Descubrir al culpable y vengarse
"Memento, recuerdos de un crimen" ("Memento", EE.UU./2000, color y blanco y negro). Presentada por Líder Films. Dirección: Christopher Nolan. Con Guy Pearce, Carrie-Anne Moss, Joe Pantoliano, Mark Boone Junior, Stephen Tobolowsky, Harriet Sansom Harris, Jorja Fox. Guión: Christopher Nolan, basado en un cuento de Jonathan Nolan. Fotografía: Wally Pfister. Música: David Julyan. Edición: Dody Dorn. Duración: 113 minutos.
Nuestra opinión: muy bueno.
La primera imagen -fragmentaria, defectuosa, efímera- da la pauta de lo que vendrá. Una mano sostiene lo que parece el retrato de un crimen: se ve una pared blanca manchada de sangre y un volumen no identificable (quizás un cuerpo caído) en el costado inferior. No hay demasiado margen para detenerse en detalles: aunque se trata de una foto Polaroid, en lugar de hacerse cada vez más nítida, la imagen va apagándose gradualmente hasta desaparecer.
Enseguida los planos siguientes refuerzan esa sensación de que el tiempo retrocede: las imágenes -las del asesinato que acaba de suceder- cobran repentino movimiento... pero hacia atrás, hasta que la sangre se ha reabsorbido, la bala ha vuelto a la pistola que la disparó y ya (o todavía) no hay asesino, ni víctima, ni homicidio.
No se trata de un recurso caprichoso para experimentar con la estructura del thriller contándolo al revés. El protagonista de "Memento" padece un curioso trastorno mental: carece de memoria reciente. Como la Polaroid del comienzo, también sus recuerdos tienen una duración fugaz. Pero su amnesia no es absoluta: sabe quién fue y qué vivió hasta el traumático episodio que lo dejó vacío -la violación y el asesinato de su esposa-, y sabe que lo guía ahora un solo objetivo: descubrir al culpable y vengarse.
Todo lo demás es un desierto en el que trata de orientarse valiéndose de señales que pone a su alcance: frases, nombres o cifras que se hace tatuar en el cuerpo, Polaroid que conserva en los bolsillos con los rostros de personajes que cruza una y otra vez pero fatalmente olvida (y a las que añade algún escueto epígrafe referencial), tarjetas y papelitos y advertencias. Un archivo que busca reemplazar la memoria perdida y que es confiable porque está hecho de mensajes que él mismo se ha remitido desde esa suerte de exilio perpetuo de sí al que está condenado.
Todo lo demás es sospechoso. Hay un clima de paranoia que lo sigue como un espectro y que está presente en todo el relato, porque el espectador comparte la pesadilla de Leonard y anda como él a tientas, tratando de atar cabos, en medio de un páramo donde cualquier referencia puede ser equívoca o maliciosa.
Como guía sustancial, el protagonista lleva una sugerencia - "Recuerda a Sammy Jankins"- tatuada en la mano. Jankins fue un personaje que Leonard conoció en los tiempos en que vivía una vida normal, un hombre que padecía ese raro tipo de amnesia del que ahora él es víctima y cuyo caso debió investigar para su compañía de seguros. Pero eso lo sabremos después, a medida que la narración avance. O mejor: a medida que retroceda, porque la compleja, admirable arquitectura de "Memento" progresa en capítulos que se articulan cronológicamente al revés, del presente hacia atrás, del último al primero. De tal modo que la historia va reconstruyéndose a medida que se repueblan los espacios vacíos, y llegamos -como en un ejercicio psicoanalítico- al principio, al origen.
Fascinante lectura
De algún modo, lo que el film hace -y el espectador con él- se parece a esa demorada, laboriosa y fascinante lectura a que obligan los documentos antiguos, donde para arribar al testimonio original hay que atravesar una maraña de escrituras que se han ido superponiendo, corrigiéndose, confundiéndose y ocultándose unas a otras.
Hacía falta inteligencia, gran equilibrio y muchísimo rigor para construir con precisión este rompecabezas sin caer en el mero alarde intelectual ni entorpecer la intriga con demoras o desvíos innecesarios. Christopher Nolan demuestra tenerlos tanto en la elaboración del guión -tomado de un cuento de su hermano Jonathan- como en la admirable puesta en escena, que hace progresar el suspenso sin desmayo alguno y atrapa el interés del espectador de punta a punta. También se revela sensible en el aprovechamiento del ambiente -una Los Angeles desértica e imprecisa- y firme en la conducción de los actores, entre los cuales Guy Pearce carga con el mayor peso y Joe Pantoliano se luce como el ambiguo e inquietante Terry.
Lo más llamativo de "Memento" es, seguramente, su estructura narrativa "al revés", una variante que ya había sido experimentada por otros autores, aunque quizá con intención distinta, como Harold Pinter en su magnífica "Betrayal", vista aquí en teatro y en la notable adaptación cinematográfica realizada en 1983 por el inglés David Jones. Pero más allá de la apasionante propuesta del thriller, quizá también pueda sembrar en el ánimo del espectador alguna inquietud en torno de la construcción de sus propias memorias y sus propios olvidos, así como de las señales que cada uno va instalando como referencias para orientarse en el paisaje de su propia biografía.


