Michael Ballhaus, el director de fotografía

Murió, casi ciego (glaucoma), uno de los grandes en eso de ver y hacernos ver. El director de fotografía alemán Michael Ballhaus no ganó, como tantos otros grandes del cine, ningún Oscar, pero solamente con decir que su nombre figura en los créditos de Buenos muchachos y Después de hora, de Martin Scorsese, podremos empezar a entender su importancia. Hizo más películas con Scorsese, un director que imponía movimiento para cualquier luz, por más complicada que fuera. Ballhaus, según todos los testimonios, respondía rápido, con talento y una amabilidad a toda prueba. Y eso que detestaba la violencia y sufrió con Buenos muchachos. Con más de 100 trabajos en cine y TV en más de medio siglo de carrera, podía responder rápido incluso para los parámetros de Hollywood tal vez porque desde 1971 con Whity hasta 1981 con Lili Marleen trabajó con Rainer Werner Fassbinder, es decir, al ritmo febril de Fassbinder. Brilló en más de diez rodajes con su compatriota -que además incluyeron Las amargas lágrimas de Petra von Kant, El matrimonio de María Braun, Desesperación y la obra maestra El viaje a la felicidad de mamá Kuster-, en su asociación creativa con Scorsese -no hemos nombrado todavía El color del dinero- y con su marca registrada del paneo en 360 grados (o a veces con intenciones de), con la movilidad notable de sus imágenes, nunca caóticas. Y con la tarea -que parecía imposible- de volver todavía más hermosa a Michelle Pfeiffer en La edad de la inocencia y en Los fabulosos Baker Boys de Steve Kloves. Ya que hablamos de otros directores, recordemos que hizo una sola película con Francis Ford Coppola, quizá la más sanguínea y poética del autor: su inolvidable y visualmente deslumbrante versión de Drácula.

Por Javier Porta Fouz

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