La novicia rebelde, un clásico a 60 años de su estreno
La película protagonizada por Julie Andrews y Christopher Plummer sigue vigente pese al paso del tiempo
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Hay películas cuya popularidad perdura en el tiempo, al punto tal que parece que siempre hubiesen existido. La novicia rebelde es una de esos films que alcanzó el estatus de clásico, con una improbable receta que combina canciones, niños, monjas, el paisaje de los Alpes, la Segunda Guerra Mundial y una historia de amor real (idealizada).
Para muchas personas, la película protagonizada por Julie Andrews y Christopher Plummer es parte de su propia vida, de recuerdos familiares asociados al cine. Por eso puede sentirse como si La novicia rebelde siempre hubiese existido, pero no es así. De hecho, solo tiene 60 años. O ya tiene 60 años. Todo depende de cómo se prefiera verlo.
La existencia del film dirigido por Robert Wise es el resultado de una serie de voluntades, casualidades, insistencias, accidentes. Cuando la historia real de María Von Trapp, la novicia que fue niñera de los siete hijos de un capitán de la Marina austríaca viudo, luego se casó con él, escaparon de los nazis y se convirtieron en una familia de cantantes, fue tomada como inspiración para un musical de Broadway, nadie imaginaba aún que sería adaptada al cine. Y mucho menos, que esa adaptación sería un éxito internacional, el salvataje para uno de los estudios más importantes de Hollywood y, seis décadas después, continuaría siendo un clásico para varias generaciones.
La historia de los Von Trapp, la familia de cantantes que emigraron de Austria a los Estados Unidos, luego de que el país fuera invadido y ocupado por las tropas alemanas, en 1938, llegó por primera vez a la pantalla grande en el film Die Trapp-Familie. Maria, la matriarca de la familia, había vendido los derechos de su autobiografía por nueve mil dólares y no ganó un centavo más con la película, cuya recaudación fue de un millón de dólares, ni con su secuela Die Trapp-Familie in Amerika, ambas un gran éxito local en Alemania, según cuenta Tom Santopietro, en su libro dedicado a la historia de La novicia rebelde.
Pero el futuro le deparaba algunas sorpresas más a su agitada vida. Hollywood, siempre en busca de material nuevo, prestó atención al éxito de los films alemanes. Tras algunas idas y vueltas, la historia captó el entusiasmo de la reconocida actriz de teatro Mary Martin y su marido y productor, Richard Halliday, quien se ocupó, junto con su socio Leland Hayward, de comprar los derechos de las películas a la productora alemana y de la historia a la familia Von Trapp.
Esta vez, los términos del contrato fueron mejores, con un porcentaje de regalías para Maria y sus hijos. Lo que nadie podía imaginar es que la continuación de ese arreglo en el contrato por la película que luego produjo Fox, resultaría en que los Von Trapp continuaran ganando aproximadamente 100 mil dólares al año por las siguientes décadas.
Para que eso sucediera, antes tuvieron que pasar muchas otras cosas. Primero, la obra de teatro que Martin esperaba protagonizar pasó a ser un musical, escrito por los reconocidos libretistas Howard Lindsay y Russell Crouse, con canciones compuestas por sus amigos, habituales colaboradores y leyendas de Broadway, Richard Rodgers y Oscar Hammerstein II.
The Sound of Music, como se llamó en inglés el musical en el escenario y en el cine, se estrenó en Broadway, en noviembre de 1959, y fue un éxito enorme. Hollywood volvió a prestar atención. Esta vez, fueron los ejecutivos de 20th Century Fox quienes vieron el potencial del musical. Por 1.250.000 de dólares, el legendario estudio adquirió los derechos, en un contrato que estipulaba ganancias de distintos niveles para el equipo creativo, los productores, y, por supuesto, Maria Von Trapp y su familia.

El entusiasmo por parte de Fox, implícito en la suma de dinero invertido, no fue suficiente para que le dieran luz verde al proyecto. El estudio estaba pasando por una crisis económica, debido a que la producción de Cleopatra, el film épico protagonizado por Elizabeth Taylor y Richard Burton, estaba fuera de control.
