
Lucila Solá sueña con Anton Chéjov
Sin Al Pacino estuvo en Buenos Aires para el estreno de Un buen día y habló de todos sus proyectos
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"El mundo es un pañuelo", decían nuestros abuelos. Tenían razón. La escena tiene lugar en un departamento de Libertador frente al Tattersall, en Palermo. Sentada a la mesa del living está Lucila Solá, junto con Aníbal Silveyra protagonista del film Un buen día (que dirigió Nicolás Del Boca en los Estados Unidos y que se estrenó aquí hace tres semanas), a punto de regresar a Los Angeles, donde vive desde fines de la década del 90 y donde la espera su pareja desde hace ya casi cuatro años, nada menos que Al Pacino. A poco de iniciado el diálogo con La Nacion, sorprende al cronista explicando que en esa misma mesa, y más o menos cuando estaba por comenzar su nueva vida, nació la Alianza, y que allí mismo estuvieron sentados, entre otros, Raúl Alfonsín y Graciela Fernández Meijide. Tiene lógica. En realidad, Lucila –cuyo verdadero apellido es Polak– es hija de Federico Polak, abogado, que fue vocero y funcionario del primer presidente de la vuelta a la democracia, y actualmente de su hijo Ricardo. La actriz, que fue modelo e intentó estudiar sociología, viajó a la costa oeste estadounidense con "el amor de los diecinueve años", según confiesa,
"Sí, tiempos en que una se juega toda. Me hubiese ido a cualquier ciudad del mundo, porque no había un plan, sino amor...", dice sobre su ex, el modelo, actor y fotógrafo mendocino Máximo Morrone, con quien tuvo a su hija Camila, hoy adolescente.
Sin embargo, hace poco más de tres años su nombre comenzó a dar la vuelta al mundo a toda máquina por una cuestión del corazón. "Nunca había imaginado antes vivir en los Estados Unidos, pero la vida va fluyendo –asegura–. Empecé conduciendo Fashion TV con Michel Peyronell por el canal Rock & Pop, al que entré por un casting. Por entonces, cursaba el CBC de Derecho en Ciudad Universitaria", recuerda.
A decir verdad, una vez que entra en confianza, esta joven atractiva reconoce que está cansada de que sus entrevistadores le aseguren que lo que publicarán será sobre ella como actriz y que, finalmente, ocurra lo contrario. Lucila explica que cuando llegó a la meca del cine sólo pensaba en estudiar, más allá de que siguiera probando suerte como modelo de pasarela. Pero ocurre que en el Santa Mónica College, donde estudiaba sociología para seguir después derecho, había elegido como materia optativa la que tenía que ver con teatro y que, poco a poco, se fue perfeccionado. Y fue así como la misma agencia que representaba a su pareja la llamó para hacer publicidad. "Haciendo teatro en la facultad sentí que había encontrado mi vocación", dice. Ahora se sigue perfeccionando, a pesar de que en su casa lo tiene como personal trainer al actor que dio vida al heredero de Marlon Brando en la saga El padrino, que no pierde oportunidad de mostrarle clásicos del cine para explicarle qué es esa cosa del arte dramático (ver aparte). "Al me lee Shakespeare", dice, con un tono inocente que conmueve. Imaginemos por un momento la escena: Al, en su sillón junto al hogar, 40 años mayor que ella, a la manera de un Michael Corleone muy maduro, con un libro entre sus manos, leyendo Shakespeare. Lucila, relajada en un diván muy cerca de él, lo mira y escucha embelesada… ¡Hollywood en estado puro!
Puede ser bueno o no, pero en cualquier caso siempre resulta llamativo poder decir "Soy la novia de Pacino". Es lo que le ocurre a la ex modelo que trabajó para la agencia de Ricardo Piñeyro mientras estudiaba, que en 2003 tuvo una breve participación en Orgullo y prejuicio, y más tarde en Moving MacAllister y Soul’s Midnight y en las series In Case of Emergency y E-Ring. Este mismo año a las órdenes de Pacino rodó Salomaybe, que juega con la pieza Salomé, de Oscar Wilde. También la dirigió para una audición en el Actor’s Studio, que él encabeza. Lucila y Pacino viven juntos hace cuatro cuatro años viviendo juntos, en Los Angeles.
"Mi sueño es hacer Nina en La gaviota, de Chejov, pero en inglés sería imposible, por mejor fonética que tuviese –confiesa–. En el cine norteamericano son pocos los latinos que pueden tener alguna chance; tienen que acreditar éxitos en su país, como Marion Cotillard, Penélope Cruz o Salma Hayek. Si no, es casi imposible. Encima, mi look no encaja con el estereotipo de mujer latina, que es más como mexicana. Ese es mi mayor obstáculo. Digamos que juego en primera pero he pegado unas cuantas veces en el travesaño. Tengo que meter un gol", explica.
"A Al le costó muchísimo aceptar esto de la fama. Nunca le interesó ser una estrella de cine. De hecho, ahora está subido al escenario haciendo teatro. No es muy consciente de todo lo que ha logrado; no se la cree para nada. Sabe adónde ir y adónde no ir; con quién meterse y con quién no. Siempre pensó que cuanto más mantuviera en secreto su vida privada, más iban a juzgarlo por su trabajo."
Planes: "En febrero vengo a filmar Omisión, un thriller estilo Seven, del debutante Marcelo Páez-Cubells. Se me están abriendo puertas, y espero que se sigan abriendo", concluyó.
Intercambio de saberes
- "Con Al vemos mucho cine en casa –explica Lucila–. Me da obras para leer, vamos mucho al teatro, me muestra las películas que más le gustaron, y en especial aquellas con actuaciones memorables, para que tenga en cuenta. Aprendés de artistas en serio. Es una gran experiencia para mí –reconoce–. Yo le llevo el cine argentino. Juntos vimos, entre otras, La historia oficial, El hijo de la novia, El secreto de sus ojos, que le gustaron mucho... y Valentín, de Alejandro Agresti, un director del que siempre me habla y con el que le gustaría hacer algo alguna vez. El cree que tiene la visión artística de Coppola cuando lo conoció y le gustaría trabajar con él cuando el proyecto sea el indicado".
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