Comedia romántica: hacerse indie y mudarse a la TV
Tal vez esta vez ocurra. Quizás con una nominación al Oscar, el visto bueno de los críticos y el entusiasmo del público alcance para rescatar a la comedia romántica del mal momento que atraviesa hace décadas. La potencial salvadora no llega desde los estudios: fue creada en las márgenes de Hollywood. Se trata de Un amor inseparable, la divertida y sensible historia escrita por el comediante Kumail Nanjiani (Silicon Valley) y su esposa Emily V. Gordon, que retrata su romance de la vida real, uno que incluye el choque de culturas, el temor al compromiso en tiempos de redes sociales y una enfermedad potencialmente fatal. Contra todo pronóstico, esos peculiares elementos lograron un efecto universal y pusieron a la comedia romántica de nuevo en el centro de la escena. Aunque se trate de una escena muy distinta a la que el género dominaba en los años noventa, su último tiempo de apogeo.
Festejada a su estreno en el festival de Sundance, hace un año, el film fue un modesto pero significativo éxito de taquilla y acaba de ser nominada al Oscar en la categoría de guion original,
Un amor inseparable fue producida por Judd Apatow, que a esta altura –después de dirigir Ligeramente embarazada y producir Esta chica es un desastre– es un sello que funciona como necesario contrapunto para la miopía de los grandes estudios. Esos que, empeñados en atrapar al público eternamente adolescente con historias de superhéroes, se convencieron de que hacer comedias románticas no era un buen negocio y las abandonaron a su suerte.
Al desinterés de Hollywood por el tipo de cuento que durante décadas le reportó miles de millones de dólares en ganancias, se sumaron proyectos poco inspirados, repetidores de clichés más que relatos con la sustancia que tenían antes gigantes del género como Cuando Harry conoció a Sally, Sintonía de amor, Notting Hill o Cuatro bodas y un funeral, por citar algunos de los más altos exponentes de la comedia romántica, que hace demasiado que no levanta vuelo.
Ese diagnóstico sombrío solo se aplica al cine más popular y producido para el consumo masivo, que le dio la espalda a este tipo de historias; en cambio, en la pantalla chica aparecieron series como Crazy ex Girlfriend, Jane The Virgin, Younger, Catastrophe, Insecure y The Mindy Project. En el cine independiente –especialmente pero no exclusivamente norteamericano–, sí podemos encontrar grandes ejemplos, como 500 días con ella, Damas en guerra, Una segunda oportunidad y Maggie’s Plan. Todas, a su modo, demostraron que la comedia romántica estaba viva aunque fuera en relatos más particulares que generales y problemáticas a tono con los cambios sociales y los modos del amor en el siglo XXI.
Eso es lo que representa Un amor inseparable, que reverencia a los clásicos pero, en lugar de caer en imitaciones vacías –uno de los errores que llevó a la encerrona en la que se encuentra el género–, logra construir algo nuevo sobre sus firmes cimientos.
De hecho, las referencias son explícitas. En una de las escenas más divertidas y tiernamente románticas de la película, Emily (Zoe Kazan), descubre una vieja foto de Kumail –interpretado por el propio Nanjiani–, con un peinado y una expresión que, él explica, fueron inspirados por el Hugh Grant de Cuatro bodas y un funeral, una de las películas favoritas del personaje, convencido de ser, al menos en su adolescencia, el “Hugh Grant pakistaní”.
Claro que en lugar de las inseguridades del tímido chico británico, en Un amor inseparable los impedimentos para el romance del tímido inmigrante con una chica bien norteamericana son los planes de sus propios padres, decididos a casarlo con una buena chica musulmana, así como la extraña dolencia que afecta a Emily justo en el momento en que otras historias menos originales hubieran puesto a los protagonistas a disfrutar de su esperado y esperable final feliz.