Detrás del rodaje: un director obsesivo con ayuda de la NASA, dos galanes en competencia y una fanática desquiciada
Curiosidades, anécdotas y grandes historias en los sets de algunas de las películas más exitosas de la historia
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Por fuera de lo que muestran las películas, mucho es lo que sucede detrás de cámara. Este año, los lectores de LA NACION se interesaron especialmente por las historias y las anécdotas que transcurrieron en los sets de cinco recordados films.
Misery: la escena que lo cambió todo

A 35 años de su estreno, Misery se mantiene como una de las películas más perturbadoras del cine moderno por una razón simple: demostró que el terror más efectivo no necesita monstruos ni elementos sobrenaturales. Dirigida por Rob Reiner y basada en la novela de Stephen King, la película convirtió una historia de admiración obsesiva en una pesadilla claustrofóbica. La escena en la que Annie Wilkes (Kathy Bates) quiebra los tobillos de Paul Sheldon (James Caan) transformó para siempre una frase aparentemente inocente —“soy tu fan número uno”— en una amenaza culturalmente imborrable.
Reiner abordó el film como un ejercicio puro de suspenso hitchcockiano: estudió minuciosamente la obra del director británico para construir tensión a partir del encuadre, el ritmo y la sugerencia. La decisión de suavizar una escena de violencia explícita del libro resultó clave: el horror surge con más fuerza de lo que se anticipa que de lo que se muestra. Filmada íntegramente con efectos prácticos, la secuencia del martillo sigue siendo un ejemplo de cómo el ingenio artesanal puede generar un impacto emocional más duradero que cualquier exceso digital.
El camino hasta el casting fue accidentado. La brutalidad del guion hizo que gran parte de las grandes estrellas de Hollywood rechazaran el papel de Paul Sheldon. Finalmente, Caan aceptó el desafío en un momento crítico de su carrera, marcada por adicciones y conflictos que lo habían marginado de la industria. Misery no solo significó su regreso al cine de primera línea, sino también una reivindicación personal, pese a las tensiones que atravesaron el rodaje.

Kathy Bates, propuesta por el guionista William Goldman tras el rechazo de otras actrices, pasó de ser una figura del teatro casi desconocida en el cine a convertirse en un ícono absoluto. Su choque de estilos con Caan —teatro versus cine— fue aprovechado por Reiner para potenciar la dinámica tóxica de los personajes. Contra todo pronóstico, Bates ganó el Oscar a Mejor actriz, convirtiendo a Misery en la única adaptación de Stephen King premiada por la Academia y consolidando una película cuyo terror, 35 años después, sigue resultando inquietantemente real.
Mientras estés conmigo: un alegato necesario
Hace 35 años, Susan Sarandon, Sean Penn y Tim Robbins coincidieron en Mientras estés conmigo, un drama basado en hechos reales que trascendió el mero prestigio artístico para convertirse en un contundente alegato social. La película no solo consolidó a Penn como uno de los actores más respetados de su generación y le valió a Sarandon el Oscar a Mejor actriz, sino que también reavivó el debate público sobre la pena capital en los Estados Unidos, combinando compromiso político y potencia narrativa.
El film se inspira en la historia real de Elmo Patrick Sonnier, condenado a muerte por el secuestro, violación y asesinato de dos adolescentes en Louisiana en 1977. Durante su tiempo en el corredor de la muerte, Sonnier entabló una relación con la hermana Helen Prejean, quien comenzó a visitarlo y acompañarlo espiritualmente hasta el día de su ejecución en 1985, presenciada tanto por Prejean como por los padres de las víctimas. Esa experiencia marcó el inicio de la militancia pública de la monja contra la pena de muerte, a la que definió como una ejecución fría, planificada y deshumanizante.
El encuentro entre Prejean y Susan Sarandon fue clave para la película. La actriz comprendió que la fuerza del personaje residía en su fragilidad, en sus dudas y errores, más que en una heroicidad inquebrantable. Tim Robbins, guionista y director, acompañó ese enfoque desde el guion, evitando convertir la historia en un discurso didáctico. Sean Penn, por su parte, vivió la experiencia como una de las más duras de su carrera: su preparación incluyó visitas al corredor de la muerte y una inmersión emocional tan intensa que, según confesó, afectó su relación con la actuación.
Con el paso del tiempo, Mientras estés conmigo se consolidó como una obra bisagra para todos los involucrados. Robbins defendió siempre la decisión de no suavizar el recuerdo del crimen, convencido de que una empatía manipulada no produciría un cambio real. Sarandon y Prejean, en tanto, continuaron trabajando juntas en distintas instancias de activismo, incluido el documental Rebel Nun, estrenado en 2024. Así, la película permanece como un ejemplo de cómo el cine puede unir arte, memoria y compromiso político sin perder complejidad ni humanidad.
Barry Lyndon: tecnología de la NASA a la luz de las velas

