Mi generación: Giorgelli y Rosell, la vieja nueva guardia del cine argentino
Primeros egresados de la Universidad del Cine, ganadores de premios en el exterior y exponentes de la "mística" de los inicios del Nuevo Cine Argentino, presentan en Mar del Plata sus nuevos films
MAR DEL PLATA.- Las historias de Pablo Giorgelli y Ulises Rosell tienen varios puntos en común. Formaron parte de la ya mítica camada inaugural que ingresó a la Universidad del Cine (FUC) en 1991, son parte de la misma generación (tienen 50 y 47 años, respectivamente); sus primeros trabajos importantes se rodaron en la misma época (Giorgelli, como compaginador de Moebius; Rosell, como codirector del cortometraje Dónde y cómo Oliveira perdió a Achala, que se vio en la edición inaugural de Historias breves); y hace poco presentaron sus más recientes películas, ambas protagonizadas por mujeres, en dos de los principales festivales europeos: Giorgelli estrenó Invisible en Venecia y Rosell hizo lo propio con Al desierto en San Sebastián.
Antes de participar -con escasas horas de diferencia- en la Competencia Internacional del Festival de Mar del Plata, estos dos viejos compañeros dialogaron con LA NACION sobre sus nuevos trabajos y los desafíos de hacer cine de autor en la Argentina de hoy.
El peso del reconocimiento
Giorgelli, que hace seis años ganó con su ópera prima Las Acacias el máximo premio para un director debutante (la Cámara de Oro en el Festival de Cannes), admite que semejante distinción se convirtió en un peso en su carrera: "Tuve la necesidad de parar, de tomar distancia. La repercusión que tuvo el film en aquel momento generó tantas expectativas, incluso en mí, que necesité olvidarme, vaciarme de todo aquello y darme el tiempo para encontrar cuál era la nueva película que realmente quería encarar".
El resultado de ese largo proceso introspectivo y luego creativo es Invisible, film que mantiene la austeridad, sensibilidad y encanto de Las Acacias. En este caso, se trata de la historia de Ely (Mora Arenillas), una chica que estudia en un colegio secundario y trabaja en una veterinaria para mantener a su madre depresiva. Un embarazo no deseado complica aún más su ya precaria situación y la enfrenta a un duro proceso íntimo en medio de la soledad y la falta de contención.
"La película está contada exclusivamente desde el punto de vista de la protagonista y uno de los mayores desafíos para mí fue poder ponerme en el lugar de Ely, entenderla. Empecé a trabajarlo a partir de una investigación exhaustiva, consultando con profesionales, conversando con adolescentes que habían atravesado situaciones similares y luego durante el proceso de escritura junto a María Laura Gargarella. Más tarde, en el trabajo con Mora todo se terminó de acomodar, con su aporte terminé de comprender la mirada del personaje, de pulir el tono, los detalles", asegura Giorgelli.
En el caso de Rosell, director de Bonanza: En vías de extinción (2001), Sofacama (2006) y El etnógrafo (2012), entre otros proyectos, la protagonista de Al desierto es Julia (Valentina Bassi), una mujer que trabaja como camarera en el turno noche de un casino de Comodoro Rivadavia. Como los ingresos no le alcanzan, acepta la propuesta de Armando (Jorge Sesán) para ir a trabajar como empleada administrativa en una compañía petrolera. En el viaje la camioneta vuelca y allí comienza un verdadera odisea en el desierto al que alude el título. Violencia física y psicológica, contradicciones íntimas (repulsión y atracción) e inclemencias climáticas conforman el universo de este potente thriller psicológico con aires de road-movie y de western.
"Me intrigaban las historias de cautivas, sobre todo cuando me enteré de que era bastante común que ante el rescate negociado, algunas de ellas eligieran no volver. Habían experimentado otra forma de vida, criado hijos y pesaba la mirada de los demás. Ya no eran las mismas", explica Rosell. Y agrega: "Retomé la idea cuando fui a Comodoro Rivadavia y descubrí que, al igual que en la pampa del siglo XIX, aún existían los espacios infinitos, aquellos que posibilitaban los cautiverios al aire libre, volviendo inútil todo intento de fuga. Entonces volvió la idea de la cautiva, adaptada a este nuevo entorno, y conté con el aporte de Sergio Bizzio en parte del proceso de escritura".
Giorgelli y Rosell se reúnen para las fotos de rigor en la puerta del Hotel Provincial de Mar del Plata: "Somos la famosa vieja guardia de la FUC -dicen, mientras ríen-. Aquellas épocas en las que nacía el Nuevo Cine Argentino son inolvidables e irrepetibles. Buena parte de los que hoy conforman la industria audiovisual surgieron en esa época. Quizás se perdió algo de esa mística, pero al menos ganamos en experiencia". Se abrazan, se despiden y marchan cada uno a presentar sus nuevas películas.
En primas, la hora de enfrentar el pasado
Rocío y Aldana son primas y comparten tanto un pasado trágico como un presente esperanzador. Cuando eran menores de edad fueron víctimas de abusos: una fue violada y su cuerpo quemado en un 60 por ciento, con una recuperación que todavía asombra a los médicos; la otra fue abusada por su padre. La realizadora Laura Bari -tía de ambas mujeres- les propuso reconstruir en Primas , film que se presenta en la competencia internacional, su historia de dolor y superación.
Radicada en Montreal (la producción del film es mayoritariamente canadiense), la directora de Antoine (2009) y de Ariel (2013) regresó a su Argentina natal para exponer con belleza, sensibilidad y sin golpes bajos las historias de vida de Rocío y Aldana, quienes con una dignidad y una valentía inmensas dan testimonio de sus experiencias, sus traumas y sus luchas, a pesar de los lógicas resistencias y pudores. En la segunda mitad -algo menos lograda- viajan a Canadá para participar de talleres artísticos que les permitan continuar con su camino de introspección, liberación y sanación. De todas maneras, Primas -recibida aquí con una ovación- resulta un documental conmovedor, un antídoto contra la crueldad de este mundo.