
Alberto Lecchi apuesta a los sentimientos
Llega “Una estrella y dos cafés”, con Gastón Pauls y Ariadna Gil
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El desafío de hacer una película sencilla, transparente, sin mensajes pretenciosos o grandilocuentes no parece una tarea sencilla en los tiempos que corren. Pero Alberto Lecchi está empeñado en demostrar que es posible. Al cumplirse diez años del atentado que terminó con la sede porteña de la AMIA y con la vida de casi un centenar de personas que estaban allí como todos los días, aceptó hacerse cargo de uno de los cortos de "18-J", un homenaje a la memoria de los que allí perdieron su vida. La idea de su participación implicaba viajar hasta Purmamarca, pueblo declarado patrimonio de la humanidad en la provincia de Jujuy, a 2200 metros sobre el nivel del mar, donde una niña y su familia se enteraban por radio de que uno de los suyos había muerto en la explosión de la mutual judía.
En 2004, apenas llegó al lugar, Lecchi conoció a una niña que estaba por entrar en la adolescencia. La pequeña era Marina Vilte, que no sólo lo guió como una experta por las callecitas y los paisajes, le contó anécdotas de vecinos e historias del lugar, sino que además se convirtió en actriz de ese cortometraje. Lecchi quedó embelesado con aquella imagen, con aquella personalidad y con las historias que escuchó de su voz durante su estadía en el pueblo.
Así nació "Una estrella y dos cafés", la película que el jueves estrenará Primer Plano Film Group y en la que actúan, además de Vilte, Gastón Pauls y la española Ariadna Gil.
En los últimos tiempos -han pasado tres años desde su último largometraje-, Lecchi viene incursionando con frecuencia en la TV, donde debutó con "Nueve lunas" en 1995. Tras la exitosa serie "Epitafios", producida por Pol-ka para HBO, el cineasta volvió a la pantalla chica con episodios de "Mujeres asesinas", ciclo para el que totalizará seis entregas.
Entre el cine y la TV
"Una estrella y dos cafés" comienza con la historia de Carlos, un joven arquitecto, que llega a Purmamarca contratado por los flamantes propietarios de un predio en el lugar, donde planean construir un pequeño complejo de cabañas. El hombre no esconde que está camino de separarse de su esposa y que esa propuesta de trabajo, según piensa, podrá ayudarlo a superar el mal trago. Pero lo que suponía rutinario se presenta de otra forma. El encuentro con esa Estela, la niña que quiere ser grande, lo llevará a reflexionar acerca de qué es realmente importante en la vida: le enseñará, simplemente, que cuando se ama hay que jugarse entero. Inocente como buena chica de provincia, pero reflexiva a la hora de sacar cuentas acerca de los hombres que pasan por el lugar fugazmente, Estela le demuestra al recién llegado que en ese lugar, perdido en el mundo y en el tiempo, nacen y crecen muchos seres sensibles como ella, cada vez más desesperanzados, incluso de poder vivir algo tan simple como una historia de amor verdadero.
Para sus personajes principales Lecchi eligió a Vilte y Pauls (también productor asociado), que viene del éxito de "Iluminados por el fuego" en cine y "Ser urbano" por TV, además de a la española Ariadna Gil, con quien ya había trabajado -también a las órdenes de Lecchi- en "Nueces para el amor", y habitantes de la auténtica Purmamarca. La música, también protagonista, fue compuesta por Tukuta y Lucas Gordillo.
"En televisión, dependés absolutamente de los guiones. Si son buenos, todo bien, pero si son malos, no podés hacer nada. En cine no es lo mismo. El guión puede ser flojo, pero de pronto podés tener una escena buena. En televisión, que tenés cinco días para hacer un episodio completo, no podés ayudar demasiado a que las cosas salgan mejor; a lo sumo podés tener una buena escena diaria. Si en el apuro no la encontrás, el resultado va a ser indefectiblemente flojo. Igualmente, cuando hablamos de TV, la exigencia es menor y la capacidad de olvido de la gente es mayor que cuando ve cine. En la televisión, nadie sabe quién dirige; en cambio, en el cine, sí", asegura el director, que debutó con "Perdido por perdido" y más tarde sorprendió con "El dedo en la llaga".
Respecto a la exposición del director frente a la crítica en un medio o en el otro, Lecchi opina: "En cine, remontar malas críticas te cuesta horrores. Es una cuestión de jerarquía; en TV tiene más nombre el productor y el escritor que el director; en cine, el que está expuesto es uno".
En cuanto a miradas dice ser "un bicho de cine". "Estoy acostumbrado a poner al actor y después a la cámara, y en la TV es al revés: primero se pone la cámara y después al actor. Pero la televisión tiene lo suyo. El oficio que adquirís es impresionante y terminás perdiéndole el miedo a la cámara", asegura.
"El desafío de un director es contar bien una historia, y que cada historia sea distinta o que uno la cuente de una manera distinta", dice el director, que comenzó como asistente de una veintena de películas de Aries, antes de ser coguionista de "Un lugar en el mundo", de Adolfo Aristarain. "En cine uno se pregunta si la película quedó mejor que el guión, y si no lo está, tiene que reconocer que se equivocó", confiesa.
"Para hacer esta película tenía dos premisas importantes. Una, los sentimientos, porque la historia era, y es, de una simpleza tan manifiesta que lo que la podía rescatar era el sentimiento; la otra, el lugar, que tenía mucho peso en la historia, de ahí la elección de cómo contarla, qué tipo de soporte y de lentes usar. No quise caer en el pintoresquismo del paisaje, tal como lo ve el turista que pasa por allí y se va. Preferí poner al acento en los personajes de un determinado lugar", un lugar que, a decir del mismo Lecchi, terminó de conocer impulsado por su coproductor, Luis Sartor. Para rodar allí, esta vez usó lentes panorámicos, Panavision, que permiten un ancho de pantalla apaisada poco frecuente en el cine argentino, y aportan al relato una estética singular.
"Marina me deslumbró totalmente -recuerda-; la conocí de la misma manera que el personaje de Gastón en la película, y a partir de esos cuatro días de rodaje, cuando volví a Buenos Aires, se me ocurrió esta nueva historia en Purmamarca, y regresé con Daniel García Molt para escribir el guión. Marina fue una inspiradora absoluta."
"Una de las cosas que más me conmueven en los relatos de Marina es su gran amor por su tierra y su gran tristeza por ver cómo la gente se iba de ahí, especialmente los hombres, y cómo ella, en esa placita, se hacía amiga de los mochileros de paso. Ella se nutría de eso, pero, por otro lado, era como una nena resignada a que los afectos se fueran. Mi idea era hacer una historia con todas las mochilas de frustraciones que cargamos los que vivimos en una gran ciudad, para que una nena tan pura que vive en un lugar tan especial como ése no perdiera la fe en el amor. Ella, sin darse cuenta, escribió el guión", dice emocionado, como si fuese él mismo el protagonista de la historia.
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