En 1962, después de que el estudio perdiera 40 millones de dólares y tuvieran que vender parte de su propiedad, el directorio decidió un cambio de mando y nombró como nuevo jefe a Darryl F. Zanuck. Ignorando las posibles acusaciones de nepotismo, Zanuck eligió a su hijo, Richard, que tenía experiencia como productor, para que comandara las operaciones diarias de Fox. Fue él quien rescató del olvido al musical sobre la novicia, el capitán y los siete niños cantores.
Entonces comenzó la odisea de convertir al musical en una película, empezando por la elección de un guionista que fuera capaz de semejante tarea. La elección de Ernest Lehman no podría haber sido mejor. El guionista, que había probado su talento en películas como Intriga internacional, La mentira maldita, Sabrina y la exitosa versión cinematográfica de Amor sin barreras, estuvo convencido desde el comienzo de que el musical podría adaptarse perfectamente al cine.
Los potenciales directores que Zanuck consideró para la película no estaban tan de acuerdo. Ni Stanley Donen, ni su socio Gene Kelly, quisieron tener nada que ver con el musical, que muchos consideraban demasiado edulcorado. Lehman convenció a un reticente William Wyler, director de La carta y La princesa que quería vivir, para que se sumara al proyecto. El realizador empezó a trabajar sobre la primera versión del guion de Lehman y llegó a viajar a Salzburgo para ver posibles locaciones, pero terminó abandonando la película.
La producción había quedado en pausa antes de empezar hasta que Lehman dio con el hombre perfecto para el trabajo: Robert Wise. El director de El día que paralizaron la Tierra y La casa embrujada, había trabajado con el guionista en una de las películas musicales más exitosas de la época, Amor sin barreras. Aunque a Wise tampoco le gustaba el musical de La novicia rebelde, una vez que Lehman le hizo llegar una versión del guion con cambios fundamentales.
El cineasta aceptó el trabajo y se rodeó de colaboradores clave, como el director de fotografía Ted McCord (El tesoro de Sierra Madre; Al este del paraíso) y el montajista William Reynolds (El golpe; El padrino), que aportaron una necesaria sofisticación estética al film.
Si fue difícil encontrar un director ideal, que supiera como adaptar el material creado para el escenario al lenguaje cinematográfico, más aún lo fue conseguir a la protagonista perfecta, que tuviera presencia en cámara, encanto y una voz que le hiciera justicia a las canciones de Rodgers y Hammerstein. Muchos nombres se barajaron, desde Leslie Caron y Anne Bancroft hasta Grace Kelly y Doris Day, pero ninguna de ellas era la indicada, cada una por motivos distintos.
Rodgers, Wise y Lehman querían a Julie Andrews para el papel de Maria, pero el estudio prefería a una estrella más reconocible y cuyo brillo en la pantalla grande estuviese probado. La actriz británica se había lucido en varios roles de musicales de Broadway y el West End, entre ellos un aclamado protagónico en My Fair Lady. A pesar de su éxito en el escenario, Warner había rechazado a Andrews para la adaptación cinematográfica de ese musical, eligiendo en su lugar a Audrey Hepburn, cuya voz tuvieron que doblar en las canciones del film.
Si al director le quedaban dudas de que debía luchar para poder contratar a Andrews, estas se esfumaron cuando fue a los estudios Disney, junto con el guionista y con Saul Chaplin, su productor asociado y consultor musical, a ver un adelanto de la aún no terminada Mary Poppins. El trabajo de Andrews, actoral y vocal, encarnando a la institutriz mágica los deslumbró y encontraron la forma de convencer al estudio de que era la indicada.
Al menos Andrews quiso el papel desde el principio, a diferencia de Christopher Plummer, quien fue la primera elección de Wise para interpretar al Capitán Georg Von Trapp. El actor canadiense tenía una brillante carrera en el teatro y no lo atraía la idea de aceptar un rol que no estaba demasiado desarrollado y tenía un claro segundo lugar detrás del personaje Maria. El director viajó a Londres para hablar con él personalmente y convencerlo, mientras también intentaba venderle al estudio la idea de elegir a un actor practicante desconocido. Lo logró, asegurándole a Plummer que podría trabajar con Lehman sobre el guion para mejorar su papel, y enviándole a Fox una prueba de cámara del actor con el pelo teñido con canas, para parecer mayor.

