
Crónica de una familia real
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"Capturando a los Friedman" ("Capturing the Friedmans", EE.UU./2003). Guión y dirección: Andrew Jarecki. Fotografía: Adolfo Doring. Edición: Richard Hanking. Música: Andrea Morricone. Hablada en ingles. Presentada por 791cine. Duración: 107 minutos. Calificación: para mayores de 16.
Nuestra opinión: muy buena
Todo hacía parecer que se trataba de una familia judía muy normal de un suburbio opulento de Nueva York. Incluso cuando se repasan sus viejas películas caseras en Súper 8, de principios de la década del 60, se tiene la sensación de que los Friedman eran muy felices. Sin embargo, la realidad indica que en esa familia ya estaba el germen de algo que perturbaría no sólo a sus integrantes, sino que se convertiría en una auténtica amenaza para muchos de sus vecinos. En los Estados Unidos, un departamento especial del correo está destinado al control de la correspondencia y a los delitos que se pudieran cometer con la intervención de ese servicio. Así, una mañana de 1988, el correo y la unidad de delitos sexuales de la policía siguieron de cerca un envío que contenía revistas con pornografía infantil hasta la casa de los Friedman. Los agentes detienen a dos hombres, que serán acusados de pedofilia.
Arnold, un respetado profesor de piano y computación, y Jesse, su hijo poco más que adolescente, serán llevados a juicio por abusar de muchos de los alumnos que pasaron por el sótano de su casa, incluso de someterlos a prácticas aberrantes. El mismo día en que los Friedman fueron acusados, empezaron a correr cientos de especulaciones. Las verdades se cruzan peligrosamente con las fantasías. De golpe suenan las denuncias de medio centenar de chicos que nadie habría sospechado fueron, alguna vez, abusados. Los hechos, vistos con la misma frialdad usada por el director Andrew Jarecki para exponerlos en su documental, permiten sacar conclusiones mucho más terribles que la acción misma de los Friedman, y a revelar la naturaleza evasiva de la verdad. La cámara de Jarecki se acerca a todos los que tienen parte en la causa, sean testigos o integrantes de la defensa y la fiscalía, incluso a las supuestas víctimas, para exponer sus verdades.
Padre e hijo serán juzgados, de acuerdo con numerosos testimonios, la mayoría sin pruebas contundentes, y cumplirán condena efectiva. Arnold, maltratado por sus compañeros de prisión, será descubierto sin vida, víctima de una excesiva ingesta de medicamentos. Jesse saldría en libertad algunos años después.
Imágenes crueles
No aparece una frontera exacta entre falso y verdadero, y esa imparcialidad del observador permite aún reflexiones más inquietantes: por qué los adultos -en este caso los Friedman, pero también los padres de los niños que no tenían idea de lo que les ocurría durante sus clases- menosprecian a los niños. ¿En qué momento los hijos pasan de ser sujetos a objetos? Y de paso, ¿en qué medida la Justicia investiga a fondo en casos como éste?
Jarecki no se conforma con esas opiniones, a veces exageradas y hasta imposibles o prolijas hasta la obsesión, pero igual de cuestionables, y va en busca de material nunca antes publicado: las películas y videos caseros que otros miembros de la misma familia (todos ellos fanáticos del registro autoreferencial) compilaron para un improbable futuro, un reality show que los muestra de la felicidad a la decadencia. El resultado es impresionante, porque en ellos se detecta la auténtica caída de una familia, el rápido deterioro que los lleva a mostrarse tan patéticos como llegaron a serlo en la vida real. Esas películas funcionan como la mirada del otro y el espectador, puesto en ese lugar de otro calificado, difícilmente pueda resistir la crueldad que revelan, incluso cuando intentan maquillar tanto dolor con un chiste, un abrazo, gestos o dichos que parecen buscar piedad o redención por algo ocurrido no del todo claro.
Jarecki documenta un hecho real, pero no lo hace sólo con el registro y la entrevista. El hecho de descubrir ese material guardado por la misma familia Friedman, y editarlo con el crescendo dramático que tuvo el caso una vez comenzado el proceso, se convierte en principal sostén de la tésis de Jarecki. Después de la proyección viene lo más importante: reconocer en el propio entorno cómo los niños siempre son víctimas de los adultos. Triple captura, al fin, la de los Friedman: la de su propia cámara, la de la policía y la minuciosa de Jarecki. Sólo falta la cuarta, final y más importante: la del público.
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