Decadencia a prueba de balas
"3000 millas al infierno" ("3000 miles to Graceland", Estados Unidos, 2002). Dirigida por Demian Lichtenstein. Con Kevin Costner, Courtney Cox, Kurt Russell, Christian Slater, Kevin Pollak, David Arquette. Guión de Demian Lichtenstein y Richard Recco. Fotografía: David Franco. Música: George S. Clinton. Producida por Elie Samaya. Presentada por Distribution Company. Duración: 128 minutos.
Nuestra opinión: regular
Después de haber alcanzado las cimas del Oscar con "Danza con lobos" y las de la boletería con "El guardaespaldas", y cuando parecía que brillaría eternamente en el cielo de Hollywood, el actor y aun director Kevin Costner comenzó a declinar. Su decadencia pasó la prueba del agua, en "Waterworld", fue ganando en peso y corpulencia en diversas producciones sin suerte y ahora sobrevive a la lluvia de balas que son el principal atractivo de "3000 millas al infierno". Es muy probable que con su archivillano Murphy el actor haya contribuido a cimentar su medianía, sumándose a una empresa medianamente divertida, pero absolutamente rutinaria.
La trama, policial, tiene un gancho, y se llama Elvis Presley, lo que explica la mención de su famosa residencia en el título original. Aprovechando un concurso de clones en Las Vegas, la banda liderada por Murphy organiza un golpe contra un casino. Pese a que el personaje de Costner lleva el mismo nombre que el autor de las imaginativas leyes, dista bastante de su capacidad intelectual y sutileza. El "buen plan" a que alude el afiche publicitario se reduce a entrar en el casino, llevarse toda la plata y matar a todo el mundo menos, lamentablemente, al editor del film, último enamorado del videoclip rockero.
El propio Murphy vive disfrazado de Presley, y reivindica su condición de hijo natural del cantante, pero es Kurt Russell, su contrafigura en el film, quien cantará mientras pasan los créditos finales, a la manera del rey del rock. Russell es el delincuente que se redime por amor a la bella Courtney Cox, conocida por su labor en "Friends", y a su pequeño hijo Jessee.
Mujer y niño estarán varias veces en riesgo durante la persecución que realiza el psicopático Murphy de los que sin duda se convertirán en feliz familia, momentáneamente en poder del botín. A estas incidencias recurrentes y, por último, fatigosas se reduce la mayor parte de las dos horas de la película, y no será desleal con el lector, puesto que su propia intuición bastará para confirmarlo, adelantar que mueren los que tienen que morir y sobreviven los que han nacido para sobrevivientes.
El pecado no original de "3000 millas..." es el pastiche al que sus autores llamaron guión.
De haber optado por la caricatura franca, el personaje de Costner (del que se dice que mata por placer y que disfruta torturando a las mujeres) hubiera ganado en solidez.
Tal vez el resonante director Lichtenstein temió que una dosis excesiva de humor le arruinara el festival de disparos a mansalva, pero no tuvo en cuenta que, al ser la obra grotesca desde su propia concepción, sólo hubiera podido mejorarla si actuaba en favor de su naturaleza.
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