No sería el único con el pelo teñido en la producción. Andrews terminó con un platinado total, luego de que un primer intento de aclarar algunas mechas resultara en un color anaranjado que no sentaba para el personaje. Por otro lado, Nicholas Hammond, que interpretaba a uno de los niños más grandes, Friedrich, también fue teñido de rubio de una manera excesiva y terminó filmando con el cuero cabelludo lleno de ampollas.
Estas situaciones que pueden parecer superficiales y menores, no lo son en un rodaje, en el que cada detalle debe ser cuidado. Encontrada una solución, todo continúa. Así fue que en marzo de 1964, se realizaron los primeros días de filmación de La novicia rebelde, en el estudio de Fox, en Los Ángeles.
“My Favorite Things”, la canción que trascendió el amor del público y llegó a ser interpretada por gigantes de la música como John Coltrane y Sarah Vaughan, fue el primer número musical que se filmó. El guionista creó una escena distinta a la del musical, en la que Maria le da ánimo a los chicos, asustados por la tormenta nocturna, cantándoles la canción sobre sus cosas favoritas (“gotas de lluvia sobre rosas; los bigotes de los gatitos”, etcétera).
Durante esa primera porción del rodaje, también filmaron las escenas de la abadía, reconstruida por el diseñador de producción Boris Leven en uno de los sets de Fox. El número musical a cargo de las monjas, “How Do You Solve a Problem Like Maria” llevó varios días de filmación. Allí se encontraron por primera vez Andrews y Marni Nixon, quien interpreta a la hermana Sophia y que fue la voz de Audrey Hepburn en My Fair Lady (y de Natalie Wood en Amor sin barreras, y otras más). Aunque Nixon estaba un poco nerviosa por conocerla, Andrews fue muy amable y entablaron tan buena relación que la protagonista de La novicia rebelde ayudó a la actriz a preparar una escena para las audiciones para el papel central en una reposición de My Fair Lady, en Broadway.
La otra escena en la abadía era una de las más complejas en cuanto a tono: la del escondite y posterior escape de los Von Trapp, perseguidos por los soldados nazis, en el momento más álgido de la historia, antes del final, sino feliz, al menos esperanzador.
En abril de 1964, un equipo de 60 personas partió hacia Salzburgo, Austria, para filmar en el lugar de origen de la historia real. La apuesta de Wise y la producción era grande, pero el director consideraba esencial “abrir” las escenas filmando en locaciones reales, a diferencia de la mayoría de los musicales de Hollywood que se rodaban en sets.
El director tenía razón y uno de los aspectos más sobresalientes, aunque sus detractores no parecen notarlo, son los números musicales en exteriores, que aprovechan al máximo las posibilidades estilísticas del cine. Como sucede en la secuencia de “Do Re Mi”, probablemente la canción más famosa del musical, que se filmó en 9 locaciones distintas y está montada con la idea de mostrar el paso de todo el verano.
“Filmar el montaje fue el momento por excelencia de la película porque estuvimos por todo Salzburgo, en el campo, arriba en las montañas, corriendo alrededor de las fuentes. Fue tan inteligente usarlo como el momento en el que los chicos están liberados y ver que la adoran a Maria por eso”, dijo Andrews, en una entrevista por el 40 aniversario del film.
Lo cual no quiere decir que lograrlo fuera fácil. El resto de los musicales se filmaban en sets porque ahí es más fácil controlar todo. Dependiendo del clima y otras cuestiones inherentes a filmar en exteriores, la porción austríaca del rodaje de La novicia rebelde, que estaba planificada para durar seis semanas, terminó durando once.
El equipo parece haber pasado muy bien su tiempo en Salzburgo, según distintos testimonios, incluso a pesar de la lluvia y el frío que tuvieron que soportar. Los actores que interpretaban a los chicos, que tenían entre nada y poca experiencia en sets de filmación, tienen buenos recuerdos del rodaje. En especial de Andrews, que trataba con amabilidad y calidez a sus compañeros de elenco; también el director, a quien todos, desde los más chicos hasta los más grandes del equipo, recuerdan como un caballero y líder de un set tranquilo y eficiente.

