Cuando Coldplay apareció por primera vez en nuestras páginas, en 2000, Rolling Stone se preguntaba si serían los nuevos Radiohead, los nuevos Verve o los nuevos Travis. Hoy, está claro que no eran ninguna de esas cosas. A lo largo de los últimos 20 años, Coldplay se forjó su propio lugar: unos optimistas que desafían géneros musicales y llenan estadios en tiempos dominados por la ironía. Se podría decir que son el grupo más grande del mundo: con la gira de presentación de A Head Full of Dreams (2015), la serie de conciertos que inauguraron con un set en el Super Bowl con Beyoncé y Bruno Mars recaudó 523 millones de dólares.
El éxito, por otro lado, hizo que el líder Chris Martin decidiera retraerse. "Tuvimos una leve sensación de paz", dice durante nuestra charla en Nueva York. "Lo único que había que hacer entonces era seguir a las musas". El octavo disco de Coldplay, Everyday Life, no se parece a nada que hayan hecho antes; es un disco doble, reflexivo, que incluye góspel, folk e incluso afrobeat. Martin aborda temas candentes como el control de armas, la injusticia de las cárceles y el racismo ("Trouble in Town" contiene un audio de oficiales de policía de Filadelfia acosando a sospechosos inocentes negros), y también a la paternidad (tiene dos hijos con su ex esposa, Gwyneth Paltrow). Está orgulloso del disco, aunque con algo de incertidumbre respecto de su viabilidad comercial. Esa satisfacción es algo en lo que Martin viene trabajando desde que empezó a componer. Aquí cuenta cómo llegó hasta este punto.
¿De dónde nació tu deseo de hacer música?
Cuando tenía 11 años, estaba en una escuela pupila muy tradicional, y apareció un maestro que era un poco disidente. Me habían dicho que no podía ser musical porque no cantaba en el coro y cosas así. Y después apareció este tipo, que me dijo: "No. Todo el mundo es musical". Había un montón de teclados para niños en la sala, y me alentó: "Ahora todos vamos a hacer lo que queramos". Algo se abrió en ese momento. Y al final de la clase, pensé: "¡Esto es lo que tengo!". Eso me dio mucho ánimo. Ahí se encendió el fuego.
¿En ese momento?
En ese momento. Durante los primeros años, no sabía qué hacer. Cuando tenía 13, 14, era todo muy duro. Pero sabía que debía hacer algo de mi vida. Quedarme sin hacer nada o jugar al fútbol no eran opciones.
Con los demás chicos, ¿no encajabas?
Al principio sí, pero, como la mayoría a esa edad, estaba muy confundido, con cuestiones de religión y sexualidad. Uno se pregunta: "¿Qué está pasando?". Y puede resultar brutal. Pero eso me hizo encender un fuego, como si dijera: "Bueno, voy a ponerme a trabajar".
¿A quién estabas escuchando?
Tuve una educación extrañamente dual. Por un lado, escuchaba mucha música religiosa porque teníamos que ir a la iglesia y cantar todos los días esos himnos, esas canciones hermosas, gigantes. Pero también me gustaba un grupo que se llamaba James, toda esa onda del shoegaze de principios de los noventa en Inglaterra. The Cure. Después U2 y R.E.M. Un amigo un año mayor estaba obsesionado con el soul y el rhythm & blues...
El disco nuevo abre con una invocación directa de la iglesia, con un coro de góspel. ¿Cómo era tu relación con Dios y la iglesia, de chico?
Fui afortunado. Mi mamá es de Zimbabue así que yo viajaba ahí seguido y podía ver una cara diferente del mundo. Eso me hizo dar cuenta de que hay una historia que es más grande que lo que me rodea. Mi relación con Dios en esa época era verlo como un tipo con barba en el cielo, alguien agradable, pero también punitivo. Si hacías cosas malas, te arriesgabas a que te quemaran durante una cantidad de tiempo importante, lo que para cualquier niño es aterrador. En medio de todo ese temor también hay una protección y un calor en muchos de los profetas, incluyendo a Jesús. Así que yo recibía también muchas cosas hermosas. Es decir que la mitad del tiempo la religión estaba bien y la otra mitad daba bastante miedo.
Compartís esos antecedentes con U2. Es algo que está en el centro de quiénes son y de dónde vienen. Aún hoy parecen estar predicando.
Lo que me pasó fue que, cuando fui a la escuela pupila, caminaba un poco raro. Y también era muy homofóbico porque pensaba que si era gay estaría jodido de por vida. Era un niño descubriendo su sexualidad. "Quizás soy gay. No, no puedo serlo..." Estaba aterrado. En la escuela, un par de chicos malos siempre me encaraban: "Claramente sos gay", de una manera directa, muy agresiva. Fue algo raro para mí.
¿Creías que eras gay? Seguro sí.
No sé. Pensaba que, incluso si era gay, no podía serlo porque estaba mal. Eso me creaba un pánico terrible.
¿Te convencieron de que eras gay?
Sin dudas, empezaron a preocuparme. A los 15 años, de repente todo paró, porque dije: "Sí, ¿y qué problema hay si soy gay?".