Barry Lyndon sigue siendo una de las películas más radicales y visualmente singulares de la historia del cine. Cuando Stanley Kubrick abordó su primera película de época en 1975, llevó su ya célebre obsesión por el detalle a un extremo inédito. Decidido a capturar la autenticidad del siglo XVIII, el director dedicó trece meses a estudiar más de mil pinturas de la época, que luego sirvieron como referencia directa para cada encuadre y para todos los departamentos artísticos del film.
El resultado fue una obra construida como una sucesión de cuadros en movimiento. Escenas clave replican de forma casi literal composiciones de William Hogarth y Thomas Gainsborough: la decadencia moral de Barry remite a Tête à tête, mientras que la figura de Lady Lyndon encarna la elegancia melancólica de los retratos aristocráticos del período. Estas referencias no se limitan a lo estético: Kubrick también incorporó cuadros dentro de la narración como elementos simbólicos que anticipan acontecimientos, reforzando el carácter fatalista del relato.
La obsesión por la fidelidad histórica se manifestó especialmente en el vestuario. La diseñadora Ulla-Britt Söderlund recreó cada prenda utilizada por actores y extras copiando directamente la ropa observada en retratos del siglo XVIII, logrando una coherencia visual absoluta. Nada fue estilizado para el gusto moderno: la incomodidad, la rigidez y el peso de la época se trasladaron literalmente al cuerpo de los intérpretes.
La decisión más extrema llegó con la iluminación. Kubrick quiso filmar en locaciones reales y utilizar únicamente luz natural y velas, algo técnicamente imposible para las cámaras de entonces. Para lograrlo, recurrió a lentes Zeiss diseñados para la NASA, originalmente creados para fotografiar satélites. El rodaje implicó jornadas extenuantes, velas consumiéndose sin pausa y una atmósfera asfixiante por la falta de oxígeno que dejó a Ryan O’Neal, Marisa Berenson y al resto del elenco agotados. El resultado fue una película irrepetible, que convirtió la obsesión técnica en una experiencia estética sin precedentes y consolidó a Barry Lyndon como una obra tan exigente como inmortal.
El golpe: el éxito que comenzó con una negativa

Sin dudas, El golpe (1973) es uno de los mayores éxitos de la carrera de Robert Redford, pero él mismo confesó más de una vez que no estaba convencido de filmarla. Cuando el guion llegó a sus manos, el actor lo descartó de inmediato, considerándolo “un film menor”. Más que la historia, lo que le generaba desconfianza era que el proyecto proviniera de un guionista sin experiencia, David S. Ward, quien además pretendía dirigir la película. Redford entendía que la estructura del relato requería a un realizador con peso y no quiso arriesgarse sin esa garantía.
El rumbo del film cambió cuando Ward recurrió a George Roy Hill, viejo amigo de Redford desde Butch Cassidy and the Sundance Kid. Hill quedó fascinado con el guion y su entusiasmo fue decisivo. “Cuando el director tiene un enfoque claro, todo cambia”, recordaría luego Redford. Convencido por la mirada de Hill, el actor aceptó el proyecto, sellando así el núcleo creativo que necesitaba la película para despegar.
Mientras duró el rodaje de Butch Cassidy, Hill le había alquilado una casa a Paul Newman, el otro protagonista del western del 69. Como le había encantado el lugar, decidió hacer lo mismo mientras durara la filmación de El golpe, así que lo llamó para ver si la tenía disponible. “Por supuesto, pero ¿qué andás haciendo por acá?”, le preguntó el actor. Al escuchar que la respuesta fue una película con Robert Redford, enseguida le preguntó: “¿No tendrás algo para mí?”. Después de aclararle que el papel que quedaba vacante era secundario, Hill le mandó el guion. Y el círculo comenzó a cerrarse.

La química entre ambos actores se trasladó con naturalidad a la pantalla y dio vida a los estafadores Hooker y Gondorff, pero también se manifestó fuera de cámara a través de bromas constantes y una competencia permanente. Según recordó Ray Walston, los dos actores rivalizaban incluso lustrando sus Porsche en la puerta del estudio. La broma más recordada ocurrió cuando Newman escondió el auto de Redford, provocando que este comentara con resignación: “Sabía que algún día me iba a robar el auto”. Historias que terminaron de sellar el clima lúdico que acompañó a una película destinada a convertirse en un clásico absoluto.
La novicia rebelde: calor agobiante y un actor glotón

La novicia rebelde se mantiene, a 60 años de su estreno como uno de los grandes clásicos del cine popular, aunque su existencia estuvo lejos de ser inevitable. La película dirigida por Robert Wise fue el resultado de una larga cadena de casualidades, decisiones creativas y riesgos industriales. Basada en la historia real de la familia Von Trapp, el proyecto llegó a Hollywood tras el enorme éxito del musical de Broadway The Sound of Music, adquirido por 20th Century Fox en un momento crítico para el estudio, que atravesaba una profunda crisis financiera tras el desastre económico de Cleopatra. El film terminó convirtiéndose en el inesperado salvavidas del estudio.
El rodaje comenzó en marzo de 1964 en los estudios Fox de Los Ángeles, donde se filmaron las escenas de la abadía y los primeros números musicales, incluido “My Favorite Things”. En abril, un equipo de 60 personas viajó a Salzburgo para filmar en locaciones reales, una apuesta inusual para los musicales de la época. La secuencia de “Do Re Mi”, rodada en nueve locaciones distintas y montada para mostrar el paso de todo un verano, se convirtió en uno de los momentos más recordados del film. Sin embargo, la filmación en exteriores trajo complicaciones: lo que estaba planeado para seis semanas se extendió a once debido al clima y las dificultades logísticas.
Pese a las incomodidades, el clima en el set fue mayormente armonioso, con Julie Andrews recordada por su calidez y Wise por su liderazgo sereno. Plummer, menos entusiasmado, admitiría años después que el rodaje austríaco le resultó tedioso, y que aplacó la ansiedad con comida, lo que obligó a los vestuaristas a modificar sus trajes. Incluso la verdadera Maria Von Trapp visitó el set y apareció como extra.
Estrenada en 1965, La novicia rebelde fue un fenómeno global: adorada por el público, cuestionada por la crítica y consagrada por la Academia con cinco premios Oscar. Seis décadas después, su música y sus imágenes siguen formando parte de la memoria colectiva, como si siempre hubieran estado ahí.
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