El que no la pasó tan bien fue Plummer, que además de nunca terminar de entusiasmarse con su personaje del capitán Von Trapp, tenía mucho tiempo ocioso en Salzburgo. Fue por eso que se concentró en el consumo de facturas dulces y schnapps, lo cual resultó en un necesario ajuste de su vestuario. “Parecía Orson Welles”, recordó, divertido, el actor, muchos años después, cuando ya se había reconciliado con el que fue su papel más famoso y que le valió el amor de gran parte del público.
Durante el rodaje en Salzburgo, el equipo recibió en el set a la verdadera Maria Von Trapp, que participó junto con su hija Rosmarie como extra, en el número musical “I Have Confidence”. La exnovicia tenía una personalidad arrolladora y, antes de comenzar el rodaje, insistió para ser asesora en la película, pero Wise no quiso porque le parecía mandona.
“Mi mamá nunca terminó de aceptar del todo que había vendido los derechos y eso quería decir que podían hacer lo que quisieran con la historia. Mi madre estaba acostumbrada a controlar las cosas”, dijo su hijo Johannes, en un especial de aniversario sobre el film. Sin embargo, Maria le dio el visto bueno a Andrews, incluso estuvo en su programa de TV unos años después; y se mostró muy entusiasmada con Plummer, a quien le dijo, riéndose, que era todavía más apuesto que su marido.
Una vez concluido el rodaje en los exteriores en Salzburgo, que incluyeron la mansión de los Von Trapp, (filmada en dos grandes caserones distintos, que luego hubo que “pegar” entre sí y con los interiores filmados en California), el equipo volvió a Hollywood para filmar las últimas escenas.
Entre ellas se cuentan las que incluyen a la baronesa, interpretada con elegancia por Eleanor Parker, y su amigo Max (Richard Haydn); la famosa secuencia musical con títeres de “The Lonely Goatherd”, otro de los grandes cambios del guionista con respecto al musical teatral; y la confesión romántica de Maria y Von Trapp, “Something Good”. Lo último en filmarse fue “Sixteen Going on Seventeen”, el encuentro musical entre Liesl, la más grande los Von Trapp, y el cartero adolescente luego convertido en nazi, Rolfe.
Tras meses de arduo trabajo en la postproducción, la hora de la verdad llegó el 15 de enero de 1965 cuando La novicia rebelde se proyectó por primera vez, en carácter de preestreno, para el público de un cine en Minneapolis. El exitoso destino del film quedó marcado cuando llegó la hora del intervalo y el público aplaudió de pie.
A los Von Trapp les gustó la película y Rodgers aprobó la versión en cine del musical que había colaborado en crear. Luego de su estreno, el 2 de marzo de 1965, en Nueva York, el público de distintos puntos de los Estados Unidos se hizo eco de esas primeras reacciones. Pronto, La novicia rebelde se convirtió en un gran éxito mundial.
La crítica no estuvo de acuerdo con el público, considerando a la película como demasiado edulcorada, cursi y fuera de época. La Academia de Artes y Ciencias de Hollywood, en cambio, destacó al film con 13 nominaciones y cinco premios Oscar, incluyendo Mejor director y Mejor película.
Los grandes estudios intentaron repetir el éxito de La novicia rebelde con otras producciones musicales, pero la cultura estaba cambiando. Para fines de los 60, el público encontró en películas como Bonnie y Clyde, El graduado y Busco mi destino un cine que representaba a ese cambio cultural. Los musicales ya no estaban de moda (aunque volverían a estarlo y a pasar de moda de nuevo, repitiendo ciclos que llegan hasta nuestros días).
Mientras tanto, La novicia rebelde se volvió en un clásico familiar. Pasó de las reposiciones en cine, al VHS, la televisión, el DVD, el Blu-ray, el streaming. Las melodías suenan conocidas hasta para quienes no vieron la película. Y quienes la vieron, probablemente más de una vez, es imposible olvidarlas. Como si siempre hubiesen existido.
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