¿Qué fue lo que paró?
La preocupación por que alguien me cargara. Quizás fue cuando leí sobre Elton [John], cuando me di cuenta de que muchos de mis héroes eran gays; que no importaba. Lo que pasó fue que desapareció una presión, y me hizo cuestionar: "Hey, quizás algunas de las cosas que aprendí sobre Dios y eso, no estoy seguro de estar de acuerdo". Para mí, hoy, Dios es todo y es todos, y es amor, y es el milagro de cada célula del todo.
Hace casi 20 años que tocan e hicieron solo ocho discos. ¿Por qué tardan tanto en grabar?
Buena pregunta. Siento que podríamos haber hecho 50 discos, pero habrían sido peores.
¿Es una forma de ser humilde?
Para nada. Pero Rolling Stone y nosotros tenemos una historia de idas y vueltas, así que no sé lo que vas a pensar. Todos los periodistas tienen una historia de idas y vueltas con nosotros, y es algo que nos gusta, pero preferiría no decir que hicimos ocho obras maestras. Me acuerdo de cuando llegamos a Estados Unidos por primera vez, para Saturday Night Live, y leí una reseña de Rolling Stone de nuestro single, y no era buena.
¿Qué single?
El primero, "Yellow". Pensé: "Es cierto. Tenemos que mejorar".
Es interesante que recuerdes eso en lugar de las 30 veces que dijimos cosas buenas de Coldplay. En 2005 publicamos que eran el grupo del año.
Sí, gracias. ¿Por qué tardamos tanto? Siento algo en el cuerpo que me avisa cuando algo está terminado. Y solo pasó ocho veces. De hecho, siete veces en los últimos 19 años, porque una vez no ocurrió e igual sacamos el disco: el tercero, X&Y.
Pero a ese le fue fantástico, ¿no?
No es importante cómo le haya ido.
¿Cómo es ese momento en el que decís "Ya terminamos"?
Perdoname si suena pretencioso, pero ese momento ocurre cuando el título del disco está ahí, en nuestra mente, porque entonces es como un marco. Y es claro qué hay que poner. Aunque haya 15 canciones buenas, si no encajan con el marco, no entran. Así que tenemos por ahí muchas cosas sueltas, flotando. No tanto como Bruce [Springsteen], que sacó ese disco Tracks, con 72 temas.
¿En qué sentido Everyday Life es diferente para vos?
Bueno, es nuestro mundo. Para este disco, nos tuvimos que poner las bolas. Es la primera vez que decimos lo que pensamos acerca de ciertas cosas. Tratamos de tener empatía. Es un disco sin filtros, muy crudo, muy simple.
Parece un disco conceptual. ¿Por qué hacer un disco conceptual, o incluso doble, en una época en la que la gente se concentra sobre todo en singles?
¿Por qué nos estamos tirando un tiro en las pelotas? Eso me preguntaron. Lo último que hicimos fue divertido. Tocamos para mucha gente, en muchos lugares. Hicimos el Super Bowl y fue fantástico, así que nos sentimos en paz. Lo único que hay que hacer ahora es seguir a la musa. Yo quería cantar sobre otra gente, sobre lo que siento por otras personas y sobre el mundo ahora, con todo lo que está pasando. No hay un concepto, sino más bien plantear cómo es un día común para mí y para los demás.
Y al final, decís: "Hay que seguir bailando, cuando se apague la luz". ¿Es el mensaje de todo el disco?
Sí. Creo, honestamente, que lo que hicimos acá fue decir: "A la mierda. No me importa lo que piensen los demás. Hay que fluir". Así me siento ahora: hay que aferrarse y agradecer, y acoger a los demás, y hacer lo que puedas para cuidar a los demás, porque, finalmente, así te estás cuidando a vos mismo. Viajamos tanto por el mundo que realmente nos veo a todos como una gran familia. No creo en el tribalismo. No creo en el nacionalismo. Creo que hay algo superior que nos puso acá, y eso me fascina, y estoy agradecido, especialmente de tener este trabajo.
Tienen un par de canciones sobre niños, como "Daddy".
"Daddy" trata sobre algunas personas que conozco, que fueron abandonadas por sus padres. En parte, trata también sobre la duda acerca de si estamos pasando suficiente tiempo con nuestros hijos. Y, en parte, sobre el problema de las cárceles en Estados Unidos. Porque hay muchos papás que son obligados a separarse de sus familias, de una manera sistémica e institucional. Eso está mal. Todas esas emociones burbujean en mí y después sale algo.
Ni siquiera suena como una canción de rock. No somos un grupo de rock. ¡Aclarémoslo!
Y también está "Guns", un tema poco común para Coldplay. Suena como una canción de protesta.
Claramente, como ahora vivo en Los Ángeles, soy mucho más consciente del tema de la Segunda Enmienda. Toco música todo el tiempo y de repente una canción cae del cielo. Esas suelen ser las buenas. Muchas de las canciones de este disco nacieron así.
Las voces y el ritmo suenan a Paul Simon.
