La venta de Warner a Netflix, una cuestión de “vida o muerte” para Hollywood
Sectores de la industria temen que la venta del centenario estudio al gigante del streaming altere para siempre la experiencia de ver cine en las salas, como se vive hasta ahora
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“Parece la muerte de Hollywood”, dijo un productor cinematográfico británico. “Es difícil no verlo como algo deprimente”, comentó un ejecutivo de una importante productora europea. “Prepárense para la fusión entre Harry Potter y K-Pop Demon Hunters”, ironizó una experimentada voz del mundo del marketing.
Estos testimonios anónimos, compilados en las últimas horas por Deadline, el muy bien informado portal digital de información de Hollywood, resumen la preocupación que empieza a crecer en buena parte de la industria del entretenimiento luego de confirmarse la operación de compra de Warner Bros. por parte de Netflix a cambio de 82.700 millones de dólares.
A partir de este acuerdo, el gigante del streaming se convierte en el nuevo dueño de los centenarios estudios de cine de Warner, así como de sus grandes propiedades conectadas con el mundo de la TV como HBO y la plataforma HBO Max. El inmenso catálogo conjunto del nuevo (y más poderoso, si los organismos regulatorios aprueban la integración) actor de la industria global del entretenimiento incluye a Casablanca y Jay Kelly, a Harry el Sucio y Adolescencia , a El exorcista y Bridgerton, a Buenos muchachos y El Eternauta, a Frankenstein y Stranger Things, pasando además por Los Soprano, Game of Thrones, Euphoria, Friends y muchísimo más.

Todos coinciden en que acaba de abrirse una gigantesca caja de Pandora. Cualquiera de los antecedentes más próximos en materia de adquisiciones o megafusiones por montos descomunales quedan ahora empequeñecidos por la magnitud, el impacto y las consecuencias a largo plazo en el ecosistema de Hollywood de este anuncio.
Quedaron atrás, por ejemplo, los 52.400 millones de dólares que Disney pagó en 2019 para quedarse con otro nombre histórico de la industria, los estudios 20th Century Fox. Y mucho más los 44.700 millones abonados en dos partes (entre 2011 y 2013) por Comcast al adquirir el control de NBC Universal. En una lejana era geológica quedó la venta en 2006 de Pixar a Disney a cambio de 7400 millones.
Poderosa billetera
Ahora, más allá de los números, aparece un escenario de cambio copernicano en la industria. Netflix espera cerrar el acuerdo en un plazo de entre 12 y 18 meses, y en caso de sortear las cruciales barreras regulatorias, sumará a su poderosa billetera como gigante del streaming las facilidades que ofrece un estudio centenario (sobre todo el predio de 44 hectáreas de Burbank, en las afueras de Los Ángeles) para producir películas. Ahora estará en condiciones de manejar todas las fases del negocio, de la primera a la última.
¿Cambiará el logo de la famosa torre de agua que preside los estudios Warner, reemplazado en un futuro cercano por la “N” roja de su nuevo dueño? ¿Bugs Bunny tendrá la zanahoria en una mano y el logo de Netflix en la otra? Esas preguntas son lo de menos frente al inquietante escenario que ya están vislumbrando los dueños de los cines, a primera vista las principales víctimas de este acuerdo.

Pocas horas antes de que se oficializara la venta de Warner a Netflix, Cinema United, la firma global más importante de la exhibición cinematográfica (maneja 30.000 cines en todo el mundo) dijo que esa operación “plantea una amenaza sin precedentes al negocio de la exhibición cinematográfica”.
Para Michael O’Leary, el CEO de la entidad, el impacto negativo se extenderá “desde los circuitos y complejos más importantes a las salas independientes de una sola pantalla y de las ciudades más grandes a los lugares más pequeños tanto en Estados Unidos como en el resto del mundo”. Y afirmó directamente que “el modelo de negocios establecido por Netflix no apoya la exhibición de películas en los cines. De hecho, plantea todo lo contrario”.

Este viernes, a primera hora, en un diálogo con inversores, Netflix respondió directamente a esas advertencias. “No nos oponemos a que las películas lleguen a los cines. Mi oposición se basó siempre en el cuestionamiento a las extensas ventanas de exclusividad, que no consideramos muy favorables para el consumidor”, dijo Ted Sarandos, codirector ejecutivo de la plataforma y responsable máximo de sus contenidos.
Sarandos señaló que una vez concretado el acuerdo espera seguir estrenando en los cines las películas producidas por Warner Bros., pero al mismo tiempo insinuó que todo el ciclo actual de ventanas de exhibición, en la que los cines se aseguran la exclusividad del estreno de las principales producciones de Hollywood no surgidas de las plataformas, podría cambiar muy pronto. Habló explícitamente de una “evolución”.
Lo mismo acaba de decir con otras palabras David Zaslav, el CEO de Warner Bros. Discovery, en una comunicación interna al personal de la compañía desde la cual anuncia el acuerdo alcanzado con Netflix. “Esta decisión refleja las realidades de una industria que atraviesa un cambio generacional. En cómo se financian, producen, distribuyen y descubren las historias”, señaló el ejecutivo.
Un posible desastre
Para las próximas horas se esperan nuevos pronunciamientos por parte de las entidades y organizaciones más influyentes de la industria, en línea con lo que a fines de octubre advirtió nada menos que el Sindicato de Guionistas de Hollywood (Writers Guild of America, WGA) cuando dijo que una posible venta de Warner Bros. podría terminar lisa y llanamente en un “desastre” para la industria del entretenimiento.
La entidad aludió a la pérdida de la competencia y de la libertad de expresión en medio de un escenario configurado por una sucesión de operaciones de venta y megafusiones entre grandes compañías. “Se desperdiciaron cientos de miles de millones de dólares que se invertirían mejor a través de un crecimiento orgánico”, subrayó.
Ahora empieza otra historia y todos miran a los organismos regulatorios del gobierno de Estados Unidos, imaginando que algunos de sus funcionarios pondrán la lupa en los eventuales y posibles riesgos monopólicos a los que queda expuesta la actividad de la industria del entretenimiento a partir de esta operación.

