corresponde a este fin de milenio poblado de curiosidades, entre los que no faltarán los inevitables esnobistas.
En la obertura instrumental, los diez músicos dan cuenta del bullicioso clima tropical que impondrán durante casi todo el encuentro. Cuando aparece Cesaria, la ovación parece interminable. El duende negro muestra atisbos de debutante. El primer tema cantado, "Sodade", nos devuelve una voz más metálica y más clara que la de "Cabo Verde".
Cesaria canta femeninamente seria. Y mira fijo hacia el fondo del galpón, sin inmutarse. Sólo en un breve interludio instrumental sonreirá ensayando sus primeros mohínes y meneando levemente sus caderas. Este será su escueto e invariable repertorio "histriónico" de la noche.
Dos violines y un violoncelo románticos acometerán "Flor di nha esperança" con el cadencioso ritmo binario sobre el que monta una melodía sencilla. Ese será el primero y casi único aporte interesante en materia de arreglos para un grupo proclive al alboroto más que al arte enriquecedor del matiz.
Llegarán "Vaquinha mansa", "Carnaval de São Vicente", "Cabo Verde terra estimada", "Maria Elena" y "Sangue de Beirona", enredados en atmósferas tropicales. El ritmo va sosteniendo cadencias melódicas llanas, austeras, casi elementales, más cercanas a la severidad del fado que al vuelo de sus afluentes brasileños y caribeños.
Cesaria es otra antihéroe escénica, cuya historia personal es, sin duda, la que atrapó a sus seguidores, al margen de las limitaciones de timbre, tesitura y expresividad.
Ella las compensa con naturalidad y humildad, compatibles con ese melodismo conciso, ascético, despojado de artificios, que cultiva sin pretensiones de "diva de pies descalzos", un mote de promotores despistados que no encaja con su frugal estética.
Con verdadero sentido de la politesse , Cesaria se despacha, en castellano, con "Tuyo es mi corazón" y "Bésame mucho", con la misma naturalidad y lejos de todo énfasis con que asume todo su repertorio.
Al final del encuentro, la claque ha mitigado su euforia y los esnobistas han hecho mutis por el foro. El canto reposado, sobrio, austero, ha sentado sus reales.