La respuesta honesta sería decir que sale de escuchar mucho a Paul Simon y a Rammstein, un extraño matrimonio. Le pedí a uno de nuestros productores, Bill [Rahko], que es metalero, que me enseñara a tocar esos riffs. Pensé que sería interesante probar cosas así en una canción de folk acústico.
¿Cuándo encontraste ese falsete?
Cuando explotó Radiohead, yo era adolescente, y ellos venían de un ambiente parecido al mío. Así que me abrió todo un mundo. Ese disco fue The Bends. Thom Yorke había escuchado mucho el falsete de Jeff Buckley. Creo que a los 17 o 18 años, Jeff Buckley y Radiohead me abrieron un mundo nuevo.
Trabajaron con Brian Eno en un par de discos. ¿Cuánto te influyó U2?
En nuestro tercer disco, podés escuchar la influencia de U2. Es la única vez, sinceramente, que dijimos: "Vamos hacia allá". Creo que U2 y R.E.M. fueron grandes influencias en términos de cómo se manejaban: cómo se trataban entre ellos, cómo dividen su dinero, y en su falta de vergüenza a la hora de permitirse ser grandes. Es gracioso estar hablando de esto cuando acabamos de hacer un disco que es chiquito.
Pero de todos modos, ustedes son un grupo de estadios.
¿Quién sabe? Veremos qué pasa. No vamos a salir de gira con este disco. Estamos haciendo pequeños eventos, recitales chicos. Para mí, banda de estadios significa tener una consciencia colectiva. ¿Habrá momentos en los que todo el lugar esté cantando lo mismo? No se trata de que alguien te mire o que vos toques para alguien: somos todos creando algo único juntos. Porque es una energía grande.
Cuando estás tocando, ¿en qué pensás?
Pienso en esos momentos. Nos gusta mucho cuando se encienden las pulseras del público. Las hizo un tipo que hacía juguetes sexuales. Hace diez años, iba a venir a un recital y no pudo llegar, y le escribió un email a Phil, mi mejor amigo y nuestro director creativo, y Phil le dijo: "Ya vamos a inventar algo". Y el tipo le respondió: "Dicho sea de paso, inventé una pulsera que se enciende. ¿Les interesa?". Así que invertimos y las hicimos. Durante el recital, yo espero ese momento en que las pulseras se encienden, ahí siento que me encanta tocar para toda esa gente.
Cuando vas a ver a Bruce Springsteen, es lo mismo. Está conscientemente tratando de animarte.
Bruce me cambió la puta vida. Cuando la pegó, Bruce, en lugar de retirarse a vivir en el campo, pensó en qué podría hacer desde esa posición, qué hacer con ese regalo. Y lo devuelve mil veces más. Pone todo en su música. Me di cuenta, viendo a Bruce, de que mi trabajo es estar absolutamente al servicio de la gente que te escucha.
¿Algo más específico que hayas tomado de Bruce?
También me encanta su música. Le entré primero al cover de "Highway Patrolman", de Johnny Cash, lo que me llevó al disco Nebraska. Después volví a [Greetings from] Asbury Park y Born to Run. Empecé a absorberlo todo.
Es un tipo muy enfocado, un pensador jodidamente riguroso. Vos y yo nos conocimos en un camarín de Bruce.
Sí, así fue. En un lugar lleno de gente. Me pediste que te pasara un trago y te respondí: "No, yo soy una estrella de rock".
Sabía que eras una estrella de rock. Supongo que te daba sospechas que un miembro de la prensa estuviera al lado tuyo en un camarín.
Definitivamente. En ese momento, pensé que serías un tipo de Us Weekly, un paparazzi. Ahora te quiero.
Dejame preguntarte dos cosas. En algún lado vi que te describían como el vegetariano más sexy del mundo.
Sí. Creo que es algo triplemente falso.
¿Tenés alguna otra fórmula más autocrítica?
Soy el pescetariano más laburante de todo el norte de Londres. Y también como pavo. Es menos glamoroso.
¿Cómo te afecta la cabeza ser un sex symbol y una estrella de estadios?
Le vas a tener que preguntar a otro. No me siento así en este momento, Jann. Eso lo siento en el escenario.
Sos una suerte de anti rockstar, excepto por tu extrema discreción.
No sé lo que querés decir.
No mostrás tus cartas.
Es cierto.
Y te mantenés lejos de la prensa.
Lo intento.
¿Por qué?
Nuestras canciones son muy personales. Así que todo está ahí, los amores, las pérdidas, todo. Todo está ahí. Y me gusta esa cosa de Bob Dylan de no explicar las canciones. ¿Para qué arruinar la interpretación que pueda tener otra persona? Nuestras canciones, para mí, son muy personales y de algún modo pasaron por el colador de nuestra vida.
Se dijo que habías declarado que querían ser el grupo más grande del mundo.
Nunca diría algo así.
Es algo que escuché. Los Beatles lo dijeron. U2, también. ¿De qué se trata?
Ya no me importa. Siento que me di cuenta de que nuestro trabajo realmente es tratar de ser los mejores nosotros del mundo. Y seguir porque amamos lo que hacemos y llegar a toda la gente que así lo quiera, haciendo discos, viajando por el mundo. Somos los mejores Coldplay del mundo.
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