Los observadores más optimistas dicen que la operación podría inclusive beneficiar a la industria porque Netlix encontraría un espacio complementario al crecimiento de su ya poderosa actividad en el ámbito de la distribución cinematográfica, un espacio al que le dedica actualmente una atención muy limitada. Basta ver el alcance que tienen los estrenos de sus principales películas en los cines, limitado en el mejor de los casos a un par de semanas en los cines de Estados Unidos para cumplir con el requisito impuesto por la Academia de Hollywood y lograr que esos títulos estén en condiciones de competir por el Oscar.
Otros señalan que la pelota ahora está en manos del Departamento de Justicia y la Comisión Federal de Comercio de la administración de Donald Trump, cuya cercanía y afinidad con David Ellison, el poderoso dueño del flamante estudio Paramount-Skydance podría abrir una instancia de objeciones y cuestionamientos a esta venta.
La lupa de los reguladores podría ponerse en los riesgos de un abuso de posición dominante alrededor del streaming, ya que la suma combinada de suscriptores entre Netflix y HBO Max alcanzaría los 450 millones en todo el mundo. Otros actores (empezando por Disney) podrían poner el grito en el cielo. Con semejante cantidad de abonados controlados por una sola cabeza estaríamos hablando del virtual fin de la “guerra del streaming”. El vencedor queda a la vista, decantado por el simple poder de sus números.
Ellison fue uno de los interesados que pujó hasta el final (junto a Netflix y Comcast, el dueño de los estudios Universal) por quedarse con Warner. Y llegó a advertir el jueves, anticipándose a un desenlace favorable a Netflix que ya vislumbraba, que las ofertas planteadas por sus rivales presentaban “graves problemas que ningún regulador podrá ignorar”. En su momento, Warner rechazó una oferta de compra que hizo Paramount por aproximadamente 60.000 millones de dólares.

La Unión Europea también tiene jurisdicción para tomar decisiones sobre esta venta en materia regulatoria. Citando a algunos expertos que analizan la operatoria del organismo en materia de control de la competencia, Deadline dijo que es muy probable que la venta termine siendo aprobada en general, pero al mismo tiempo los organismos regulatorios del Viejo Continente muy probablemente impondrán a la operación algunas condiciones específicas para evitar posibles vetos parciales.
La venta de Warner a Netflix deja afuera todo el menguante negocio televisivo que involucra a los canales de Discovery y aquellas señales de cable que en su momento tuvieron un papel clave en una etapa previa de la evolución de la industria: CNN, TBS y TNT. Todos estos nombres tendrán nuevos dueños a lo largo de un proceso de escisión y desprendimiento que se llevará a cabo durante buena parte de 2026. Esto quiere decir que habrá que esperar hasta dentro de un año, si se consigue el aval de los organismos regulatorios, para hacer efectivo el acuerdo y Netflix finalmente se convierta en la nueva dueña de Warner Bros.
Una historia centenaria
Más allá del poder del dinero y de la intervención de la política (a través de los organismos regulatorios) hay un factor inasible e imposible de cuantificar que podría llegar a ejercer alguna influencia en el freno a esta gigantesca operación: es la propia y centenaria historia de Warner. Y de la gente que desde el cine se siente identificada con ella.
La memoria de Hollywood, que en buena medida se guarda dentro de las clásicas construcciones de techo curvo (parecidas a los hangares de aeropuerto) que identifican a los estudios Warner, empieza a tallar en este debate a través de una carta anónima y abierta que ya está en manos de varios integrantes del Senado y la Cámara de Representantes de Estados Unidos.
El texto está suscripto por un colectivo anónimo del que forman parte, sin que se conozcan sus nombres, algunos muy destacados cineastas y autores que trabajan en Hollywood, según acaba de afirmar Variety. El grupo, que se presenta por ahora con el título de “productores de largometrajes muy preocupados”, expresó su “alarma” por el hecho de que Netflix, como resultado de este acuerdo, se convertiría en el actor más poderoso de la industria que mantendría “efectivamente bajo control el mercado cinematográfico”.
Advierten que Netflix “podría destruir el mercado cinematográfico de la exhibición” al reducir o eliminar la cantidad de tiempo que las películas de Warner Bros. actualmente disponen en la salas antes de llegar a la futura plataforma conjunta de streaming Netflix-HBO Max.
El máximo temor de este grupo anónimo es que, una vez concretada la venta, Netflix imponga para todas sus películas (incluyendo las producciones de Warner) un régimen de estreno en cines limitado a apenas dos semanas. Inmediatamente después esas películas llegarán al streaming, en línea con el “cambio generacional” del que viene hablando Ted Sarandos. Buena parte de la experiencia de ver cine en el cine podría quedar así herida de muerte.
“Están en juego millones de empleos y una preciada forma de expresión artística”, concluye la carta que reclama a los legisladores el “máximo esfuerzo” en la aplicación de normas antimonopólicas. Pase lo que pase, acaba de empezar una nueva historia, que para algunas opiniones extremas coloca a Hollywood en un punto de tensión “entre la vida y la muerte”.
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