George Clooney se pasa hacia el otro lado
El argumento más habitual al que suelen recurrir muchos actores cuando deciden pasar del otro lado de la cámara ya casi se ha vuelto un lugar común: aluden a su inquietud creativa, a sus criterios personales, al número desbordante de ideas que les vienen a la cabeza cada vez que están frente a un personaje (o a una historia) que los entusiasma y sin embargo deben someterse a la visión del director que les ha tocado en suerte.
La aspiración es, sin duda, legítima, aunque huela a excusa y se vuelva sospechosa cuando el que la manifiesta viene de sufrir un fracaso personal o cuando responde al modelo de narcisista irremediable -tan común en el medio- que no puede confiar su preciada imagen a otras manos que las propias. Sea cual fuere la motivación, la historia del cine está llena de casos afortunados de actores convertidos en grandes realizadores: de Vittorio De Sica a Clint Eastwood, de Leni Riefenstahl a Serguei Bondarchuk, de Paul Newman a Lautaro Murúa, hay ejemplos en todas las épocas y en todos los países.
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A George Clooney, que está a punto ahora de mostrar sus habilidades como director, le importa aclarar, en cambio, que en su caso el lugar común no se aplica. No tenía la menor intención de dirigir, o por lo menos no se desvivía por hacerlo -ha dicho-, entre otros motivos porque se siente muy a gusto en su papel de actor y porque está lejos de haber sentido la necesidad de corregir el punto de vista de sus directores. Tuvo en los últimos tiempos la suerte de trabajar con autores como Steven Soderbergh o los hermanos Coen, y "para un actor -dice- nada es tan placentero como actuar a las órdenes de verdaderos creadores que, como ellos, saben muy bien qué buscan en el personaje y qué rumbo quieren darles a sus historias".
Si Clooney se ha entusiasmado con la idea de dirigir es porque hace tiempo llegó a sus manos el guión de "Confessions of a Dangerous Mind", comedia basada en las memorias de Chuck Barris, un autor de programas televisivos de preguntas y respuestas que reveló recientemente que sólo había trabajado en el show business para encubrir su actividad como agente secreto.
El responsable del guión -"el mejor que ha estado circulando por Hollywood en los últimos cinco años", dictamina el protagonista de "La gran estafa"- es Charlie Kaufman, el mismo de "¿Quieres ser John Malkovich?" Y los que se han sumado a la aventura de Clooney son Sam Rockwell, Drew Barrymore, Rutger Hauer y Julia Roberts, su reciente compañera de elenco en el film de Soderbergh actualmente en cartel.
El papel principal, claro, será para él, que por el momento no piensa cambiar de oficio. Fiel a su imagen de antidivo que nunca se toma demasiado en serio, el actor que ganó popularidad gracias a la serie de TV "ER: emergencias" explica: "¿Por qué querría cambiar, si hago sólo los films que me gustan y además me festejan por eso?
Lo único que le preocupa por ahora es que su trabajo como director no eche a perder un libreto tan bueno como el de Kaufman. En cuanto a la muy mentada posibilidad de heredar el papel del agente 007 ahora que Pierce Brosnan amenaza con el retiro, la desecha: "Después de haber destruido la serie de Batman, dudo que a algún productor se le ocurra arriesgarse a que también sepulte a James Bond".
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